La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Entrevista a Adriana Salvatierra
El pasado domingo 18 de octubre, el MAS triunfó en las elecciones bolivianas por un margen contundente. Desde Jacobin América conversamos con Adriana Salvatierra sobre el banace de la victoria, las implicancias en la región y sus expectativas de cara al futuro.
Se vuelve difícil no comparar la enorme victoria del MAS en las elecciones del pasado 18 de octubre con aquella de 2005, que llevó por primera vez a Evo Morales a la presidencia de Bolivia.
Las elecciones de aquel año habían estado precedidas por una serie de crisis y conflictos que resultaron fundamentales para impulsar al líder sindical de los cocaleros a la presidencia. El modelo económico neoliberal, impuesto a Bolivia a través de la dictadura militar de Hugo Banzer Suárez y los posteriores gobiernos de derecha de Jorge «Tuto» Quiroga, Gonazalo Sánchez «Goni» de Lozada y Carlos Mesa, alcanzaba el apogeo de su impopularidad. Las demandas de nacionalización de la industria del gas y del petróleo del país se imponían a cualquier otro tema en la agenda política.
Particularmente la Guerra del Gas, iniciada contra los gobiernos de Sánchez de Lozada y Carlos Mesa y su intento de exportar grandes cantidades de gas natural a Estados Unidos a través de Chile, detonó los vestigios finales de la estabilidad que el sistema neoliberal aparentaba mantener. Las masacres del Octubre Negro a manos de «Goni» de Lozada, en El Alto, aún estaban frescas en la memoria popular del pueblo. Se creaban las condiciones para un cambio radical. Llegaría un nuevo gobierno, socialista, que también incorporaba las tradiciones políticas del indigenismo y las luchas de las organizaciones kataristas.
Los once meses anteriores a la victoria de Luis Arce del pasado domingo parecen una repetición en cámara rápida de aquellos años. La economía boliviana, una de las de mayor crecimiento en la región antes de noviembre de 2019, experimentó una caída del 6% (algo que no sucedía desde principios de siglo). La pandemia del COVID-19 y la mala gestión económica bajo el régimen de Áñez pasaron factura. Las masacres de Senkata y Sacaba –más violentas, incluso, que las de El Alto en 2003– revelaron el carácter ferozmente represivo del régimen. Los casos de corrupción (como el «Caso Respiradores», que involucró cientos de costosos equipos médicos para la pandemia que fueron robados por miembros del gobierno de facto) aumentaron la bronca de las izquierdas y generaron decepción en las derechas. El nuevo régimen era pura podredumbre. La persecución contra activistas políticos, periodistas, líderes de MAS, el desmanejo ante la pandemia del COVID-19 y el reiterado aplazamiento de las elecciones desató otra revuelta popular y masiva en agosto, que paró el país y forzó al gobierno a comprometerse a realizar elecciones el día 18.
El resultado final de 2020 fue casi idéntico al de 2005. Mientras que el MAS obtuvo el 55,1% de los votos totales, el expresidente neoliberal Carlos Mesa logró el 28,83% y el candidato de la extrema derecha cruceña, Fernando Camacho, se llevó el 14%. Ese 55% a favor del MAS también le garantiza la mayoría en ambas cámaras de la Asamblea Plurinacional: 73 diputados (de 130) y 21 senadores (de 36), lo que augura, en el terreno institucional, cierta estabilidad política para gobernar e iniciar el proceso de recuperación económica y social del país.
Denis Rogatyuk y Bruno Sommer Catalan conversaron con Adriana Salvatierra, expresidenta del Senado de Bolivia, acerca del futuro del país y de los retos que se avecinan ante esta renovada y contundente victoria, festejada por los pueblos de toda América Latina.
DR: Has estado recorriendo todo el país haciendo campaña por el Movimiento al Socialismo (MAS). ¿Cómo viviste las últimas semanas de campaña? ¿Cómo se sienten los compañeros y compañeras luego de haber conseguido tamaña victoria?
