La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Asier Arias
Por qué es imprescindible que apoyes a medios como este
El siglo XX se ha caracterizado por tres desarrollos de gran importancia política: el crecimiento de la democracia, el crecimiento del poder corporativo y el crecimiento de la propaganda corporativa como medio para proteger al poder corporativo de la democracia.
Alex Carey, Taking the Risk Out of Democracy (1997)
Estas palabras del padre del estudio académico de la propaganda corporativa debieran responder ya a la pregunta planteada. De hecho, tan siquiera es necesario ir tan lejos: basta con echarle un vistazo a cualquiera de los grandes periódicos. Su contenido no puede menos que reflejar su naturaleza: corporaciones que venden un producto (audiencias de rentas elevadas) a otras corporaciones (anunciantes) y ofrecen la visión del mundo que cabe esperar dados los intereses de cada uno de los vértices de semejante triángulo. Profundizar en el sentido de estas palabras es algo que cabe hacer a través de los clásicos (Los guardianes de la libertad, de Chomsky y Herman, por ejemplo), pero también de textos recientes, como Paren las rotativas, de Pascual Serrano, o El director, del ex director de El Mundo, David Jiménez.
Sin embargo, insistamos, no es necesario ir muy lejos para encontrar ejemplos de la gestión corporativa de nuestra cultura política. Recordará el lector que el día en que arrancaba la COP25 en Madrid los periódicos serios salieron al kiosco enfundados en publicidad del mayor emisor de CO2 de nuestro país (Endesa), y lo cierto es que costaba distinguir el contenido de los anuncios del de los artículos y las columnas.
Hoy es aún más insensato que ayer dejar dócilmente nuestra cultura política en estas manos. La conclusión de que nos encontramos en una especie de recodo histórico no es particularmente controvertible: incluso los principales centros doctrinales del credo socioeconómico que hemos sufrido durante cuarenta años —por algún extraño motivo lo llamaban neoliberalismo— admiten explícita o implícitamente que la cosa se terminó y abogan ahora por alguna clase de equilibrio entre el Estado niñera para ricos al que dieron forma y el Estado de Bienestar que dinamitaron al efecto.
El modo en que salgamos de este recodo va a depender crucialmente del resultado de una batalla por las ideas que las mayorías vamos perdiendo: la «izquierda responsable» se ha alineado ya con el proyecto de buscar aquel equilibrio —ecológicamente imposible, anotemos de pasada— mientras la derecha tan siquiera tiene necesidad de entrar en ninguna batalla —les sobra con seguir profundizando en el mundo de los eslóganes descabellados y la depravación moral—.
Por todo ello —y por algunas cuantas cosas más—, si ya apoyas a este medio (o a El Salto, La Marea, Público, Ctxt, eldiario.es, Viento Sur o El Viejo Topo, pongamos por caso), convence a tu cuñado para que lo haga también.
15 /
4 /
2020