La principal conversión que los condicionamientos ecológicos proponen al pensamiento revolucionario consiste en abandonar la espera del Juicio Final, el utopismo, la escatología, deshacerse del milenarismo. Milenarismo es creer que la Revolución Social es la plenitud de los tiempos, un evento a partir del cual quedarán resueltas todas las tensiones entre las personas y entre éstas y la naturaleza, porque podrán obrar entonces sin obstáculo las leyes objetivas del ser, buenas en sí mismas, pero hasta ahora deformadas por la pecaminosidad de la sociedad injusta.
Los contornos del declive
Akal,
Madrid,
240 págs.
Albert Recio Andreu
La combativa editorial Akal vuelve a permitir al lector en español ponerse al día de nuevos trabajos de economía en clave heterodoxa. Esta es al menos una buena noticia para quienes estamos hartos de encontrar estantes llenos de libros de management o de mera apología neoliberal. El libro de Pollin es una buena muestra de la producción reciente del pensamiento radical americano, aunque también de sus limitaciones.
Lo que encontrará fundamentalmente el lector es un magnífico y bastante asequible análisis de lo que han representado las políticas de Clinton y Bush, tanto en el plano nacional de los EE.UU. como en las políticas desarrolladas en otros países siguiendo el “consenso de Washington”. Se muestran las diferencias, pero también las importantes continuidades en la lógica de unas políticas económicas diseñadas sustancialmente en beneficio de los ricos. Donde el estado ha jugado un papel muy importante (reduciendo por ejemplo el alcance de los desastres financieros), en un neto sentido procapitalista. Se trata por tanto de un texto que ayuda a entender las políticas actuales (incluida la de nuestro gobierno).
Donde las cosas son más discutibles es en el plano propositivo, en el que se muestran las limitaciones de los economistas alternativos a la hora de generar nuevas propuestas. En primer lugar resulta pasmosa la forma como se pasa por alto la cuestión medio-ambiental, posiblemente la que suscita más problemas para los proyectos alternativos, y la insistencia en el crecimiento económico como objetivo y como elemento crítico. En segundo lugar el limitado paquete de propuestas que se incluyen en el “proyecto de esbozo igualitario” —básicamente se reducen a la regulación del sistema financiero y el aumento del salario mínimo—. Si bien ambas parecen acertadas, resultan a todas luces insuficientes para sostener un cambio social sustancial. Y aunque se propugnan medidas para el mundo en desarrollo se echan en falta reflexiones más articuladas en el plano internacional. Y es que la economía radical aún no ha superado en gran medida el paradigma de la producción y el estado nacional que establecieron alguno de los grandes pensadores liberales.
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2006