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Miguel Muñiz

Sobre etiquetas «rojipardas» e «izquierdasfucsias», y sobre los conflictos que se busca silenciar

La ausencia de debate entre las izquierdas en España

A modo de introducción

Debatir no es etiquetar y las etiquetas no ayudan a pensar críticamente, sino que son un recurso en función de la ideología de quien las usa. El pensamiento crítico es una necesidad, pero construir pensamiento crítico significa debatir y profundizar, y las etiquetas no ayudan; más bien dificultan el debate, una tarea ya difícil de por sí.

Cuando se debate entre personas o colectivos que tienen intereses compartidos (hacer frente al neoliberalismo, la lucha contra la desigualdad o la defensa de las clases subalternas, por citar tres ámbitos), la exigencia es delimitar las discrepancias con el máximo rigor, profundizar en sus causas, llegar a superarlas o definir una síntesis; establecer conocimiento respaldado por datos objetivos.

La etiquetas impiden profundizar en las discrepancias, suprimen aquel análisis concreto de la realidad concreta que está entre las mejores tradiciones de las izquierdas. Alimentan el confort, el bienestar que silencia el pensamiento crítico.

Las izquierdas, basta revisar la historia, siempre hemos sido prolíficas en lo que a etiquetar se refiere. Se han inventado muchas etiquetas que pretenden explicarlo todo y que, en la mayoría de las ocasiones, no explican nada. Incluso hoy, ante una devastación ecológica y social sin precedentes como resultado de las políticas neoliberales, la tendencia se mantiene.

Conflicto

Existe consenso entre los economistas críticos sobre el papel jugado por la Unión Europea (UE) en la imposición de políticas neoliberales en los países de su ámbito. Con la excusa de los compromisos que implica estar en la UE, se ha ido sustrayendo a los poderes ejecutivo y legislativo de cada país la facultad de decidir en materia de finanzas, producción y comercialización de bienes y estructuración de los servicios, y se ha dado prioridad a los intereses de los grupos que mandan. La actividad de la UE es algo más complejo que una simple desposesión [1], porque en su Europa no son iguales Alemania, Francia, Austria o Suecia que Portugal, Italia Grecia y España. Lo que está demostrado es que, cuando un país entra en esa Europa y se atreve a cuestionar en la práctica, no en el simple discurso, las políticas de la UE, pobres del gobierno y de los sectores sociales que lo apoyen. Basta recordar lo que le sucedió a Grecia entre 2010 y 2015.

Datos

Resultado de las elecciones del 4 de marzo de 2018 en Italia: tres partidos consiguen mayoría para formar gobierno en coalición de dos, la Liga (265 diputados), el Movimiento Cinco Estrellas (M5E, 227 diputados) y el Partido Demócrata (PD, 122 diputados). Los resultados destacan la creciente desconfianza social hacia la UE por las políticas económicas, los conflictos causados por las desigualdades y la percepción del aumento de la inmigración. Son las políticas migratorias de la UE las que conducen al ascenso de la Liga y al fortalecimiento de su líder, Mateo Salvini, elogiado por Trump, y por los neocons de Estados Unidos, por sus posturas a favor de un endurecimiento. Casi tres meses después de las elecciones, el 29 de mayo, se forma un gobierno de coalición entre el M5E y la Liga, adjetivado como populista y ultraderechista.

El 7 de agosto, ese gobierno M5E-Liga presenta el Decreto Dignidad (en adelante DD), que —y eso lo reconocen hasta sus detractores más furibundos— es la primera ley dentro de la UE que cuestiona las imposiciones neoliberales en la política económica: contiene algunas medidas de control de las empresas y a favor de unos contratos laborales más estables; se trata de una iniciativa, defendida en campaña por el M5E, que provoca hostilidad en la UE, alarma en la patronal, calificativos de insuficiente desde los sindicatos y el anuncio del caos desde la oposición política.

El 5 de septiembre, dos meses después de la aprobación del DD, Julio Anguita, Manuel Monereo y Héctor Illueca publican un artículo de título provocador, «¿Fascismo en Italia? Decreto Dignidad«; se trata de abrir un debate sobre la necesidad de responder a las políticas neoliberales de la UE desde los estados miembros. El artículo no traspasa el ámbito laboral y social, y la primera respuesta que reciben, el 7 de septiembre, «Decreto dignidad: ¿Fascismo en Italia? Una respuesta«, firmada por Miguel Urbán y Brais Fernández, se ciñe a ese ámbito. Pero la contención acaba pronto.

