La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Juan-Ramón Capella
Dos lunas: lectura del verano
Atentados en Londres: una guerra interminable La gente corriente paga el pato. En esta guerra «asimétrica» de Al Quaeda contra la política del capitalismo neoliberal contemporáneo, sobre todo el anglosajón, son personas corrientes, trabajadoras, las que mueren o resultan heridas. El terror puede alcanzar a cualquiera; como bien sabía Hobbes, nadie está seguro si no hay normas que obliguen a todos.
Esos atentados son intrínsecamente repugnantes: las víctimas de Londres, o de Madrid, o los desgraciados que optaban por lanzarse desde las ventanas de los rascacielos de Nueva York para no morir abrasados, son utilizados como meros medios, como si fueran cosas. Eso es la enseñanza «moral» de las guerras anteriores: de los bombardeos sobre civiles en Vietnam, en Hiroshima y Nagasaki, en Tokio, Hamburgo, Colonia, Londres, Guernika. También en Iraq y Afganistán.
Blair sostiene cínicamente que los atentados de Londres no tienen que ver con la guerra de Iraq, tratando de invisibilizar su parte de responsabilidad, que en su totalidad, como fácilmente comprende cualquier observador que no sea un maniqueo o un gorila, es compleja y laberíntica. Pero los atentados tienen que ver con Iraq y no sólo con Iraq. El telón de fondo es la absoluta ausencia de motivos para la esperanza en casi todos los países árabes: en unos, a falta de inversiones, la población ha de emigrar; y el petróleo o el gas, donde los hay, puede atraer las bombas o las bases norteamericanas. A eso hay que añadir la irresolución de la cuestión palestina y el apoyo del «Norte» a regímenes políticos abominables. La descentralizada Al Quaeda, relativamente inmune a las decapitaciones, no puede «ganar» su guerra, pero puede mantenerla indefinidamente con unos costes que desde su punto de vista, que ignora el valor de las vidas humanas, parecen bajos.
Es fácil captar suicidas que creen librar una «guerra santa». En su nicho ecológico brotan como hongos. No es cuestión del Corán; también se han librado «guerras santas» en nombre del Evangelio (la «Cruzada», por ejemplo). Los Libros pueden ser leídos del derecho y del revés. Y si personas jóvenes ven hervir la injusticia y se insertan en círculos cerrados, donde la disidencia está proscrita, donde un deus ex machina ideológico justifica la inmolación (piénsese, mirando hacia atrás, en los kamikazes japoneses), pues habrá inmolaciones que extenderán la injusticia como mancha de aceite. El mercado global, apoyado por la máquina de guerra norteamericana global, no es apto para buscar agujas en los pajares. Para eso se está formando un instrumento menos ostensible: un Gran Madero Global (GMG).
Desde el cambio de siglo han saltado por los aires numerosas piezas de la legalidad «republicana» y de la decencia político-moral. En todas direcciones, incluyendo a los políticos locales, que entierran la cabeza en la política local, y a quienes no se hacen preguntas. Ahora se intensificará el control sobre las comunicaciones particulares, ya heridas desde hace años por la red de escuchas Echelon. La tortura sistemática de sospechosos tiene hasta nuevo nombre eufemístico. La CIA ha llegado a secuestrar a personas en Italia exportándolas «irregularmente» a Egipto para ser torturadas sin límites allí. Guantánamo es en realidad un laboratorio experimental de la especialidad inquisitorial contemporánea. Culpables e inocentes podemos caer en la red de los servicios secretos y padecer las consecuencias. (De la eficacia burocrática del Gran Madero Global no está prohibido dudar, como tampoco de la neutralidad de los jueces, que cuanto más «estrella» son más dependen de los policías a sus órdenes.) Mientras, el gobierno norteamericano (al menos éste) paga a periodistas en todos los países para que legitimen su política.
Es la «democracia» de la Barbarie.
¿Qué pintan en Afganistán las tropas españolas? Los ciudadanos, ¿le consentirán al gobierno seguir participando a hurtadillas en la gestión militar de este desastre globalizado?
Flores en el Minigabinete de Crisis Que en los despachos de la Generalitat de Pujol no faltaran jamás los ramos de flores se comprendía hasta demasiado bien: a fin de cuentas, la esposa del President tenía floristerías. Ahora la mesa del Minigabinete de Crisis antibarbacoas presidido por la elegante señora Fernández de la Vega (foto de El País, 19 de julio, p. 22) ostenta un rutilante centro floral. Las metamorfosis se extienden: ya no son sólo las Visa, los catering, los almuerzos, los regalos, los viajes: ahora el iva y el irpf se convierten también en flores.
