¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Nacionalismo y modernidad
Itsmo,
Madrid,
431 págs.
Raül Digón
La manifiesta relevancia política de los nacionalismos y las dificultades que surgen al tratar de comprender este tipo de fenómenos hacen que resulte conveniente familiarizarse con los principales modelos analíticos elaborados para el estudio de tan compleja materia. Con ese propósito, Smith propone un exhaustivo repaso de las distintas teorías que han tratado de explicar la nación, el nacionalismo y el estado-nación.
A través de un extenso recorrido por las tesis de Gellner, Tilly o Kedouri entre muchos otros, se exponen los puntos fuertes y las limitaciones conceptuales de los paradigmas primordialistas, perennialistas, etno-simbolistas y postmodernistas de la nación y el nacionalismo. Si bien el núcleo de la obra concede una atención mayor a las distintas versiones del paradigma modernista, que en líneas generales concibe a las naciones y los nacionalismos más como productos históricos de la modernidad -elementos de estructuración política en una etapa del proceso de expansión capitalista-, que como realidades orgánicas esenciales y de raíces inmemoriales.
En la caracterización de la idea de nación como producto de una determinada ingeniería social -al servicio de las élites- para canalizar las energías y las emociones de las masas hacia una determinada forma de ordenación socio-política, destacan algunos autores procedentes de la tradición marxista. En ese sentido, el autor presta atención al evocador concepto de «tradición inventada» (de Hobsbawm), así como a las sugerentes nociones de «comunidad imaginaria» y «capitalismo de imprenta» (de Benedict Anderson).
El variado conjunto de definiciones y enfoques comentados, la crítica a la potencialidad explicativa de algunas categorías excesivamente reduccionistas (como por ejemplo la dicotomía entre «nacionalismo cívico» y «nacionalismo étnico»), y la abundante muestra de casos históricos, reseñas de obras clásicas y tipologías, sirven para ilustrar el carácter multiforme y complejo de la nación y de sus fenómenos consubstanciales (el nacionalismo y el Estado-nación). Por otra parte, los interrogantes planteados en las conclusiones del libro (como las mutaciones en las identidades nacionales a causa de los movimientos migratorios, las tecnologías de la comunicación y la mundialización de la economía), aportan elementos para pensar en nuevos modelos teóricos que, sin obviar ningún factor -político, económico, religioso o cultural-, nos ayuden a obtener análisis más penetrantes sobre los movimientos nacionalistas y las ideologías que los sustentan.
3 /
2005