En la semana del 10 al 13 de septiembre, el número 186 de la revista digital Ctxt recoge cuatro textos relacionados con el artículo de Anguita, Monereo e Illueca. El primero, «¿Por qué queréis blanquear a Salvini? Una respuesta a Héctor Illueca, Manolo Monereo y Julio Anguita«, de Steven Forti, sólo dedica un párrafo al contenido del artículo que critica. El segundo, «La tentación rojiparda«, de Emmanuel Rodríguez, no menciona a Anguita, Illueca o Monereo, pero introduce un adjetivo, rojipardo, que pretende definir una línea de pensamiento, rojipardismo, que el autor ilustra con una interpretación personal de hechos históricos y datos. El tercero, «Raíces y alas. Ocho claves para el patriotismo democrático que viene«, de Clara Ramas, no entra en el artículo de Anguita, Monereo e Illueca, pero desarrolla un análisis teórico sobre la respuesta a la crisis global del capitalismo desde las políticas nacionales, desarrollando ocho niveles de estudio; se anuncia como el primero de una serie que, finalmente, será de cuatro. (Nota: sin esperar a la serie completa, el siguiente número de Ctxt ya publica una crítica a ese primer texto, «Sobre patrias democráticas y otros peligrosos oxíoron«.) Finalmente el cuarto, «Nuestros obreros primero«, de Pastora Filigrana García, menciona el artículo de Anguita, Illueca y Monereo, pero sin centrarse en su contenido, sino contrastándolo con la política global del gobierno M5E-Liga e introduciendo el tema gitano. Esa línea de Ctxt, que continuará en semanas posteriores, sólo dará voz a uno de los autores del manoseado texto original, Julio Anguita, en una entrevista publicada el 25 de septiembre. Ni Monereo ni Illueca tendrán espacio para opinar.

El 14 de septiembre Manolo Monereo realiza un balance de lo que considera pertinente de lo publicado hasta entonces en «¿Todos los gatos son pardos?«, y polemiza sólo con cuatro de las respuestas (ninguna de ellas de Ctxt), que considera que se ciñen al ámbito del texto original, y aportando nuevos datos sobre los conflictos que se dan en Italia.

Seguir todas las opiniones suscitadas por el artículo durante el resto de septiembre y octubre obligaría a redactar un manual. Una selección de enlaces (incompleta, pero ilustrativa) se halla en las Notas [2]. Pero, llegados a este punto, es pertinente reflexionar sobre dos cuestiones: el calificativo aplicado a los autores y el tipo de crítica de la mayoría de los textos.

El calificativo rojipardo, que pronto derivará en etiqueta, se teoriza en un discurso muy complejo, cuyas referencias son estalinismo, comunismo y fascismo. Dado que el color asociado a esta última ideología es el negro, por la estética histórica de parte de sus seguidores, lo pertinente hubiese sido acuñar la etiqueta rojinegro; pero rojinegro alude al anarquismo y los libertarios, y la polémica hubiese desbordado a los usuarios del término. También hubiera servido rojiazul, alusión al color del partido fascista de referencia en España, pero la etiqueta podía generar simpatía hacia los destinatarios, todos antifranquistas reconocidos.

Por el contrario, pardo es un color con carga peyorativa; se relaciona con los “camisas pardas”, las secciones de asalto originarias del movimiento nazi. La combinación rojo-pardo tiene potencial; emplaza al calificado en un contexto de violencia simbólica. Así que, como golpe de efecto, el calificativo se extiende como etiqueta al uso (por ejemplo, Guillem Martínez usa rojipardo en su artículo del 18 de octubre, «Cuando callan están como ausentes«, para calificar varias cosas políticas en Cataluña). Pues aquí no se trata de debatir, sino de emitir mensajes para las redes sociales. Lo que nos lleva al segundo aspecto.

