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Alejandro Torrús

«La Transición es el cimiento de la podredumbre actual». Entrevista a Alfredo Grimaldos

El pasado 4 de diciembre falleció Alfredo Grimaldos Feito. Aunque el óbito de este excelente periodista de investigación ha sido reseñado tan solo en unos pocos medios de comunicación y habrá quien le conociera más por su vertiente de crítico y experto en el flamenco, Grimaldos compaginó esta última trayectoria con la de autor de numerosos artículos periodísticos y libros sobre la Transición española, la injerencia de ciertos servicios secretos extranjeros en el rumbo que acabó tomando esta y algunas de las figuras más insignes de la derecha española. Entre las obras que publicó cabe destacar La sombra de Franco en la Transición (Oberón, 2004), La CIA en España. Espionaje, intrigas y política al servicio de Washington (Debate, 2006, reed. por Península, 2017), Claves de la Transición, 1973-1986 (para adultos) (Península, 2013), La Iglesia en España, 1977-2008 (Península, 2008), Zaplana, el brazo incorrupto del PP (Foca, 2007) y Esperanza Aguirre, la Lideres.a. (Foca, 2009).

Los más puntillosos aducirán que Grimaldos no era un historiador de formación académica y restarán credibilidad al llamado “periodismo de investigación”, pero lo cierto es que algunos de sus libros, en particular los dedicados a los manejos de la agencia de inteligencia estadounidense en España, arrojaron mucha luz sobre una faceta de la Transición hasta entonces muy poco estudiada; una faceta que, a tenor de las entrevistas y los documentos desclasificados incluidos en esas obras de Grimaldos, tuvo profundas repercusiones en el devenir de la historia reciente de este país. (Véase al respecto la reseña que mientras tanto publicó años atrás con motivo de la aparición de La CIA en España).

Reproducimos a continuación una entrevista que Alfredo Grimaldos concedió al diario Público en junio de 2013.

* * *

Advertencia. Si el que lee estas líneas cree que la Transición fue un periodo modélico, marcado por el consenso y dirigido por el pueblo, el último libro de Alfredo Grimaldos (Madrid, 1956) Claves de la transición 1973-1986 (para adultos) (Editorial Península) puede erosionar su ideología. El autor repasa uno a uno todos los acontecimientos clave del paso de la dictadura franquista al actual sistema con un discurso desmitificador y corrosivo. Desde el papel de “tutela” de la CIA al rol del PCE como “policía de la calle”. La Transición es para el autor una «metáfora de un interrogatorio policial» donde son los propios franquistas quienes diseñan el cambio y se reparten los papeles en la obra que ellos mismos dirigen. “La imagen oficial de este periodo se ha construido sobre el silencio, la ocultación, el olvido y la falsificación del pasado”, denuncia Grimaldos, quien insiste en que toda salida de la “podredumbre actual” debe pasar por una nueva Constitución.

Su libro arranca con la siguiente frase: “El franquismo no es una dictadura que finaliza con el dictador, sino una estructura de poder específica que integra a la nueva monarquía”. ¿Pervive el franquismo en nuestro sistema democrático?

Sí. Nunca ha habido una depuración del aparato franquista ni tampoco interés en llevarla a cabo. Por tanto, sociológicamente queda un poso franquista muy grande. No obstante, quiero puntualizar tu pregunta. Aludes a un sistema democrático que no sé si existe. Esta es una democracia en la que los partidos mangoneos y en la que el pueblo soberano está bastante lejos de las decisiones. El propio sistema electoral es profundamente antidemocrático y favorece el bipartidismo que ha provocado que ellos se lo guisen y ellos se lo coman. Tampoco hay democracia interna en los partidos. A todo esto hay que añadir que los grandes medios de comunicación son todos de derechas y el pueblo está sometido a un discurso de intoxicación constante.

Usted acaba de hacer referencia a la distancia que separa al pueblo soberano de las decisiones políticas. En su obra afirma que durante la Transición se asistió a una liquidación de los movimientos populares que ha provocado una partitocracia corrupta y que ahora está llegando a su máximo nivel de podredumbre.