AS: Ha sido una campaña bastante tensa, porque se construyó el relato del fraude electoral para legitimar lo que sucedió en noviembre, que fue un golpe de Estado. Así como ganamos las elecciones de 2019, ganamos las elecciones este 2020… y ahora hemos alcanzado el 55% de los votos, y ese es un dato importante porque derrumba los argumentos sobre los cuales intentaron legitimar el golpe. El segundo elemento importante es que ha sido una muestra de valor y de coraje del pueblo boliviano. Un día antes de la realización de las elecciones, el gobierno de Jeanine Áñez realizaba ejercicios militares y demostración de la fuerza policial y militar en las calles buscando amedrentar al pueblo boliviano. Y, sin embargo, el pueblo boliviano se manifestó contundentemente en las urnas, con más del 55 % de apoyo.
Ha sido también un año de profundos aprendizajes para nosotros como militantes del MAS. Un año cargado de dolor, pero que ha abierto una senda de esperanza que para nosotros es ampliamente importante.
DR: El MAS ha superado el 55%, pero además ha obtenido mayoría en ambas cámaras de la Asamblea Plurinacional. ¿Se esperaban algo así? ¿Qué explicación encuentras para esos resultados en relación a los del año pasado?
AS: Teníamos nuestros cálculos establecidos, que nos decían que ganábamos en primera vuelta. Pero a mi me sorprendió la contundencia. Creo que la razón de la victoria radica fundamentalmente en que nosotros interpretamos las necesidades de la población en este contexto adverso, mientras que hubo partidos políticos que se disputaban quién era el legítimo opositor al MAS o el mejor adversario al MAS. Nosotros nos enfocamos en responder las preguntas que tenía la gente, responder cómo íbamos a recuperar la estabilidad y el crecimiento económico, cómo íbamos a impulsar un nuevo proceso de generación de empleos, cómo se reactivaría la economía en la gestión de Luis Arce y David Choquehuanca, y creo que esas explicaciones han supuesto una diferencia fundamental.
El segundo elemento es que la gente ha podido contrastar. Aquella oposición, que durante catorce años cuestionó y denostó el proyecto político del MAS, nuestra revolución democrática y cultural, demostró su total ineficiencia en el ejercicio del poder. Demostró su incapacidad de gestionar el aparato del Estado y, fundamentalmente, de administrar lo político en torno al cumplimiento de intereses de clases a los que ellos responden. Y en ese contraste, la gente pudo ver cómo estaba hace un año y cómo estaba ahora; cómo hace un año tenía organizada su vida, planificadas sus finanzas, y cómo ahora todo eso se había venido abajo, no solo por la crisis sanitaria sino por una deficiente gestión pública.
Entonces creo que esos han sido los motivos fundamentales: el haber acercado nuestro programa de gobierno a las necesidades reales de la población, pero también el haber tenido este tiempo donde la gente ha podido contrastar los proyectos políticos y saber cuáles realmente obedecen a las necesidades del pueblo boliviano.
BS: Pese al contundente triunfo electoral del MAS, seguimos viendo diversos grupos paramilitares de extrema derecha atacando a grupos afiliados al MAS y sin reconocer la derrota. ¿Cómo ha impactado esto en los movimientos sociales? ¿Han pensado cómo abordar esto en las próximas semanas?
AS: Creo que en la realidad lo que existe es un calentamiento de la calle. Un calentamiento con rumbo a fortalecer el liderazgo de Luis Fernando Camacho (Creemos) en las subnacionales. Existen grupos paramilitares de carácter fascista, pero cada vez más reducidos. Es que hasta Mike Pompeo, en Estados Unidos, reconoce la victoria del MAS. Nuestra victoria ya fue reconocida por la comunidad internacional, por los Estados, los observadores internacionales, el propio Tribunal Supremo Electoral, los partidos políticos que participaron en esta elección… Por todos, a excepción de Luis Fernando Camacho. Entonces, creo que es una posición que se va quedando cada vez más sola, más abandonada, carente de propuesta alternativa, pero que busca reivindicar la participación de Luis Fernando Camacho en una elección de carácter local con el fin de convertirlo en el interlocutor válido de la región.
