¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Antonio Madrid
El Catolicismo del miedo
Se asiste en los últimos tiempos a la reacción conservadora de importantes sectores del catolicismo español. Las medidas adoptadas y/o propuestas por el actual Gobierno en materias como la enseñanza de la religión en la escuela pública, el matrimonio de las parejas homosexuales o la revisión de la financiación estatal de la Iglesia católica han soliviantando los ánimos en sectores políticos, mediáticos, culturales y eclesiásticos católico-conservadores. Dicen que se vive hoy una etapa de anticlericalismo y de persecución del catolicismo. Esta interpretación de lo que sucede es simplista, aviesa y auto-justificativa.
Hace tiempo conocí el caso siguiente. Un camionero se sentía perseguido. Creía que la gente le observaba y que lo perseguían. Cuando la enfermedad apretaba, cogía su camión y marchaba a galope tendido. Llegaba la policía, el camionero sacaba su escopeta de caza en fin, se organizaba un lío considerable. Al final el camionero tenía razón: lo habían perseguido y ahora le llevaban a una clínica mental. Algo de esto le sucede al sector más conservador y autoritario del catolicismo español.
La reacción conservadora está motivada principalmente por el miedo:
A. Miedo a la pérdida de privilegios
El maridaje entre instancias eclesiásticas y estructuras estatales es una realidad histórica de la que han sacado tajada habitualmente tanto las instituciones eclesiásticas como los grupos que han gestionado el aparato estatal. El catolicismo conservador no está dispuesto a ceder en la consecución de lo que han sido los intereses prioritarios de la Iglesia católica en los últimos siglos: controlar la disidencia religiosa, la educación y la moral pública.
B. Miedo a un laicismo que cuestiona la mantenida oficialidad del catolicismo
Ha existido y existe en buena medida un catolicismo oficial. ¿Cómo explicar si no los actos religiosos protocolarios en los que obispos y cargos políticos electos escenifican conjuntamente su papel institucional? La aconfesionalidad de un Estado es una cuestión fáctica y no sólo teórica.
C. Miedo a perder presencia socio-cultural
La inserción de las órdenes y grupos religiosos en el sistema educativo es un excelente medio de penetración socio-cultural, además de constituir un buen sistema de financiación. La historia del sistema escolar español, así como su presente, no se entiende sin este hecho. En el curso escolar 2004-2005 el reparto de alumnos no universitarios es el siguiente: enseñanza pública: 4.708.942 alumnos; enseñanza concertada y privada: 2.259.226 alumnos. Es decir, alrededor del 32,4% de los alumnos cursan sus estudios en centros concertados y privados (fuente: Ministerio de Educación y Ciencia).
La enseñanza de la religión católica en las escuelas públicas también ha sido un instrumento en la configuración religiosa de la población. La reforma introducida hasta el momento supone recuperar la libertad de las familias para elegir si sus hijos han de estudiar religión católica en la escuela, otra religión acordada o bien cursar una asignatura alternativa. La noción que muchos todavía tienen de la religión católica como religión de Estado ha provocado rechazo a esta apuesta por la libertad de las personas. También preside el escenario el miedo a una nueva realidad: la creciente pluralidad confesional.
D. Miedo a confiar en los apoyos económicos de los propios fieles
y ver agravada su deficiente financiación
El sostenimiento económico del clero diocesano por parte del Estado se inicia en 1851. La Iglesia católica no es autosuficiente. Pese a los esfuerzos hechos, no ha conseguido autofinanciarse a través de las aportaciones económicas de sus fieles. Sin duda, de nuevo la percepción del catolicismo como religión del Estado ha contribuido a mantener esta situación.
E. Miedo a no saber cómo estar en un mundo incierto y cambiante
El cardenal Ratzinger, que es el encargado de supervisar la ortodoxia de la doctrina católica, decía: «Si continuamos cuestionándolo todo, sin dar las respuestas positivas de la fe, no podremos evitar una gran huida». Había que dar seguridad y pensaron que esto se conseguía a base de ley, orden y sanciones. Este camino ha favorecido el autoritarismo, que niega las incertidumbres, pero no por ello las resuelve. Se han creído en la obligación de erigirse en únicos guardianes verdaderos de la moral social y de las conciencias de la gente.
Ante el catolicismo autoritario y reaccionario no se debe transigir ni política, ni social, ni culturalmente. Es el miedo, y no la libertad ni la fe, lo que inspira su reacción. Son de provecho hoy las consideraciones que hiciera el teólogo Jürgen Moltmann acerca de los servidores del miedo: «La poca fe quiere asegurarse y protegerse a sí misma, porque está poseída por el miedo. Quiere proteger sus ‘bienes más santos’: Dios, Cristo, la doctrina de la fe y la moral, porque a todas luces ya no cree que sean lo suficientemente fuertes como para mantenerse a sí mismos. Cuando la ‘religión del miedo’ se introduce en la iglesia cristiana, tiene lugar la violación y asfixia de la fe por parte de aquellos que se consideran sus mejores defensores. En lugar de confianza y libertad se expanden angustia y apatía».
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1 /
2005