La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.
Pier Paolo Pasolini. Palabra de Corsario
Círculo de Bellas Artes,
Madrid,
351 págs.
Antonio Madrid
Hace pocos días que en el Círculo de Bellas Artes de Madrid se comenzó a desmontar la exposición sobre Pier Paolo Pasolini que se abriera el 15 de septiembre (www.pasolini.net/index-m.htm). Durante este mes y medio, la exposición se ha conjugado con un ciclo de películas y documentales inéditos en España, al tiempo que un congreso celebrado a principios de octubre dirigido por Mariano Maresca. Queda de todo esto, entre otras cosas, la edición de un bello libro que recoge palabras e imágenes de y sobre Pasolini. A la belleza del libro le acompaña un doble interés: la revisión de su figura y su pensamiento, al tiempo que la edición de documentos inéditos.
La obra de Pasolini se mantiene como una herida abierta: sangrante, fresca, al tiempo que tremenda. La herida de la palabra que es al mismo tiempo la herida que se hace con la palabra. Palabra de corsario que no puede quedar limitada a su concordancia con el pasado, ya que hacerlo equivaldría a silenciar el terrible presente del que nos sigue hablando Pasolini.
11 /
2005