DR: Santa Cruz siempre ha sido una provincia decisiva en términos políticos. ¿Cómo afrontará, el futuro gobierno del MAS, el problema de separatismo y extremismo en esta región?
AS: Creo que partimos de un escenario altamente complejo, en la medida en que el MAS ya no tiene el monopolio de la calle. Nosotros tenemos capacidad de movilización nacional, sí… pero debemos reestructurar nuestra presencia; específicamente, en la ciudad de Santa Cruz, porque el área urbana de Santa Cruz de la Sierra, como municipio, se encuentra dividida en ocho circunscripciones. Nosotros, por supuesto, tenemos una fuerte presencia en el área rural; sin embargo, en las elecciones de 2014 alcanzamos tres circunscripciones, las tres en la zona sur-suroeste de nuestra ciudad, y hoy hemos alcanzado solo una. Es bastante delicado y complejo que se haya perdido en el Plan 3000, que siempre ha sido considerado un bastión del MAS.
Eso debe llamarnos profundamente la atención. Porque perdiéndose dos circunscripciones y quedando solo una en el área urbana, estamos en condiciones adversas para la resistencia ante un proyecto fascista en términos territoriales. Esto implica la necesidad de reestructurar la militancia en el territorio. El conflicto más importante ronda en torno a la figura de Luis Fernando Camacho: su extremo conservadurismo y su regionalismo son características que han marcado su línea de campaña y que han instrumentalizado la religión como identidad demográfica del poder. Pero también ha hecho uso del regionalismo como bandera para la imposición ante el país, y creo que nosotros no buscamos construir aquello como bolivianos y como bolivianas. Creo que como bolivianos y bolivianas creemos fundamentalmente en la integración como elemento esencial para el desarrollo nacional.
BS: ¿Qué perspectivas se vislumbran para la derecha boliviana? ¿Cuánto ha golpeado la derrota? ¿Se quedan sin líder?
AS: No hay que desmerecer aquello. Creo que la posición de Fernando Camacho, si bien está territorializada en el Departamento de Santa Cruz, enclaustrada en los límites departamentales, no podemos desconocerla, porque detrás de eso hay un proyecto político. El problema del proyecto político es que es de imposición desde lo local hacia lo nacional, y no de carácter nacional para la integración. Otra cuestión refiere al liderazgo de Luis Fernando Camacho y qué pasará con eso. En realidad, se trata de la historia del repliegue de las clases dominantes locales: cuando se ven derrotadas ante la emergencia de un proyecto político nacional (ya lo vivimos en 2008, cuando se genera ese escenario de confrontación región versus Estado y se produce lo que Álvaro García Linera llama «proceso de bifurcación»), la oposición –particularmente la asentada en el oriente cruceño– tiende a volver a su núcleo territorial a disputar los escenarios locales, las alcaldías, las gobernaciones, las cooperativas… La institucionalidad de lo cruceño se repliega, nuevamente, a lo local, y desde ahí plantea ejercer la resistencia. Pero a mí lo que me parece más complicado es la naturaleza del proyecto político y, más allá de eso, el alcance que ha tenido éste en la ciudad de Santa Cruz, creo que es algo que tenemos que analizar bien.
BS: ¿Cuál va a ser el rol de las mujeres en este nuevo gobierno del MAS? ¿Hay alguna autocrítica a este respecto sobre el período anterior?
AS: Hemos tenido profundos avances, sin lugar a dudas. Somos el primer país que conquistó la paridad de género en las instancias de representación legislativas. Incluso en el ámbito local, hemos tenido grandes avances en torno a la modificación de la estructura de la tenencia de la tierra, garantizando pasar de un 15,6 a un 46,5 de los títulos agrarios a nombre de mujeres. Hemos avanzando en normativas que han garantizado a las mujeres mecanismos de protección contra la violencia (también la violencia política). Pero, por supuesto, todavía falta.
