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Albert Recio Andreu

El sector petrolero y la guerra

El sector petrolero constituye uno de los epicentros que han provocado la guerra que estará en marcha cuando esta nota llegue a los lectores. Esto parece tan evidente que no requiere mucha explicación, pero quizás vale la pena analizar con más detalle a las empresas implicadas.

Desde el descubrimiento del petróleo como una fuente energética básica el sector tendió a configurarse como un oligopolio, con pocas empresas controlando el negocio. Este carácter oligopolístico y el hecho que el petróleo no se encuentre en cualquier sitio explican también la estrecha relación entre petróleo y política, por cuanto el acceso a las mejores fuentes de abastecimiento ha exigido tener algún tipo de control sobre el territorio en el que se produce la extracción. Esta sin embargo es sólo una fase del proceso, que incluye además el transporte hasta los lugares de consumo, el refino, la producción de una multiplicidad de productos derivados y la comercialización. De hecho cada fase del proceso podría ser independiente y dar lugar a empresas especializadas, pero en general la industria petrolífera está muy integrada verticalmente (incluye todas las fases del proceso) en parte porque el asegurar el aprovisionamiento a buen precio constituye una cuestión básica para garantizar la rentabilidad.

Con todo la estructura del sector cambió considerablemente a principios de la década de los setenta cuando la mayoría de países con grandes yacimientos nacionalizaron la extracción, creando empresas nacionales en cada país (Aramco en Arabia Saudita, NIOC en Irán, PDVSA en Venezuela, etc.). Esta nacionalización así como la creación de la OPEP se presentaron como la oportunidad de un cambio radical en el sector, pero paulatinamente se pudo ver que gran parte del negocio seguía en manos de las grandes empresas debido a que seguían controlado las fases más rentables del proceso (refino, comercialización). Poco a poco las dificultades económicas, y la presión de la OMC y el FMI hizo que las empresas de las grandes multinacionales volvieran a explotar pozos en los países extractores, casi siempre asociados a las empresas nacionales. Con todo los grandes países productores, y especialmente Arabia Saudita han tenido una cierta autonomía a la hora de controlar la oferta de petróleo en el mercado mundial debido a su capacidad de decisión sobre los volúmenes de extracción. Este poder se siente de forma creciente a medida que se van agotando los pozos de Estados Unidos (el primer consumidor mundial) que de 1985 al 2002 ha visto como su ritmo de extracción anual caía un 23% mientras que las importaciones pasaban de representar un 30% del consumo a un 58%. Es posible que el paulatino agotamiento de sus reservas y la sucesiva aparición de nuevos países con ansias de aumentar su consumo (particularmente China) aumente la voluntad de las grandes empresas por controlar las fuentes de aprovisionamiento, o cuando menos tener alternativas al papel regulador que en los últimos años ha jugado el gobierno saudí.

Al mismo tiempo que el sector se enfrentaba al reto de asegurarse el aprovisionamiento ante el creciente agotamiento de los pozos norteamericanos y el mayor coste del petróleo extraído en el mar, se estaba produciendo, desde 1997, una profunda reestructuración del sector empresarial de tono parecido al que se ha producido en otros sectores. Hasta el momento el proceso de fusiones ha dado lugar a seis grandes grupos mundiales: tres estadounidenses Exxon Mobil (fruto de la fusión de las dos primeras empresas del país), Chevron Texaco y Conoco Philips; dos británicas: BP (que adquirió las norteamericanas Amoco y Atlantic Richfield), y Royal Dutch Shell (angloholandesa con importante presencia en los USA a través de Shell Oil) y una francesa Total Fina Elf (fruto de la fusión de dos empresas galas y una belga). Las tres norteamericanas constituyen reagrupamientos de las antiguas filiales de la histórica Standard Oil de la familia Rockefeller. Exxon Mobil y Chevron Texaco agrupan a cuatro de las antiguas cinco «hermanas» que se repartieron el petróleo de Oriente Medio (la quinta era BP). Detrás de las seis grandes sigue un segundo grupo en la que aparecen algunas empresas extractoras de capital público (PDVSA, la mexicana Pemex, la noruega Statoil), empresas privatizadas como la española Repsol YPF (que gracias a la compra del grupo argentino YPF se adjudicó importantes yacimientos) o la rusa Lukoil, la norteamericana Marathon Oil (que absorbió Ashland Oil) y las compañías de países grandes consumidores que en algunos casos tienen extracción propia pero que en muchos dependen de las compras, o las asociaciones, en el mercado mundial, como son las japonesas Marubeni, Nippon Mitsubishi, las chinas China National Petroleum y Sinopec, la coreana SK, la brasileña Petrobras, la india Indian Oil y la malasia Petronas.

En la década de los ochenta cada empresa tendió a concentrarse en un «nicho de mercado», especialmente las empresas estadounidenses que vendieron la mayor parte de sus activos en Europa y se concentraron en el mercado norteamericano. El grueso del petróleo de Oriente Medio se consume en Europa y Japón, pero todo hace prever que el creciente declive de la producción interna y su mayor coste de extracción, la peor calidad del crudo mexicano (con Venezuela uno de los grandes proveedores a los USA) y el temor a que las compañías de los nuevos consumidores (particularmente China) tomen excesivas posiciones está llevando a los USA a interesarse cada vez más por Oriente Medio. De hecho en los últimos años estadounidenses y británicos han invertido fuerte en el nuevo mercado ex soviético, pero este no tiene las reservas de Oriente Medio. Posiblemente la guerra de Iraq no depende tanto de la voluntad de las empresas norteamericanas de instalarse en el país (para este objetivo hubiera sido más barato que Bus h y Blair levantaran el veto a sus empresas para invertir allí, como han hecho otros países) como de la voluntad de contar con una alternativa a la regulación que ejerce Arabia Saudita en el mercado mundial. En los últimos dos años han proliferado las declaraciones de altos cargos yankis en este sentido. Un «protectorado» iraquí no sólo daría acceso a las grandes empresas anglosajonas, también sería una fuente de regulación y presión sobre el resto de productores del Golfo.

Un apunte final. El petróleo se usa actualmente para dos finalidades básicas, como materia básica para la industria química (plásticos, nuevos materiales, textiles, detergentes, etc.) y como combustible para los coches. Para la producción de energía eléctrica se utiliza más el gas natural. En este mercado están presentes alguna de las petroleras pero también importantes empresas eléctricas. Por esto considero que hay una vinculación directa entre la guerra del petróleo y el creciente uso del automóvil. Y por esto, estratégicamente la lucha contra la guerra de Iraq debe asociarse al cambio en las formas de transporte y la organización del territorio. «Si quieres paz, anda más y usa el transporte colectivo».

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3 /

2003

La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

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