La mayor parte de la crítica al artículo de Monereo, Anguita e Illueca sigue las pautas del discurso neoliberal: eludir la racionalidad y los datos, y apelar a referentes sentimentales y alusiones personales que provoquen una respuesta emocional. Se busca etiquetar y aislar, no racionalizar. Lo mismo que en su día pasó con gran parte de la crítica al libro La trampa de la diversidad, que eludió el contenido del texto para centrarse en juicios de intención y deducciones silenciando el contenido. Hay que recordar que Anguita, Illueca y Monereo se limitan a implicaciones laborales y económicas del DD y a directrices de la UE, sin entrar en cuestiones de política migratoria.

Fusaro

En Italia la crisis del gobierno M5E-Liga estalla, entre otros motivos, por la política migratoria. El 26 de junio de 2019, un barco de rescate de la ONG Sea Watch, con 42 inmigrantes en condiciones límite procedentes de Libia (país etiquetado como Estado fallido, por lo que es políticamente incorrecto reflexionar sobre las causas de su fallo), desobedece a la Guardia Costera italiana y entra en aguas territoriales cerca de la isla de Lampedusa. Su capitana, Carola Rakete, es detenida y puesta en libertad el 2 de julio por orden judicial; las implicaciones mediáticas son evidentes, creando un conflicto más en el gobierno italiano, ya tocado por las polémicas del rechazo inicial de la UE a sus presupuestos, que aumentará el 20 de julio con los desacuerdos sobre el nombramiento de Ursula von der Leyen al frente de la Comisión Europea, y que se agravará el 24 de julio con referencias a Putin y el gobierno ruso.

Entre el ruido mediático que genera el caso del Sea Watch, destaca un tuit con un ataque ridículo a la persona y la estética de la capitana Carola Rakete; el contenido de ese tuit es recogido en el artículo «Tácticas y delirios de la Izquierda Viriato«, de Xandru Fernández, que será publicado el 26 de junio en Ctxt; en el texto aparecen cuatro menciones a Manolo Monereo vinculándolo al autor del tuit (mencionado quinces veces), un tal Diego Fusaro.

Vuelve a ser necesario recordar que no hay escritos de Monereo con referencias positivas a la política migratoria de Salvini o el gobierno M5E-Liga, por lo que introducir a Monereo en el contexto del Sea Wacht es, cuando menos, gratuito, si no algo peor. Tampoco he encontrado ningún texto anterior al 26 de junio en que Monereo mencione a Fusaro, que entra en escena en España por vez primera de la mano de Xandru Fernández.

¿Quién es ese Fusaro, al que se vincula con Monereo? Diego Fusaro es un filósofo, autor de una considerable obra en torno al pensamiento de Marx y Gramsci, una parte pequeña de la cual está publicada en castellano. Al parecer le gusta la polémica y es un habitual en los debates de los medios italianos, en los que realiza defensas encendidas de personas como Fidel Castro, Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Rafael Correa, Vladimir Putin, etc., a los que considera ejemplos de líderes nacionales. Muy crítico con la UE, ataca la globalización neoliberal y el papel de las “fundaciones” de George Soros en la destrucción de los estados-nación, reivindica un nuevo lenguaje político, critica la reducción de la izquierda al debate cultural y la teoría queer [3], y propone una síntesis entre ideas de izquierdas y valores de la derecha. Todo esto no pasarían de ser originalidades, pero la cuestión por la que Fusaro adquiere relevancia es que entre los cinco medios de comunicación italianos en los que publica regularmente figura uno, Il Primato Nazionale («La primacía nacional»), vinculado a Casa Pound, un bastión del neofascismo.

Una vez señalada esa sombra fascista, que Fusaro declare que sus referentes son Marx, Gramsci, Togliatti, Berlinguer, Pasolini, etc. es, para muchos, algo secundario. La insistencia de Fusaro en la cuestión nacional (estatal), en oposición al cosmopolitismo europeísta, lo vuelve también rechazable en varios ámbitos.

Como polemista Fusaro inventa otra etiqueta, izquierda fucsia, que usa contra los que critican sus opiniones. Otro color que hay que analizar, aunque, a diferencia de la de rojipardismo, aquí la referencia son las flores, de un tono entre rojo y rosado, de un arbusto. Con ese color alude a una izquierda que ha abandonado la defensa de las clases subalternas en beneficio de los intereses de las clases acomodadas y que evita entrar a fondo en la crítica al neoliberalismo con la excusa de combatir un fascismo que Fusaro no considera una amenaza real.

