¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Kinopravda
Las sagradas escrituras del apóstol Kinocoña
Epístola tercera
Muy bien lo de las manis, ¿verdad? Uy, perdonad, ¡si no me he presentado! Yo soy la Puri, ciudadana de la limpieza y reportera de investigación y del corazón. Antes tenía un consultorio kino-culinario, pero se fue al carajo (al jefe le dio un telele porque la gente no iba a ver lo que postulábamos). Que le vamos a hacer, ¡más se perderá en Irak! Pues al paro, ¡qué le vamos a hacer! Ah, pero yo bien, no crean. Que yo mientras tanto me he leído El año desnudo de Boris Pilniak, que es canela en rama. Tan canela en rama, que están agotadas todas las ediciones. Y tan tranquila me he quedao, vaya que sí. Porque ya me dirán ustedes lo que a mí me importaba salir en la epístola ésta. ¡Fíjate! Pero ya se sabe lo que son las cosas. Estrenan una peli norteamericana, bueno estrena muchas, pero una que vale la pena. La Oficina Soviética para el Cine pero ya sabrán dado cuenta, so majaderos, que lo de poner un «apóstol» es un truco publicitario, porque en el fondo, muy en el fondo, estamos todos los de la antigua oficina, bueno, pues decía que el pleno de la oficina le dio el beneplácito a una peli norteamericana, pero, ah, amigos, resulta que nadie quiere comentarla. Kinocoña delega en Kinoguasa, que a su vez delega en el chucho Dostoyevski, que ve que no puede delegarlo en nadie más, y propone contratar al antiguo personal de la oficina. Y ya está, va la Puri, a sacar las pelis del fuego. No te digo, si es como siempre. Y conste que yo no le quiero ningún mal al Dostoyevski, faltaría más, que me ha dejado La música de una vida de Andrei Makine, que es como una penícula, y hace llorar. ¡Es de un emotivo, ay, que es que hace llorar a un carcamal! Bueno, a Aznar no, pero a los demás sí.
Bueno, a lo íbamos, que nadie estaba por la labor de comentarGangs of New York de Martín Scorsese, que no sé yo porque no la habrán traducido al castellano. Debe haber un juego de palabras complicado de traducir, digo yo. Pues, bueno, ¿qué queráis que os diga? La peli, como es yanqui, pasa muy bien (aunque sean dos horas y pico). Baja un poco la tensión cuando le queman la cara al Di Carpio, pero eso es seguramente un indicio de que en la peli había mucho más y el productor hizo de las suyas. O sea, que el productor manos tijeras dejó la peli hecha unos zorros. Con todo, la peli queda muy presentable. Hay quién dice que es muy enormemente violenta, pero no hagáis caso, en realidad no lo es ni una miaja más que viajar en el metro en una hora punta. Fijo. Os lo digo yo, que voy en metro.
A mí, la verdad, me gustó el final. Me hizo pensar. Bueno, lo que estalla al final. ¡Joder, qué patada a los huevos de la historiografía oficial! ¡Anda ya y que te zurzan con las historias del salvaje oeste! Historietas de tebeo, hombre. Lo fuerte estaba en Nueva York aunque pensándolo bien, lo fuerte no sabemos dónde estaba. No, seguro, donde dicen que estaba las películas de Hollywood. Lo que digo yo, ¡hay más mierda que en casa Bush! A mí me he quedado con las ganas de leer algo sesudo sobre el tema. Pero, tranquilo, que los del boletín esté seguro que enseguida nos pasan bibliografía. Fijo.
Apa, adiós, muy buenas, me voy a leer un rato Chevengur, que no lo acabo nunca. Y si queréis algo, enviad un e-mail y nada, que vamos a tomar unas copas juntos y tal.
4 /
2003