Cuando al final del franquismo deciden que hay que hacer algún cambio es obvio que están forzados por la lucha en la calle y por los movimientos populares que se han ido creando. Era obvio que tenían que actualizar el régimen pero para ello necesitaban desactivar al enemigo y el enemigo era los movimientos populares. Ahí el problema es que inmediatamente cuentan con las direcciones de los partidos de izquierdas, sobre todo del PCE de Carrillo. Lo que hacen es meter en ese enjuague a los dirigentes del PCE y Carrillo que ejerce de policía y se encarga de desactivar la calle y desmontar su propio aparato antes incluso de haber conseguido nada.

¿Por qué cree usted que Carrillo desactivó la lucha en la calle?

Tenía por objetivo entrar en el nuevo juego y buscar su propia posición en la estructura política que se está creando.

El PCE no es el único que sale malparado en su libro. Al PSOE le acusa de traicionar sus principios.

Al PSOE tal y como lo conocíamos lo liquidan en Suresnes (Francia) en 1974. Allí, con el dinero de la socialdemocracia alemana, la tutela de la CIA y la escolta de los servicios de información de Carrero Blanco se inventan un nuevo partido que esté preparado para ser alternativa de poder y mantener el mismo sistema. Cuando Felipe González regresa de Suresnes, donde se hace cargo de la dirección del partido, un comisario lo detiene en Sevilla pensando que ha dado el pelotazo. Sin embargo, sus superiores le dicen que lo suelte inmediatamente porque es «uno los nuestros».

Otro mito de la Transición: el papel de Adolfo Suárez

Adolfo Suárez es un político mediocre que llega al poder por determinadas circunstancias y tiene fecha de caducidad. Él fue elegido para llevar la primera etapa de la Transición hasta las elecciones generales de 1977. Sin embargo, cuando los de arriba decidieron que se tenía que ir él prefirió continuar. No se dio cuenta de que estaba en el cargo precisamente para cumplir una función para otros poderes superiores. En el momento que decide, a contracorriente, quedarse en el poder, empieza a enfrentarse con el rey, con los estadounidenses, con los empresarios, con el Ejército… Hasta que se vio obligado a dimitir.

El papel de la CIA

La CIA está omnipresente en su libro. Toda decisión, todo político que asciende, tiene el beneplácito de los servicios secretos estadounidenses. ¿Hasta qué punto cree usted que la CIA tutela la Transición?

Cuando Nixon llega a España en 1970 se encuentra con un Franco muy mayor. Nixon se vuelve preocupado. Para ellos era muy importante mantener la Península Ibérica en su sistema de alianzas. Entonces, le dice a Vernon Walters, su hombre de confianza, que venga a España para ver qué va a suceder después la muerte del dictador. Franco se dio cuenta enseguida de qué pasaba y le dijo a Walters que está todo atado y bien atado, que el Ejército se pondrá de parte de Juan Carlos I y que su principal monumento no es el Valle de los Caídos sino la clase media española que hará de colchón para impedir una revolución.

Acaba de decir que Franco dejó orden de que el Ejército obedeciera a Juan Carlos I. La pregunta del millón de la Transición es hasta qué punto el rey estaba al tanto del golpe de Estado.

Está claro que el rey sabía del 23-F. Hay que decir también que el 23-F es un golpe residual que se da por inercia. Es una pasada de frenada. Adolfo Suárez se había convertido en un personaje incómodo que no había cumplido con su compromiso de retirarse a tiempo. Además, se había metido en cosas que no debía como la cumbre de los no alineados. Se había convertido en un personaje detestado por el Ejército, por los estadounidenses y por el propio rey. Para quitárselo de encima planean una especie de golpe institucional, en el que está involucrado el PSOE, y formar un gobierno de concentración. Suárez lo ve venir y dimite con lo cual desactiva el golpe. Pero es que había varios golpes dentro del mismo. Y uno de ellos se pasa de frenada.

¿Los americanos estaban al tanto del 23-F?