A partir del artículo de Xandru Fernández se desata otra polémica. El 29 de junio un periódico digital publica una extensa entrevista a Fusaro que tiene un amplio eco; la semana siguiente, el número 228 de Ctxt recoge artículos de Steven Forti y Alba Sidera que denigran a Fusaro como topo de una extrema derecha que usa a pensadores de izquierda para infiltrarse, pero que no hacen una crítica fundada de sus ideas; en el caso de Forti, además, su texto vuelve a insistir en una relación hasta entonces inexistente entre Fusaro y Anguita, Monereo e Illueca.

Dada la creciente difusión de sus ideas en España y las críticas insultantes que recibe, el 9 de agosto la web Topo Exprés, de la revista El Viejo Topo, publica una réplica de Fusaro a los artículos de Sidera y Forti en Ctxt, réplica de la que mientras tanto se hace eco en septiembre. Y para profundizar en los conceptos del conflicto entre Estado-nación y UE, y con motivo de la manifestación Liberiamo l’Italia, El Viejo Topo y Topo Exprés publican en septiembre otro texto de Fusaro, «Marxismo y soberanismo. Contra el cosmopolitismo liberal«. El 12 de octubre La Vanguardia publica un artículo sobre una estancia de Fusaro en Barcelona, de la que no he podido encontrar referencias concretas. En él informa de que Fusaro participó, el 14 de septiembre de 2018, en la creación de un nuevo partido italiano para plasmar sus reflexiones políticas; la formación se llama Vox-Italia y, efectivamente, figura entre los grupos y personas que dan apoyo a Liberiamo l’Italia, que trataremos más adelante.

Italia

Por profundizar y contextualizar: Italia es un país caracterizado por la inestabilidad política desde el final de la Segunda Guerra Mundial; entre 1946 y 2018 ha tenido 66 gobiernos, de los que sólo seis han superado los dos años de duración. La sociedad italiana asistió, además, a la disolución del PCI (en 1991) y del PSI y la DC (en 1994), los tres pilares del sistema político desde el final de dicha guerra. A partir de entonces aparecen nuevas formaciones a la medida de grupos o personajes que entran en política por intereses personales o particulares, crece el transfuguismo de electos que cambian de partido en medio de una legislatura y se produce un incremento del número de escándalos de corrupción. Entre 2008 y 2013, los nueve partidos que formaban el Parlamento vieron pasar tres gobiernos, sostenidos sucesivamente por siete, dos y un partido; en la legislatura que va de 2013 a 2018 la representación parlamentaria aumenta a trece partidos (dos con un solo representante) y se suceden cuatro gobiernos distintos apoyados por cinco partidos; el jefe de gobierno cambia en tres ocasiones.

Los últimos acontecimientos no se apartan de esa pauta: confiando en que el M5E y el PD no llegarían a un acuerdo y animada por las encuestas, el 8 de agosto la Liga rompe el pacto de gobierno buscando provocar unas elecciones que la lleven a una mayoría absoluta. Pero, fiel a la estable inestabilidad de la política italiana, resulta que el 28 de agosto el PD y el M5E llegan a un acuerdo y forman gobierno. Salvini y la Liga pasan a la oposición.

Un dato más: el 19 de septiembre, el líder del PD, Mateo Renzi, abandona su partido y anuncia la creación de uno nuevo que se presenta en público el 19 de octubre. El mismo día en que Mateo Salvini y la Liga celebran un acto masivo en Roma (200.000 personas según los organizadores) y en el que se envía un pensamiento al “pueblo catalán. Las ideas de Diego Fusaro no se pueden separar de esa historia y esos acontecimientos.

El 12 de octubre hubo una manifestación en Roma a la que asistieron entre 1.500 y 3.000 personas (no fue un éxito). Silenciada en los medios, Liberiamo l’Italia, cuyo Manifiesto por la soberanía constitucional puede leerse en la sección Documentos de este mismo boletín, culminaba un proceso, iniciado el 9 de marzo de 2019, de reivindicación de la vigencia de una izquierda nacional y la vigencia de la Constitución de 1947, denominada la Constitución antifascista, frente a las políticas neoliberales impuestas por la UE.

