La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Agustín Moreno
El viaje del PSOE a ninguna parte
Juan Diego Botto puso un tuit el 20 de agosto que resumía perfectamente la situación de las negociaciones entre PSOE y Unidas Podemos (UP): «Les haremos una oferta que no podrán aceptar; – Será rechazar, Ministra; -Yo sé lo que me digo». Y así fue. Cuando se abandona la brocha gorda y se hace un análisis concreto de las propuestas, se viene abajo el relato que se quiere construir. Veamos:
La tan aireada última oferta del PSOE en julio era más aparente que consistente. Porque no era generosa ni proporcional. En realidad era una vicepresidencia simbólica; dividir en dos el ministerio de Sanidad y darle una parte a UP con una baja dotación (5% del presupuesto); dos Secretarías reconvertidas en ministerios: la actual Secretaría de Estado de Igualdad, sin competencias para hacer que los permisos de paternidad sean intransferibles e iguales; y la actual Secretaría General de Vivienda, sin atribuciones para actuar sobre el mercado de los alquileres y evitar desahucios.
Es incomprensible que si la propuesta de julio era insuficiente, ahora el PSOE la retire en una reacción propia de una rabieta infantil. UP plantea que si se retoman en este punto las negociaciones, no sería difícil llegar a un acuerdo, pero el PSOE lo rechaza haciendo dudar de la sinceridad de su propuesta.
No se sostiene que el PSOE con 7,4 millones votos quiera tener el 100% del Gobierno y Unidas Podemos con 3,7 millones de votos el 0%.
Pedro Sánchez veta a Pablo Iglesias pero se esfuerza en lograr los apoyos de Rivera y/o de Casado. Lo último, en el debate en el Congreso del 11 de septiembre rechaza la petición de Iglesias de reunirse los dos para salvar el acuerdo, pero invita a Rivera a sentarse a negociar: «A ver si un día podemos hablar usted y yo».
No era cierto que el escollo para el acuerdo fuera Pablo Iglesias ya que, tras su retirada para facilitarlo, el obstáculo es Unidas Podemos. Algo que es muy claro para la patronal, que prefiere que haya elecciones a un acuerdo PSOE-UP.
La ocurrencia de ofertar cargos en organismos que deben ser independientes y profesionalizados (CIS, CNMV, Defensor del Pueblo) era tan burda que se ha venido abajo. La presencia institucional que tenga UP será la que en derecho le corresponda por sus votos.
Por último, dicen que no aceptarán el apoyo “gratis” a la investidura. Suena a esas situaciones de discrepancia que a veces se producen en las parejas y que se intentan resolver con un “haz lo que tú quieras, cariño”, que tampoco es aceptado porque se pretende además que se le dé la razón y no se proteste. Es pretender el voto de UP y que se maniaten ante la política que se realice, sea cual sea.
Vamos, que lo quieren todo, el Gobierno al completo y compromiso de lealtad, pero 123 escaños no dan para tanto. Y por ello, es una estrategia equivocada e irresponsable. Es una posición tan poco sostenible, que hasta el expresidente del grupo PRISA, Juan Luis Cebrián, ha tenido que recordarles que un gobierno de coalición «sigue siendo la respuesta más acorde a los principios de la democracia representativa».
Al PSOE se le está derrumbando el relato que quería construir para convencer a sus bases y al electorado. Y ello puede significar otras cosas, incluido el perder una posición de ventaja ante un adelanto electoral, que es lo que le vende a Pedro Sánchez el exasesor de Monago y Albiol.
Hay dos asuntos de fondo que están en juego: la normalización democrática en la formación de gobiernos y la posibilidad de afrontar una agenda reformista de cierto calado.
a) Los gobiernos de coalición es algo que se ha conseguido hace mucho tiempo en los ámbitos autonómicos y municipales, pero no a nivel estatal. Estos gobiernos son lo normal en el ámbito europeo hasta el punto que la misma Comisión Europea se acaba de constituir de forma plural dando un peso proporcional a las diferentes fuerzas políticas. O como ha sucedido en Italia entre el M5S y el PD. Los gobiernos de coalición son un valor en sí mismo porque indican capacidad de diálogo, de acordar, flexibilidad y respeto a los otros. Por eso llama tanto la atención la posición cerril de Sánchez de gobernar en solitario con un 28% de los votos. Pero no es nuevo, lo hizo Felipe González, que prefirió a Pujol antes que a Izquierda Unida en los años 90. Es nuestra particular “guerra fría” por sectarismo o por presiones de la oligarquía y de las altas instituciones del Estado.
b) Con todo lo importante que es un Gobierno de unidad, no es suficiente si no se pacta el contenido de la política a desarrollar. Por eso, en mi modesta opinión, habría que buscar un acuerdo razonable que priorice los contenidos y no olvide una participación digna en el Gobierno. Debería formularse, a modo de termómetro-medidor de la voluntad política del PSOE, una última propuesta con una batería de temas muy concretos: recuperar el rescate de la banca, revertir todos los recortes sociales, derogar la reforma laboral, la LOMCE y la ley mordaza, blindar de las pensiones, bajar de los alquileres, un fuerte compromiso medioambiental, mayor progresividad fiscal.
Pero el profundo desacuerdo puede llevar al país a una repetición de elecciones generales el 10 de noviembre. En ese caso, además de una posible alta abstención (se pronostica de dos millones de electores), habría dos escenarios posibles:
• Que se repitan los resultados entre los bloques y siga siendo mayoritario el progresista, pero sin mayoría absoluta del PSOE, con lo que seguiría necesitando el voto de UP o tendría que echarse en brazos de la derecha.
• Que el bloque conservador y de la ultraderecha tenga mayoría. Se pondrían de acuerdo para gobernar y Sánchez se iría por el sumidero de la historia de la incompetencia. Porque solo al que asó la manteca se le ocurre asumir tales riesgos.
Si no se alcanza un acuerdo, no sé qué hará finalmente UP, pero debería mantener la unidad de la coalición como condición imprescindible. Tanto si tuviera que afrontar las elecciones generales o si decidiera votar a favor de la investidura in extremis y pasar a la oposición, defendiendo a la mayoría social en la negociación de cada ley y cada medida de gobierno.
Desgraciadamente, creo que estamos ante un viaje del PSOE a ninguna parte que no sea la derecha. Bien porque ésta gane unas elecciones, porque finalmente pueda pactar con ella si la oligarquía hace su trabajo, y porque no cabe esperar las reformas profundas que el país necesita cuando no es capaz ni de acordar con la izquierda.
La cuestión es cómo evitar el cansancio democrático en la ciudadanía que produce la ineptitud de determinados políticos, el profundo cabreo porque las fuerzas progresistas se suiciden y el continuo vómito por la corrupción diaria. La cuestión es cómo dejar de llorar y los lamentos, y empezar la movilización porque hace tiempo que le han declarado la guerra a la mayoría social.
[Fuente: Cuartopoder]
12 /
9 /
2019