Un lector amigo se quejaba de una afirmación del «De Luna a Luna» de mt.e, n.º 27, según la cual Euskadi no tiene ningún Luther King. Decía nuestro amigo que el Luther King de Euskadi es Jonan Fernández, aunque añadía que ningún dirigente sectorial es capaz de integrar esa sociedad muy plural y fragmentada. Y estamos de acuerdo con nuestro amigo: ése es el problema, al que, tal vez con torpeza, se quiso aludir en el n.º 27 de mt.e.
Filibusterismo judicial Aludía días atrás a la neutralidad de los jueces y, mira por dónde, hoy me entero de que la juez encargada del Registro Civil de Denia ha planteado un recurso de inconstitucionalidad contra la ley que permite casarse a las personas del mismo sexo. Beneficio objetivo para el PP. Como para inscribir un matrimonio ningún juez ha de sentenciar, a Su Señoría (si se puede decir así) le falta legitimación para interponer el recurso, que no prosperará en este caso. Por supuesto, jurídicamente interponer un recurso una juez nunca se ha contemplado como dictar resolución manifiestamente injusta (o sea, prevaricar), por lo que la juez seguirá en su cargo tan campante. Yo, sin embargo, me quedo con el deseo íntimo de poder mandarla a escribir mil veces «No debo hacer filibusterismo judicial».
Camiseta revolucionaria En estos tiempos en que la actualidad lo digiere todo un amigo ha visto una camiseta con una inscripción aún capaz de desperezar alguna consciencia. ¿La inscripción? Ésta: «Ni Dios, ni Patria, ni Barça». Todavía hay inadaptados que no se suman al universal ¡Oe, oe oe oe!
No perder el hilo Nuevamente atentados: otra vez en Londres, y en el Egipto de las torturas, por no hablar de los atentados de la resistencia iraquí y de las represalias norteamericanas. En Londres la policía ya ha disparado a matar contra un sospechoso (para la policía) inocente. En varios países se registran los bolsos y mochilas de los viajeros del metro. Estados Unidos ha prorrogado la vigencia de la «Patriotic Act», que legaliza prácticamente todo lo que se le puede hacer a una persona.
No sale en los diarios, pero en el mundo, además, cada día mueren veinticinco mil niños de hambre o de las secuelas de la desnutrición. No hay relación directa causa-efecto, pero es manifiesto que en un mundo donde ningún niño muriera de hambre el número de atentados sería residual. Cuando los políticos inteligentes hablan de la necesidad de eliminar los elementos de legitimación de los terroristas no se dan cuenta, probablemente, de las dimensiones de esa tarea. El hambre y la miseria no han nacido de la nada, sino del contacto de grupos sociales antes autárquicos, quizá pobres pero no miserables, con el capitalismo globalizado, que instaura en esas sociedades débiles la violencia del mercado cuando carecen de los más elementales mecanismos de protección. Por ejemplo: los medicamentos son ante todo mercancías, y no se producen mercancías para gente que no las puede pagar.
Pide ayuda a la Guardia Civil y le matan a porrazos Silencios de goma oscura con resultado de muerte en Roquetas de Mar.
Televisión En verano la televisión realmente existente da lo mejor de sí misma. Seriales y películas más abominables y vomitivas que nunca, novelones sólo aptos para personas que han abandonado al menos temporalmente las funciones cerebrales superiores. ¿La publicidad? Muy bien, gracias: las voces escogidas, las entonaciones estudiadas, las frases estereotipadas de los anuncios hay que escucharlas sobre el telón de fondo del dolor cotidiano del mundo: del hambre de los miserables, de las enfermedades para las que no hay medicamentos, de las gentes descuartizadas por las guerras y los atentados. Pero los intelectuales de los medios de masas insisten: ¿Te gusta conducir? Lavadoras de acero inoxidable. Crema para tus manos siempre jóvenes. KY para tus relaciones íntimas. Este detergente lava más blanco. Los estudios americanos producen incesantemente películas de terror, de horror y de valores americanos (lo que viene a ser lo mismo); y hasta parece que podemos escapar a ellos al apagar el televisor.
No hay novedad, señora baronesa El crimen de Roquetas de Mar, como era de prever, ha entrado en seguida en la fase sainetesco-esperpéntica: el teniente que mató a su víctima hizo todo lo posible por salvarle la vida. Y el muerto, un agricultor, había tomado coca, que es como decir que se lo había buscado. Fase judicial a su ritmo. Fase parlamentaria: bronca atenuada, no sea que el abnegado «instituto armado» se vaya a rebotar. Nadie va a la cárcel y los encrespados vecinos de Roquetas de Mar (en la Almería del caso Almería) son reprimidos a porrazos por la misma Guardia Civil. Con el tiempo, mucho tiempo, por delante, verán los lectores que al final todo queda en papeleo administrativo. España y yo somos así, señora.