Un acercamiento a la compleja situación de Italia es el dossier publicado en El Viejo Topo (edición de papel, nº 380) sobre «Soberanía y socialismo», con análisis críticos de Carlo Formenti, Alessandro Visalli, Thomas Fazi, Mimmo Porcaro y Andrea Zhok.

Rojipardos frente a izquierdas fucsias son etiquetas inútiles en España. Existen conflictos reales silenciados por las mismas

Si nos remitimos a las cuestiones planteadas en el artículo original de Monereo, Anguita e Illueca surgen dos preguntas: ¿hay que devolver al Estado-nación competencias en temas económicos actualmente bajo control de la UE?, ¿hay que luchar por recuperar el control de las políticas productivas y laborales desde el Estado-nación? La respuesta a estas dos preguntas no se puede separar de una visión sobre el colapso global que el capitalismo provoca cada día.

Ese colapso, material (ecológico) y social, es un proceso en el que ya estamos inmersos, no se puede evitar. Es irreversible, aunque no afecta del mismo modo a Somalia que a España, ni a una persona que forme parte de las clases dominantes que a otra de las acomodadas o de las subalternas. Una formulación del colapso que se limite a la escala global es engañosa.

Es engañosa porque remite a una homogeneidad que no es real. El colapso global no tiene la misma forma, ni las mismas consecuencias, en un país situado en la zona polar, tropical o ecuatorial, en un ecosistema mediterráneo o atlántico, en el norte del planeta o en el sur. Afrontar el colapso exigirá conocimientos detallados sobre impactos, recursos y equilibrios regionales y locales, no globales, para diseñar políticas de adaptación y resiliencia parcial. Los análisis tipo informes del IPCC han sido útiles para demostrar la existencia del colapso ante la aparente normalidad cotidiana, pero no son útiles aquí.

Para elaborar políticas de mitigación, adaptación y resiliencia parcial ante el colapso, el papel del Estado-nación es clave. Es necesario superar la falsa dualidad globalidad-individuo («todos somos responsables», «tú eres responsable»), tan reconfortante para las clases dominantes y acomodadas. Porque socialmente no somos una agregación de individuos, sino que cada persona forma parte de una estructura de clases sociales que varía de país a país, de región a región, y las consecuencias del colapso varían según cuál sea la clase social en que las personas se encuentren. Además, entre la globalidad y el Estado-nación hay un factor que cuenta, y mucho, pero que requiere otro nivel de análisis: la geopolítica.

Para ilustrar esta complejidad en la que las etiquetas son inútiles haremos referencia a dos casos aparentemente alejados entre sí: el Titanic y Cuba.

El Titanic como símbolo y Cuba como realidad

El recurso al Titanic como símbolo del fracaso de la tecnociencia es habitual en el pensamiento crítico, pero la analogía se suele explicar de forma incompleta. Habitualmente se mencionan cosas como la soberbia tecnológica (el barco era considerado insumergible), las inercias de rumbo y velocidad que hicieron inevitable la trayectoria de colisión una vez descubierto el iceberg, la ceguera ante la tragedia con un punto épico (la orquesta tocando en cubierta mientras el barco se hundía), la falta de previsión (el barco sólo tenía botes salvavidas para la mitad del pasaje), la ficción de una seguridad total, etc.

Sin embargo, se suelen dejar de lado hechos que mueven a reflexión. La mayoría de las 1.514 personas muertas en el naufragio del Titanic estaban entre las más pobres; murieron el 40% de los 337 pasajeros de primera clase; el 56% de los 271 pasajeros de segunda; el 75% de los 712 pasajeros de tercera, y el 76% de los 915 tripulantes. Hubo desigualdad en las operaciones de salvamento por criterios egoístas (la mayoría de los botes salvavidas iban casi vacíos) y, sobre todo, se desconoce la actitud que tuvieron, durante las dos horas y media que duró el naufragio, las personas del barco que supieron, tras los primeros momentos, que el hundimiento era inevitable y los botes salvavidas, insuficientes. ¿Qué iniciativas desarrollaron y qué hubiesen podido hacer? ¿Callaron para evitar el pánico y el caos? ¿Difundieron la información sólo a las personas significativas? ¿Aseguraron su plaza en un bote salvavidas? ¿Intentaron organizar un rescate general más allá del conocido dicho «las mujeres y los niños primero»? Son preguntas pertinentes cuando se sabe que se está ante una catástrofe, que es inevitable, que causará sin duda alguna víctimas y muertes, y que hay un tiempo limitado de reacción. Pero son preguntas incómodas, que no tienen respuesta. ¿Hubo Estado-nación en el caso del Titanic o diversas variables del «sálvese quien pueda»?

