La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.
Los girasoles ciegos
Anagrama,
Barcelona,
155 págs.
Juan-Ramón Capella
Deberíamos haber hablado aquí de este libro hace tiempo. Las siete ediciones realizadas revelan sin embargo un interesado público lector. Una novela magnífica, única. Elabora la memoria histórica de la inmediata postguerra (de nuestra guerra civil). A pesar de sus sólo 155 páginas, es la gran novela de los vencidos, Narraciones aparentemente no conexas, pero que sí lo están. Por desgracia el autor, uno de los nuestros, falleció el año 2004.
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2006