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La Redacción

A Julio, un adiós

 

Nada podemos decir de Julio Anguita que no se haya dicho ya. Hasta sus adversarios han reconocido el valor de la persona y del político. Al político le tocaron malos tiempos: el avasallamiento del Psoe, con la OTAN y sus bombardeos «humanitarios», su GAL, sus corrupciones y sus sucesivas reformas laborales; con Maastricht, a lo que se opuso por razones que hoy somos todos capaces de comprender; con el desmoronamiento de la Urss, una institución que procedía de la misma matriz que el Partido Comunista de España aunque éste fuera ya un verdadero partido comunista democrático.

Julio Anguita —como se suele decir: con sus aciertos y errores— fue un grandísimo dirigente de la izquierda española; un referente en tiempos de aguas turbulentas y confusión. Nunca le doblegó nadie. Hizo bandera de lo incumplido que estaba comprometido en la Constitución. El acierto es central; los errores secundarios.

Era esencial para el Partido Comunista que Anguita se quedara en Andalucía. Eso decían informes encargados por el PCE que el PCE no llegó a conocer. Un submarino los secuestró. Ello hubiera limitado al mero reformismo allí; pero Julio Anguita fue parachutado a dirigir el PCE, que, con la creación de Izquierda Unida, aspiró a la unidad de toda la izquierda verdadera en una sola entidad política. Sabido es que el proyecto solo se consumó en parte. Quizá hoy, cuando los tiempos son otros, quede claro que aquel proyecto era justo y las desavenencias cegatas.

Julio Anguita, duro como una roca política, era extremadamente cercano y sensible en el trato personal. Mientras tanto tuvo ocasión de conocerle también en este plano, y se honra en haberle acogido en sus páginas. Quienes le conocimos le queríamos. Nunca será olvidado. Ha sido un dirigente político de la izquierda sin tacha. Está en el olimpo de los revolucionarios sin fortuna que llevaron dignamente la antorcha hasta dejarla en otras manos.

la redacción de mientras tanto

20 /

5 /

2020

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

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