La referencia a Cuba es aún más pertinente. La sociedad cubana ha sido, hasta el momento, la única que ha tenido que afrontar un colapso global tras el hundimiento de la Unión Soviética y la crisis de suministro de combustible. Una situación equivalente a lo que sucederá en muchas regiones del planeta cuando los sistemas comiencen a fallar. Pero Cuba ha sobrevivido en condiciones mínimas de dignidad y sin que las desigualdades alcanzasen el nivel escandaloso de los países de referencia, que son los de América Latina. Hay estudios que han analizado con detalle las estrategias de supervivencia, oficiales y no oficiales, el papel del Estado-nación cubano en la superviviencia, la complejidad de las actuaciones y la falacia de la épica y la propaganda [4].

Cuba no es España, pero conviene dedicar un tiempo a reflexionar sobre el papel que un Estado-nación fuerte tiene en la cobertura de las necesidades de las clases subalternas en una situación de colapso. ¿Un Estado-nación fuerte sólo en el orden público y la gestión de la violencia, pero subordinado a las políticas de la UE en economía? Aquí aparece un aspecto del colapso que merece una reflexión detallada: la violencia como derivada natural en las relaciones sociales [5]. También conviene reflexionar, a la luz de lo sucedido en Cuba, sobre si las prioridades y estrategias de organización de las izquierdas en España son útiles para mitigar, adaptarse y resistir el impacto del colapso de una sociedad sobre dichas clases subalternas.

Dedicarse en exclusiva a lo autoorganizado, gratificante, cercano, inmediato, liberador y personalmente empoderador, y a poner etiquetas para negar el debate de fondo con todo lo que se aparte de estas líneas, puede que no sea lo más sensato para las izquierdas en estos momentos; aunque también puede que sea lo más conveniente para las clases dominantes, acomodadas y conscientes del colapso, y más aún para las personas que buscan disponer de una plaza en los botes salvavidas realmente existentes; independientemente de lo que venga después.

 

Notas

[1] Las implicaciones de ese mecanismo están muy bien detalladas en el artículo “Nuestro ‘no’ socialista a la Unión Europea”, de Thomas Faci, incluido en el dossier “Soberanía y socialismo”, publicado en el nº 380 de la revista El Viejo Topo, pp. 26-35. Varios de los conceptos detallados en el artículo, como la expresión marktkonforme demokratie, analizada por el periodista crítico Rafael Poch de Feliu. Y también, ya que el de la inmigración es uno de los conflictos más utilizados, conviene reflexionar sobre su artículo «La caridad de los ‘brazos abiertos’ en el mundo que viene«, en el que plantea cuestiones de fondo que superan el marco sentimental de la necesidad de rescatar a personas que huyen de conflictos que han sido desencadenados por los países rescatadores.

[2] Algunos artículos no recogidos en el texto:

[3] Sobre la teoría queer, véase Paul B. Preciado en https://www.eldiario.es/sociedad/Entrevista-Paul-Preciado_0_951555075.html. Además:

[4] Uno de los más interesantes, por su extensión, detalle y enfoque crítico hacia la historia oficial, tanto del gobierno cubano como de las organizaciones alternativas y, por supuesto, los poderes hostiles a la sociedad cubana, es la tesis doctoral de Emilio Santiago Muíño, Opción cero. Sostenibilidad y socialismo en la Cuba postsoviética: estudio de una transición sistémica ante el declive energético del siglo XXI.

[5] Para más detalles, véase la obra Guerras climáticas, de Harald Walzer, Ediciones Katz, 2010.

30 /

10 /

2019

La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

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