Tenemos que saldar distancias históricas que se construyeron a partir del patriarcado como sistema de reproducción de privilegios de género. Creo que debemos reflexionar profundamente en torno a la participación de las mujeres, y sobre cómo nosotras nos convertimos en portadoras o no de las agendas de género. El ser parlamentaria mujer no necesariamente quiere decir que seamos portadoras de aquellas agendas, y eso debemos reflexionarlo, en la medida en que esa representación se constituye en un avance importante para nuestra sociedad.
Además, creo que hoy hay una emergencia de compañeras (y también compañeros) jóvenes que tienen certidumbre acerca de la vigencia del proyecto político. De que esto va trascendiendo fronteras generacionales, y que va garantizando su permanencia en el tiempo en la medida en que nosotros avanzamos en la materialización de los pilares que nosotros ya tenemos: la soberanía, la democratización de la riqueza, la ampliación de las oportunidades para todas y todos.
DR: ¿Cuál es el futuro de las organizaciones juveniles en la Revolución Boliviana?
AS: Una vez, en un congreso, Chávez se dirigió a la juventud venezolana y le dijo que eran la mejor generación «no por lo que hayan conquistado, sino por el desafío que tienen por delante». Y creo que eso hoy aplica a nuestro país: nuestra generación ha cumplido el enorme desafío de retornar a las vías democráticas, a un gobierno legítimo. Tiene el desafío de reconocer los avances y continuar transitando por un camino que garantice esto que hemos conquistado en catorce años, porque la emergencia de proyectos políticos conservadores nos ha demostrado que es posible retroceder en torno a las conquistas. Nos ha demostrado que aquello que considerábamos irreversible en realidad sí lo es. Nos los ha demostrado Brasil, a cabalidad, y también el gobierno de Macri en Argentina.
Pero la juventud tiene, también, el enorme desafío de enfrentar la militancia con una naturaleza distinta. Tenemos un problema, y es que muchos jóvenes probablemente van abandonando la vida de la participación sindical en el ámbito de lo campesino, toman nuevas formas de organización, tienen nuevas formas de comunicarse, de expresarse, y ahí radica también el desafío de esta generación: continuar construyendo ese horizonte común de ideas, valiéndose de estas nuevas herramientas. Este escenario es altamente complejo, y esperemos que nuestra generación, como lo ha demostrado este 18 de octubre, continúe estando a la altura de los grandes desafíos.
BS: ¿Qué piensa acerca del proceso que está llevando adelante el pueblo de Chile para la redacción de una nueva Constitución?
AS: Admiración. Un proceso constituyente es altamente complejo, porque implica discutir el origen de la construcción del Estado como herramienta de reproducción de privilegios de clase, de género, de privilegios coloniales, también, y esa interpelación de privilegios no siempre tiene una reacción pacífica de las clases dominantes que se sienten interpeladas; tienen reacciones muchas veces violentas y buscan apelar, además, a banderas que parecerían comunes, y principios fundamentales para llevarte a una posición conservadora. Por ejemplo, en Bolivia dijeron que la Constitución política del Estado aprobaba el aborto, empezaron a hacer propagandas con imágenes de fetos abortados, y uno decía: «oye, en ninguna parte de la Constitución dice eso». Pero claro, despierta tal conmoción en un sector de la población, que había gente que lo creía. O, por ejemplo, la sagrada propiedad privada: decían «si tenés dos casas, te van a quitar una». Y la Constitución política del Estado no solo respeta la propiedad privada, sino que el proceso de cambio le dio casas a miles de bolivianas y bolivianos. O cuando empezaron a jugar con la fe y la religión, y había afiches que decían «escoge entre Dios y la nueva Constitución política del Estado»… y vos decías, ¿por qué es necesario tocar aquellas fibras tan sensibles que no son parte del debate esencial?
