La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Rafael Poch
Destruir puentes, apuntalar ejércitos
Cuantas más sanciones y castigos imponga Washington a la comunicación económica de la Unión Europea con países como China y Rusia, tanto más se acelerará el rearme militar alemán en el marco de la “defensa europea”.
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La Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó, el 11 de diciembre, el mayor presupuesto militar de la historia: 738.000 millones de dólares, infame enormidad que “será dolorosamente sustraída de la batalla contra el calentamiento global y los efectos de la austeridad neoliberal” (W. Streeck, dixit). El voto contenía también el compromiso de sancionar a las empresas europeas que participan en el gaseoducto Nord Stream 2 que conectará Rusia con Alemania a través del Báltico, paralelo al ya existente Nord Stream 1, duplicando la capacidad de suministro de gas ruso de 55.000 a 110.000 millones de metros cúbicos. Trump firmará este paquete en los próximos días.
Nord Stream 2 está casi terminado. Solo falta un 20% del trabajo. Las sanciones contemplan congelar en Estados Unidos los fondos de las empresas europeas implicadas y retirar los visados para entrar en el país a sus ejecutivos. Una empresa suizo-holandesa que coloca los tubos submarinos del gaseoducto frente a las costas danesas (Allseas) ya ha anunciado la suspensión de sus trabajos.
La inclusión de estas sanciones en el paquete del presupuesto militar es plenamente coherente con las declaraciones de los responsables americanos. “Es evidente que Estados Unidos tendría un problema si la tecnología alemana se uniera con las materias primas rusas, por eso desde hace un siglo es objetivo principal de Estados Unidos impedir una alianza germano-rusa”, ha dicho el consejero de seguridad George Friedman.
Que las sanciones por Nord Stream 2 son asunto geopolítico, lo ilustra el hecho de que su pauta se repite en muchas otras operaciones económicas y comerciales, todas ellas con un claro objetivo: destruir las relaciones que los aliados europeos establecen con los adversarios estratégicos de Estados Unidos.
La pauta Nord Stream 2 es la misma que conocen los esfuerzos europeos por salvar el acuerdo nuclear con Irán, un gran país adversario y un gran mercado repleto de oportunidades de negocio para las empresas europeas. La misma pauta que preside la agresiva exigencia de Washington para que la Unión Europea excluya a la compañía de telecomunicaciones china Huawei de la construcción de la red 5G en Europa. El secretario de Estado para seguridad y economía, Keith Krach, ha amenazado con reducir la cooperación a nivel de servicios secretos con aquellos países europeos que se abran a Huawei. En el caso alemán, la misma reacción agresiva ha ocasionado en Washington las noticias de un incremento —del 5% al 10%— de la participación del consorcio automovilístico chino BAIC (Beijing Automotive Industry Holding) en Daimler, que tiene importantes intereses en el enorme mercado chino del automóvil.
El denominador común de esta política es destruir los puentes económico-comerciales entre los aliados europeos y los países adversarios de tal forma que en caso de conflicto militar esos puentes no interfieran.
Las sanciones por Nord Stream 2 han provocado un gran griterío en la Unión Europea. El ministro de exteriores alemán, Heiko Maas, ha escrito en Twitter que, “la política energética europea se decide en Europa, no en Estados Unidos. Rechazamos por principio las intervenciones y sanciones exteriores con efecto de extraterritorialidad”. La cámara de comercio germano-alemana pide “contramedidas contra lo que diputados conservadores alemanes como Joachim Pfeiffer califican de “acto hostil”.
Junto a este griterío, el vector militar europeo, dominado por la OTAN, es decir, por Estados Unidos, sigue su propio curso, consagrando la esquizofrenia de la Unión Europea germanocéntrica. Entre abril y mayo de 2020, la OTAN celebrará las mayores maniobras militares de su historia en Bélgica, Alemania, Holanda, países bálticos y Polonia, con participación de 44.000 soldados de dieciocho países. En estas maniobras (Defender Europe 20) “Alemania será el principal eje logístico”, proclama con orgullo el Bundeswehr. Y algo parecido ocurre hacia China. Bajo el mando de Annegret Kramp-Karrenbauer (“Frau KK”), se envían unidades navales alemanas, junto a las francesas y británicas, a navegar por el Mar de China meridional: “es hora de demostrar presencia en la región junto a nuestros aliados”, dice la ministra ¿Tiene algún sentido esta esquizofrenia?
Como dice Wolfgang Streeck la cosa se pone seria. Cuando dentro de unos años, Alemania gaste el 2% de su PIB en su ejército, eso ya superará por si solo en un 40% al gasto militar de Rusia, que ya dedica hoy catorce veces menos que la OTAN. Francia y Alemania han perdido su confianza en Estados Unidos (Trump es de gran ayuda en eso), constata Streeck, pero no se ponen de acuerdo en las prioridades. “Francia tiene poco interés en Europa oriental, mientras que Alemania necesita de ella como mercado y reserva se mano de obra”. Francia ya tiene su paraguas nuclear, mientras que Alemania depende sus aliados. El foco de Francia son sus guerras poscoloniales en África occidental, donde sus intereses rivalizan con Estados Unidos y China, algo que no interesa demasiado a Berlín…
Un reciente y extenso estudio de la Stiftung Wissenschaft und Politik, uno de los principales centros de pensamiento del establishment alemán, titulado “El papel de la OTAN para la defensa de Europa”, explica con bastante claridad el sentido de esta esquizofrenia alemana de tender puentes económico-comerciales con países como Rusia, China e Irán, mientras mantiene la subordinación militar hacia Estados Unidos que destruye esos mismos puentes. La simple idea que subyace es que para poder romper con el actual esquema subordinado a Washington en materia de defensa, las potencias europeas deben antes rearmarse y hacerse fuertes militarmente.
“Sin la contribución política, convencional y nuclear de Estados Unidos, no será posible disponer ni de una disuasión creíble ni de una defensa europea”, señala el estudio. “Una capacidad independiente de acción en materia de defensa no es posible a corto plazo sin Estados Unidos”. Por eso, “va en interés de Alemania afianzar las funciones militares y políticas de la Alianza e impedir su debilitamiento e incluso su disolución”. Al mismo tiempo, “a la vista de los cambios de la política americana, los aliados europeos deben reflexionar sobre una futura forma de la OTAN y de la defensa europea en la que los Estados Unidos tengan una menor participación”. Por todo ello, hay que ir hacia un “doble planteamiento: por un lado fortalecimiento del puntal europeo de la Alianza mientras se mantienen los esfuerzos para estabilizar las relaciones transatlánticas, y por otro asegurar los compromisos a largo plazo de Estados Unidos con la defensa de Europa”. Es decir, mientras en París Macron habla de la “muerte cerebral” de la OTAN, los alemanes se saben condenados a la esquizofrenia, mientras van realizando poco a poco su plan de emancipación neoimperial convirtiendo en una primera etapa su Bundeswehr en “la fuerza armada convencional más fuerte de Europa”, en palabras del ex ministro de defensa Volker Rühe.
La inevitable conclusión es que cuantas más sanciones y castigos tipo Nord Stream 2 imponga Washington a la comunicación económica de Unión Europea con países como China y Rusia, tanto más se acelerará el rearme militar alemán en el marco de la “defensa europea”.
[Fuente: Ctxt]
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2019