El golpe del 23-F está auspiciado y tutelado por los estadounidenses. Los americanos desactivan ese mismo día las redes radioeléctricas de comunicaciones y ponen a la Sexta Flota frente a la costa de Valencia. Además, un dato muy significativo: el comandante Cortina, coordinador del Golpe, visitó días antes del golpe la nunciatura del Vaticano en España y la embajada de Estados Unidos. Como tantas otras veces, el Imperio y la Iglesia están al tanto de todo.

El poder judicial

Usted es muy duro en el libro con la Justicia y con la Policía. Los acusa de haber protegido a los asesinos de ultraderecha e incluso de haber dado armas a estos grupos.

El sistema judicial actual es de extrema derecha mayoritariamente y el de hace 35 años ya no tiene ni calificativo. En el libro hablo de que hay hasta cien siglas de grupúsculos de extrema derecha que muchas veces son los mismos, Fuerza Nueva, y otras veces son las propias fuerzas de seguridad. Grupos parapoliciales, muchas veces de la Policía o de la Guardia Civil que se inventa siglas para matar a alguien. Los años 80 son tremendos. Sobre todo en el País Vasco. Aquello fue una matanza.

Ahora se ha destapado el caso de Emilio Hellín, el asesino de Yolanda González.

Es un caso escandaloso pero no es el único. Hay que tener en cuenta que junto a Hellín había un policía nacional y un guardia civil. A Hellín, cuando lo detienen, le dieron hasta dos permisos que aprovecha para escaparse. Es tremendo. Pero los casos como este son innumerables.

La acusación de promover a hombres con un pasado oscuro en la Transición llega hasta el Gobierno de Zapatero.

Sí. El torturador Gil Rubiales, que ya ha muerto, fue nombrado comisario jefe de canarios por el gabinete de Zapatero. Pero hay otros muchos casos. Por ejemplo: Rafael del Río, director general de Policía en la época de los GAL, ahora es presidente de Cáritas; el torturador ‘Billy el niño’ fue director general de Talbot; y el ex director general de la Policía Rafael del Río llega a un alto cargo en Iberia. Todos con sueldos fastuosos.

La Constitución

¿Queda alguna institución que no esté intoxicada por el pasado franquista?

Está todo muy contaminado. No se ha producido una ruptura democrática y el correspondiente saneamiento del Estado. Ahora tenemos todos los problemas de un Estado del bienestar en retroceso con la rémora añadida de la pervivencia franquista. Tenemos ese plus de miseria política.

Habla de dos factores que influyen en la actual “miseria política”: el retroceso del Estado de bienestar y la pervivencia franquista. ¿Qué culpa le corresponde a la Transición que se hizo?

El funcionamiento de este sistema actual viene de los enjuagues de la Transición donde todo se fraguó para que dos partidos mandaran con un sistema electoral antidemocrático y con una absoluta falta de control. Montan el sainete de que el PP y el PSOE están que se matan pero si hacemos balance están de acuerdo en la inmensa mayoría de las grandes decisiones. Entre los dos impiden cualquier tipo de fiscalización y control. Los técnicos hacen informes diciendo que es todo una cochambre pero los ignoran.

Denuncia también que la Constitución fue adoptada de espaldas al pueblo.

El referéndum de la Constitución fue como un referéndum franquista. Sólo se podía decir sí o no. Votamos la Constitución con todo revuelto. La Iglesia, el rey, normas democratizadoras, derechos… todo un batiburrillo. Eso no puede llamarse democracia. Además, cuando se creó la comisión constitucional, había muchos partidos de izquierdas que aún estaban ilegalizados. Una cosa importante: en el País Vasco las abstenciones y los «no» ganaron al sí. Es decir, allí no se aprobó la Constitución y llevan 30 que se la quieren hacer comer con papas.

¿Cómo se puede iniciar una regeneración del sistema actual?

Cualquier movimiento que pretenda regenerar la democracia pasa por refundar o revisar los acuerdos o medidas de la Transición. La Transición es un gran fraude. Es el cimiento de la podredumbre que tenemos ahora.

 

[Fuente: Público, junio de 2013]

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2020

La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

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