Vosotros, los que estáis ahí, sí, vosotros, mis contemporáneos que os creéis superiores a
las generaciones precedentes y que os consideráis vacunados contra esta propaganda de
guerra simplista y burda que engañó a nuestros padres, a nuestros abuelos, a nuestros bisabuelos, ¿estáis seguros de que lo que os dicen ha sido así? Haríais mejor examinando más de cerca lo que acaban de deciros vuestros medios de comunicación, porque puede que os lo hayáis tragado ¡No hay que remontarse a 50 o 100 años atrás! sino a ayer mismo, durante la guerra contra Irak, Yugoslavia, Rusia y Palestina.
Aprender a mirar la salud. Cómo la desigualdad social daña nuestra salud
El Viejo Topo,
Mataró,
123 págs.
Joaquim Sempere
Las caras de la desigualdad son muchas. Este librito espléndido documenta de un modo convincente, con el apoyo sistemático de fuentes solventes de organizaciones internacionales o de revistas científicas, que la salud traduce de una manera particularmente dramática la inequidad, tanto entre países como entre clases y estratos sociales de un mismo país. No sólo detalla las grandes diferencias entre los muy ricos y los muy pobres, muy obvias, sino que nos descubre que la salud depende a menudo del status y hasta del barrio de la misma ciudad en que uno vive. Subraya el fracaso de la sanidad en países muy ricos pero con grandes desigualdades y desprovistos de sistema universal de salud. Recoge datos tan reveladores como que la esperanza de vida y la salud en general de los habitantes del estado de Kerala (India) son mejores que la de los afroamericanos que viven en Chicago. El libro se articula en torno a la inteligente observación de que ignoramos ciertas cosas porque no sabemos “verlas”: se nos presentan como “invisibles”. Hace falta la labor crítica y penetrante de la imaginación científica (y la buena voluntad, por supuesto) para “aprender a mirar”, como reza el título. Para este breve libro vale, además, aquello de que “lo bueno, si breve, dos veces bueno”.
12 /
2005