¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Antonio Madrid Pérez
La amistad como vínculo social democrático
La idea sobre la que quiero reflexionar en este texto es la siguiente: la amistad es un vínculo social que es esencial para una sociedad que se quiera democrática.
La reflexión sobre esta idea nos podría llevar tan lejos como el origen de la propia noción de amistad en el pensamiento griego, o la consideración de la amistad como una forma de amor, o, desde el punto de vista de la salud individual y colectiva, la amistad como un factor de protección de la salud física y mental de las personas. Pese a que estos caminos son altamente sugerentes, la reflexión que se desarrolla en este texto viene motivada por tres circunstancias en las que estamos inmersos: el conflicto en torno al conocido como procés independentista en Cataluña, el auge de formas sociales y políticas de discursos y prácticas autoritarias, y la situación de pandemia provocada por el SARS-COVID19.
La preocupación de fondo es la siguiente: qué importancia tiene para una sociedad que se quiera democrática mantener y cuidar vinculaciones sociales de amistad que son elegidas, que no son perfectas, y que crean tanto redes de apoyo como vinculaciones en las que el disenso puede someter a prueba la misma relación de amistad.
La preocupación acerca del tipo y la calidad de las vinculaciones comunitarias, ya sean las de amistad, las de solidaridad social, las de vecindad o las de amabilidad social, ha creado un enorme campo de estudio. Durante el siglo XX, especialmente a partir de las experiencias fascistas y de la experiencia nazi, esta cuestión ocupó la atención de numerosas personas que pese a las discusiones existentes coincidían en poner de relieve la importancia de la construcción de las vinculaciones comunitarias. El siglo XXI, lejos de superar esta preocupación, ha planteado de nuevo la necesidad de pensar las relaciones comunitarias de las personas en contextos económicos, políticos y sociales que tienen en el autoritarismo una de las realidades y de las propuestas de ordenación de las sociedades contemporáneas.
En el marco de las relaciones comunitarias, la amistad es una de las formas en las que las personas establecemos y estabilizamos relaciones con otras personas. Por lo menos hasta el momento, lo que significa la amistad sigue gozando de buena aceptación entre personas de distintas edades. Personas jóvenes, adultas y mayores valoran positivamente tener amigos y amigas. Para muchas personas, estas relaciones configuran parte de lo que en términos clásicos ha venido siendo la familia. Para ellas, las amistad sería el fundamento de una familia elegida, a diferencia de los vínculos parentales que preexisten, por lo menos para los descendientes, a la libre elección de las personas. En este sentido, la amistad es una idea, y al mismo tiempo una práctica, que mantiene fuerza social y que, incluso, puede haber incrementado su aceptabilidad frente a otras formas de estabilización de las relaciones sociales que se han visto sometidas a profundas transformaciones tanto en su configuración material como en su percepción social: de modo especial, relaciones amorosas y familiares tradicionales.
Antes de proseguir, hay que hacer una aclaración que resulta esencial: así como considero y trataré de explicar que la amistad es un vínculo político esencial en una democracia, hay que decir que, en sí misma considerada, la amistad tanto puede contribuir a cultivar una sociedad democrática como puede contribuir a incrementar las expresiones autoritarias. La distinta orientación de la amistad va a depender de la aceptación o no de ideas que no se circunscriben a la misma relación de amistad. La amistad que se expresa como un vínculo social democrático necesita que se acepten principios que son esenciales para una democracia contemporánea: por ejemplo, aceptación de la igual dignidad de las personas como base de reconocimiento de las otras personas, renuncia al uso de la violencia como forma de expresión-imposición de ideas y aceptación de la posibilidad de disentir. Principios como estos tienen sentido hacia dentro de grupo amical en el que puede haber personas que, por ejemplo, disientan en alguna idea política, y al mismo tiempo tiene una gran importancia respecto a quienes no forman parte del grupo. La diferencia entre vínculos amicales que favorecen las respuestas autoritarias y vínculos amicales que favorecen las respuestas democráticas no está en la amistad en sí misma considerada, sino en elementos configurantes de ese vínculo y los principios que son asumidos como elementos compartidos.
Pongo un ejemplo que ayudará a explicar esta idea. Durante los últimos años, en Cataluña muchas personas han decidido preservar sus relaciones de amistad ante la torrentera que ha supuesto y, puede volver a suponer, el llamamiento político a la independencia, el seguimiento por parte de una parte de la sociedad y la reacción estatal contra este llamamiento y las acciones mediante las que se intentaba materializar. La preservación de la amistad ha supuesto para muchas personas no hablar por temor a discutir, y por temor a entrar en un debate que ha estado dominado por las emociones. Esta voluntad de preservar la amistad, para la que también son importantes las emociones, ha tenido y puede volver a tener una enorme importancia como factor de prevención frente a los intentos de manipulación política y social. Sin las amistades, y especialmente sin la voluntad de cuidarse y de respetarse en el disenso, quienes apuestan por las rupturas lo tendrían más fácil. En el caso de Cataluña, la amistad ha sido un factor de protección de la convivencia democrática siempre que ha asumido que el disenso puede ser parte de la amistad y que las amigas y los amigos también se pueden equivocar. Ahora bien, la amistad también puede ser construida como un mecanismo de protección cerril de las convicciones y de cocimiento colectivo en las emociones compartidas, de modo que quien piensa y siente de forma distinta sea expulsado del grupo.
No son pocas las personas que se mantienen en actividades sociales, sindicales y políticas de base, en pueblos pequeños, en barrios… pese a las dificultades, pese a las divergencias de opinión… y lo hacen porque no les da la gana romper con sus amigos y amigas, porque entienden y deciden que sus vínculos de amistad están por encima de las discrepancias políticas, especialmente si estas discrepancias amenazan con romper el respeto hacia el que piensa de otra forma, hacia el que tiene otra bandera.
Esta resistencia activa ante los frentismos, ante las polarizaciones, y también ante las expresiones autoritarias, forma parte de una realidad de la actividad social y de una apuesta que expresa un acto de voluntad, un tomar partido por preservar las vinculaciones sociales democráticas. No estoy diciendo que la amistad vaya a ser capaz de frenar desmanes si los brutos autoritarios deciden actuar y la gente les sigue. Estoy diciendo que la amistad entre personas que aceptan que pueden disentir entre sí ha ayudado hasta el momento a reducir la intensidad de las rupturas, ofrece una red de apoyo que es esencial para reducir los daños que provoca la pandemia (incluidos los que afectan a la salud mental vinculado al aislamiento social), y presenta una alternativa participante frente a las propuestas del autoritarismo.
30 /
5 /
2021