Por eso yo creo que el pueblo tiene que prepararse para vivir un fuerte escenario de confrontación de ideas, donde estos sectores apelarán a las sensibilidades de la población. Pero es un escenario de confrontación donde, al mismo tiempo, también radica la posibilidad de construir un destino distinto para todas y todos, reconociendo injusticias históricas y construyendo el camino a partir del cual comiencen a ser progresivamente saldadas. Por supuesto que la Constitución no es la respuesta a todo. Vendrá también un proceso post constituyente, que también implica un fuerte proceso de movilización y participación. Pero si hay algo esencial en el debate constituyente es, precisamente, ese ejercicio movilizador de la población que toma parte en la discusión de elementos esenciales del Estado y la consolidación de los derechos.
DR: ¿Crees que Bolivia necesita algunas reformas en el ámbito comunicacional? ¿Cómo se puede pensar la creación de medios alternativos de comunicación capaces de competir con los medios privados, para sacarlos de ese lugar prominente que ostentan ahora desde el que –como vimos–pueden colaborar en la gestación de golpes de Estado?
AS: Creo que los medios de comunicación jugaron un rol importante como aparato mediático de la propagación del relato de un fraude electoral que legitimaba el golpe de Estado, pero nada fuera de eso. La última encuesta que sacó Página Siete decía que Carlos Mesa encabezaba la intención de voto, empatado y con décima superior a Luis Arce. Y vos ves el resultado electoral del domingo y no tiene absolutamente ninguna conexión con la realidad. ¿Qué te demuestra esto? Que, por supuesto, este era un medio que estaba sirviendo a los intereses electorales de una fuerza política. Y eso deslegitima el medio, porque claramente a partir de eso uno entiende por qué ataca al MAS, por qué tanta virulencia en los comentarios, en los titulares, en la creación de una imagen de vivir en una dictadura, de legitimar y aplaudir todo lo que guarde relación con Carlos Mesa.
Después de la elección, incluso, había una publicación de que Carlos Mesa era una de las treinta personas más influyentes del mundo para hablar del medioambiente. Carlos Mesa, el mismo que acababa de perder una elección por más de veinte puntos de diferencia, y cuyo único gesto con el medioambiente fue poner en las manos las cenizas del incendio en la Chiquitanía y sacarse una selfie con eso. Ese fue su «gesto medioambiental».
Ahí uno ve el rol de los medios de comunicación, que toman una posición política. Y es legítimo que asuman una posición política. Lo que no es ni legítimo ni correcto es que mientan al respecto. Lo único que nosotros demandamos de los medios de comunicación es verdad; verdad para la información, para la investigación y para asumirlo frontalmente. No puedes decirte un medio «independiente» si empatas los resultados de Luis Arce con Carlos Mesa y el domingo te muestran claramente que existía un resultado absolutamente distinto al que planteaste.
BS: ¿Cómo se prepara el MAS para el futuro? ¿De qué forma piensan que se puede fortalecer a los medios alternativos, independientes, y a la prensa, más allá de la que es parte del aparato público?
AS: Hay dos respuestas para eso. La primera es que hicimos un esfuerzo importante con la creación de radios comunitarias, que además construyeron un equilibrio al cerco mediático que existía en torno a la construcción de una narrativa que mostraba a los militantes del MAS como salvajes, personas intolerables, como un proyecto político que parecía destruido, con múltiples acusaciones que nos realizaron y para las cuales utilizaron los medios de comunicación. Realizamos aquel esfuerzo pero nos encontramos, de todas maneras, con que existe también una concentración de la preferencia de la fuente a partir de la cual me comunico; esto no es un hecho espontáneo, obedece fundamentalmente a cómo se invierte en los diferentes medios de comunicación para lograr mayor alcance. Por ejemplo, Detrás de la Verdad, que ha surgido como una red de información propia de Facebook, de las redes sociales, y es la de mayor alcance (incluso mayor al de las redes oficiales de los medios que tienen un mayor alcance por televisión).
Nosotros hemos vivido un proceso de polarización altamente complejo; yo escuchaba compañeras y compañeros en El Alto, en el Trópico de Cochabamba, que decían «yo el 11 de noviembre apagué la tele y no la escucho hasta el día de hoy, porque la tele me desinforma». Entonces creo que lo que debemos hacer, en realidad, no es seguir construyendo más y más medios alternativos, sino fortalecer la calidad de los medios alternativos que tenemos para que ofrezcan productos que deseen ser consumidos por la población. Creo que radica esencialmente en eso: no se trata solo de crearlos, sino sobre todo de fortalecer los contenidos a partir de los cuales se vuelven atractivos para la población. Contenidos que, además, coadyuven en el sostén de determinados principios.
