La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Va de pelis
El Lobo cinéfilo
Los críticos de cine resultan desconcertantes en este país. Una pelí como Lobo, que hubiera podido ser cine de entretenimiento solvente, causa vergüenza ajena por su tratamiento del ambiente etarra. Y está obteniendo un éxito de taquilla. De bobos para bobos.
Luego está Alejandro Magno. Un bodrio muy bien publicitado, pero completamente engañoso. Ninguna explicación histórica razonable de las empresas de Alejandro. Y, a pesar de lo que cuenta la publicidad, las alusiones a su homoerotismo, nada infrecuente en su cultura, resultan pacatas, timoratas: hay mucho más en los campos de fútbol cuando se marca un gol. En la peli, tediosa, más sonora que visual, no aparece el suceso que cuento en seguida, y que ayuda a entender a esa personalidad histórica y la devoción que suscitaba, pero que a Oliver Stone no le debió interesar. Todo el ejército de Alejandro está muerto de sed al atravesar un desierto; los exploradores avanzados regresan: han encontrado agua, y traen un poco, en un casco, para que beba su rey, también muerto de sed. Alejandro la derrama en la arena. Beberá cuando todos.
El aviador, de Scorsese, no ha sido bien recibida por la crítica. Sin embargo es un lujazo de peli de entretenimiento: de ésas que se van a ver para una distracción inteligente. Es muy larga, pero no se nota: yo sentí que se acabara porque lo había pasado muy bien. Volveré a verla.
Y está Solo un beso, de Ken Loach. Aunque en cierto modo produce una sensación de dejà vu, atrapa al espectador con gran fuerza, y le permite entender bien que donde menos se espera salta un fundamentalismo. No hay que perdérsela.
2 /
2005