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El Lobo Feroz

Insolidarios

Resulta que en este país, como no podía ser de otra celtibérica manera, además de cegatos de derecha y de izquierda tenemos un amplísimo plantel de insolidarios, de gentecilla a la que no le ha dado la gana cumplir con los elementalísimos protocolos sanitarios para evitar la propagación de la pandemia actual.

Están, para empezar, los jóvenes que no saben vivir sin botellón y los no tan jóvenes que no saben vivir sin discoteca. ¡Perdónales, Señor, tras darles una buena patada en el trasero!

Están los desidiosos para quienes ponerse una mascarilla es molestia superior a sus fuerzas. ¡Llénalos de pústulas, Nazareno, para que prefieran ponérsela!

Están los políticos que pretenden arrimar el ascua a su sardina a propósito de la pandemia: los de Vox, la presidenta de la Comunidad de Madrid y otras autoridades y cargos púbicos. Estos malditos son como los hongos: los arrancas y vuelven a aparecer. Son flora autóctona española. Malas hierbas. Gente mala.

Están, en fin, los llamados negacionistas —a los que sería preferible llamar directamente desgraciados estúpidos— que no creen en la epidemia, y buscan explicaciones de conjura mundial para lo que pasa: están más locos que un cencerro, pero están.

[Que haya gente incapaz de renunciar a botellones y discotecas indica que en su imaginario cultural han arraigado con fuerza. Pero esas cosas no han germinado solas, sino por  pertenecer a un género de cultura muy cultivado por las televisiones tanto públicas como privadas. También a esos programas y a quienes los sostienen habría que darles la patada en el trasero que en su caso les sacara del empleo público.]

Entre todos han facilitado el rebrote de la pandemia. No son, segura ni principalmente, su causa única, pero sí los responsables de que en España la enfermedad se difunda más fácilmente que en otros países.

A los responsables de organizar botellones les quiere ver este Lobo en la cárcel.

A los políticos que hacen más invivible la situación tratando, como Trump, de tirar para casa con la pandemia, quisiera verles crucificados, aunque sólo fuera un ratito.

Hay gente a la que las normas mínimas sugeridas por los especialistas y dictadas por los gobernantes les resbalan: son normas no sólo para protegerse uno mismo, sino para proteger también a los demás, como sabe todo hijo de vecino que no sea analfabeto. Pero los analfabetos funcionales, muy peligrosos porque suelen creerse listos, proliferan en este país.

Acracia pura. ¿Dónde estaríamos ahora si no existiera el Estado?

Como ves, todo el mundo tiene que reflexionar.

Y aprender de los chinos.

 

Y todo el mundo suspira:¡si pudiéramos estar como antes!

Antes, ¿de qué?

¿De la crisis que empezó en 2008?

Nos han llamado de todo: agoreros, extremistas, pesimistas, catastrofistas. Pues estamos en una crisis catastrófica que no ha hecho más que empezar, con la producción por los suelos, con sectores como el de los servicios para el turismo que no se recuperarán jamás, con el Estado endeudadísimo, con todo el mundo pidiendo la ayuda del Estado, con unos servicios de salud ahora manifiestamente escuálidos tras las oleadas de privatizaciones, con una educación que hace aguas, con una nueva generación perdida de hombres y mujeres; y estamos a la espera de la manifestación de otros aspectos de la crisis ecológica, inevitable a causa de una economía de producir por producir, de crecer por crecer (pues eso beneficia a los que ya tienen). Y lateralmente con otra crisis, la que afecta al modelo de estado, con gente no desasnada empujada a creer que la independencia de su parcela les hará felices y comerán perdices; con un Estado que además experimenta sacudidas en su jefatura, un poder judicial políticamente mediatizado; y además con mucha corrupción y mediocre personal político.

El legado que queda para las gentes jóvenes no permite discernir por dónde vendrán los tiros. Quizá se produzca el milagro de unas nuevas generaciones que, como contra el franquismo, carguen sobre sus hombros la cosa pública y las causas sociales. Pero más bien es de temer un período de piqueta y derribo de las escasas conquistas democráticas que se ha logrado conseguir. De modo que a unirse tocan; cada uno debe saber qué es para él lo principal y qué lo accesorio, y centrarse en lo principal junto con otros.

Te dice este Lobo que puede venir otro lobo.

24 /

10 /

2020

La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

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