DR: ¿Qué rol te gustaría desempeñar en el nuevo Gobierno? ¿Qué planes tienes, seguirás trabajando con la juventud en la formación de nuevos cuadros?
AS: No sé qué me depara, la verdad. Yo me postulé a una maestría en Desarrollo Humano y Democratización y estoy a la espera de la respuesta. Creo que, de todas maneras –independientemente de la administración pública, donde ya trabajé durante cinco años y espero haber cumplido los objetivos y pasar de forma positiva la evaluación– la militancia no acaba solamente en el servicio público. El aporte al país no se restringe a una responsabilidad de Estado, el aporte al país radica en la formación académica, que es necesaria también para contribuir con un mayor desarrollo del conocimiento. Creo que es necesario también volver a la militancia, porque si no perdemos la esencia. Yo apuesto a que los compañeros y compañeras que asuman esta gestión, tanto legislativa como al frente de la administración pública, sean compañeros profundamente comprometidos con las bases sociales de las cuales emergen.
No sé qué me depara el futuro, pero cualquiera sea la responsabilidad, desde la más sencilla hasta la más compleja, la asumo con total compromiso.
DR: ¿Qué puede hacer la comunidad internacional y los amigos de Bolivia para ayudar al pueblo a recuperarse y restaurar el Estado Plurinacional?
AS: Creo que la tarea de reconstrucción es altamente compleja, por supuesto, pero creo que nosotros debemos aportar en el fortalecimiento y en la reactivación de organismos de integración internacional como la CELAC, como Unasur… Espacios en los cuales se prescindió del tutelaje norteamericano, donde se establecían relaciones entre los Estados y los pueblos, fundamentalmente, no basados solo y exclusivamente en un intercambio comercial, sino también en una relación solidaria de los pueblos. Esos espacios, como Unasur, CELAC, el ALBA, que tenían otras lógicas de intercambio entre Estados, deben ser reactivados y fortalecidos. Porque eran espacios que no solamente contribuían a la democracia y a la estabilidad política en la región sino que eran espacios sobre los cuales, además, primaba el principio de soberanía y de respeto a las opciones que hubieran triunfado en determinados Estados.
Por eso es necesario rearticularlos. Nosotros sentimos la ausencia de esos espacios de integración precisamente en la pandemia, donde los Estados prefirieron darse la espalda y cerrar las fronteras en vez de contribuir de forma conjunta a la lucha contra la crisis sanitaria. Creo que ese debe ser un escenario importante que tomemos en cuenta para la reactivación de relaciones internacionales entre los Estados y los pueblos, basadas en la solidaridad y complementariedad.
DR: ¿Qué efecto crees que tendrá la victoria del MAS en el resto del continente?
AS: Muchos se ilusionaron con el cierre del ciclo progresista, pero llegó la victoria del MAS a ratificar la vigencia de este proyecto político. A ratificar que es desde este lado de la historia desde donde los pueblos desean construir un porvenir soberano, digno, con justicia social. Creo que la victoria del MAS en Bolivia representa eso, y pone en evidencia la clara intencionalidad política de organismos como la Organización de Estados Americanos (OEA), que lo único que hicieron fue buscar legitimar un golpe de Estado, convertirse en actores centrales, mentirle al pueblo boliviano y finalmente acabar con la vida de más de treinta y cuatro compatriotas. Nos hicieron perder un año, trajeron desorganización a nuestras vidas y muchísimo dolor a nuestras familias el dolor que trajeron a nuestras familias. Esa también debe ser una lección.
Adriana Salvatierra es Senadora del Estado Plurinacional de Bolivia y expresidenta del Senado
[Fuente: Jacobin América Latina]
27 /
10 /
2020