Próxima guerra: Irán Antes es preciso digerir el indigesto Iraq. Pero Bush Segundo ya ha dicho que está dispuesto a emplear todos los medios contra Irán si el gobierno de este país prosigue con sus planes de enriquecimiento de uranio.
El uranio es mejor pretexto que las famosas «armas de destrucción masiva» de Iraq. Al parecer, los ayatollahs son casi tan pro-nucleares como los norteamericanos. Pero ésa no es la cuestión: el asunto es el petróleo de Irán. Por eso está el país en la agenda de las administraciones norteamericanas, cualquiera que sea el color político que las gobierne. Los manuales de historia del futuro, si es que hay futuro y quedan manuales, calificarán este período como el de «las guerras del petróleo» o las guerras de la energía. El petróleo se acabará a lo largo de la vida de las generaciones jóvenes actuales, y los gobiernos USA tratan de asegurarse militarmente el control de las principales zonas donde existe este recurso. Una franja que va de Oriente Medio a Afganistán. América latina queda para más adelante porque está más a mano.
Las políticas norteamericanas del petróleo se instrumentan según conviene. Con Reagan, los americanos armaron hasta los dientes a su aliado Saddam Hussein y le lanzaron a la guerra contra Irán. Le armaron tanto que se les fue de las manos y quiso anexionarse Kuwait y su petróleo. Entonces el Primer Bush hubo de frenarle en la primera guerra del Golfo. Irán e Iraq quedaron agotados por las guerras. Entretanto, los americanos habían trufado la región de bases militares propias. Clinton, juguete de los servicios secretos que le programaban y publicitaban las mamadas, lanzó la guerra contra Serbia para desplazar hacia Oriente las fronteras de la Otan. El Segundo Bush inició su mandato liquidando las posibilidades de paz en Palestina con la ayuda de Sharon; luego, tras los atentados de Al Quaeda en territorio norteamericano, hizo pública su propia agenda bélica. Los objetivos eran Irak e Irán, con avisos a Siria y Corea del Norte. El resto, hasta la segunda guerra contra Iraq, fue la zarzuela representada en la ONU, que probablemente se repondrá dentro de poco.
La pregunta no es: ¿cuánto tiempo pasará antes de que las gentes de los países ricos comprendan que la gasolina lleva como aditivo sangre humana? Es: cuando lo comprendan, ¿apoyarán las guerras? ¿Cargarán contra los recalcitrantes pacifistas?
Nucleares, nucleares Lo dijo el jubilado Gorbachov este invierno y lo ha repetido el ministro Montilla este verano: las centrales nucleares son necesarias. El tiempo en que había una aguda consciencia social acerca de los riesgos de este tipo de energía ha pasado. En todos los países el llamado crecimiento económico sigue firmemente asociado al incremento del consumo de energía.
Lo que tenía que pasar Diecisiete militares españoles han tenido la desgracia de morir en Afganistán.
Unos pocos de ellos eran oficiales; la mayoría, soldados, esto es, personas pertenecientes a grupos sociales capaces de buscar en el alistamiento un modo de ganarse el pan.
El presidente Zapatero ha tenido que decir que han muerto en defensa de la democracia y de la libertad.
Sabe perfectamente que eso no es verdad. A la tragedia de esas muertes se añade en realidad la falta de justificación de sus misiones. En Afganistán las caritativas fuerzas de la Otan son una prolongación de conveniencia del ejército norteamericano; un apaño político avalado por la Onu para prestar una apariencia de «legitimidad democrática» (en un país donde ni siquiera hay censo) al gobierno títere instalado allí por los Estados Unidos.
Si las fuerzas españolas no abandonan Afganistán ni el compromiso militar con la Otan estos pobres muertos no serán los últimos.
Hay que desconfiar de los políticos que envían gente a morir y luego decretan compungidos un luto oficial.
Gaza Los autodenominados «colonos» israelíes se instalaron en Gaza manu militari y manu militari les han sacado de allí. En su rabia no han dejada intacta ni una col. Pero eso no resuelve el problema del pueblo palestino.
Ratzinger en Colonia Se manifiestan a su favor cientos de miles de jóvenes turistas; en esta ocasión las hostias no las ha repartido la policía.
Hiroshima No olvidar. Medio millón de personas corrientes, no combatientes, muertas de un solo golpe.
¿Por qué necesitamos esperar que la desgracia alcance sólo a los demás?
Siguen almacenadas diez mil bombas nucleares. Quienes las almacenan, piensan que pueden necesitar diez mil. «Por la libertad», dicen. Si eso es libertad, vivan las caenas.
Vacaciones ¡Vacaciones, qué dicha! Pero cedería gustosamente las mías si hicieran vacaciones las hambrunas, o los uniformados, o el ánimo de lucro. Eso serían vacaciones verdaderas.
28 /
8 /
2005