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Es más fácil para un camello

Josep Torrell

Valeria Bruni Tedeschi es una de las actrices más preciadas del cine europeo. Para quienes seguimos sus quehaceres desde lejos, nos sorprendió con la decisión de pasar al otro lado de la cámara. Para ello, se sirvió de un guión casi biográfico —escrito mano a mano con Noémi Lvovski, también realizadora— titulado sintomáticamente Es más fácil para un camello. La parábola bíblica tiene que ver —y mucho— con el argumento: ¿puede alguien extremadamente rico salvar su alma? La secuencia final contesta la pregunta, pero por el camino, la directora hilvana una serie agridulce de situaciones (desde el amante, hijo de un obrero de la Renault, hasta su hermano, que se vanagloria de no haber trabajado en su vida) que muestran la contradictoria vida de Federica, la protagonista, en los años del terrorismo italiano.

Para ser una primera película, nada hay que nos lo recuerde. Valeria Bruni Tedeschi se dirige a sí misma y a los otros con inteligencia. La cámara traza caminos entre los actores y consigue lo que otros no consiguen: belleza y transparencia. En adelante, habrá que seguir la pista de Valeria también en el sendero de la dirección.

11 /

2004

La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.

Manuel Sacristán Luzón
M.A.R.X, p. 59

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