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El Lobo Feroz

Mi Big Brother me visita

 

Entró en mi guarida, como siempre, como un ciclón. Mi querido hermano mayor, mi Big Brother. E inmediatamente empezó a abroncarme:

—¿Se puede saber qué te pasa? Hace semanas que no publicas nada, justo ahora que estamos en un momento de efervescencia política…

Y siguió con este rollo hasta que conseguí pararle por el único procedimiento conocido: ofrecerle un poco de whisky. Así y todo, se repetía, me preguntaba si estoy deprimido, y hube de darle alguna explicación.

—Pues mira —le dije—, te  veo contagiado de la estupidez general. El impulso renovador de la política ha hecho aguas antes de cristalizar. Olvídate de la mierda de los pactos y no pactos: aquí quien pacta es la derecha, que tiene claro lo que quiere: poder, y sobre todo que no gobierne la izquierda. Y en eso está de acuerdo con la CIA, con la señora Botín y con el Rouco Varela de turno, que no sé quién es ahora pero que seguro existe. Lo que cuenta es el peso de las masas discotequeras y festivaleras cuando medio mundo es emigrante o exiliado, o muerto, y cuando la cuestión ecológica tomada en serio es mucho más y más compleja que el cambio climático, que en mientras tanto  se viene anunciando desde hace cuarenta y tantos años y que ahora se pone de manifiesto. Lo que cuenta es un mundo de tatuados que sigue esa moda bárbara por miedo a no ser suficientemente “modernos”. Lo importante es que el opio del pueblo se ha instalado de viernes a lunes en las pantallas y todos los días en todas las emisoras de radio y en la tele. La discusión entre la Liga y la Federación ha puesto de manifiesto el volumen de los dineros que genera el fútbol televisado, que es un soporte estupendo para la publicidad y que asigna el opio en cantidades cada vez mayores. ¡Ah! Y la vergüenza de que ningún futbolista salga del armario —lo que hasta cierto punto es comprensible al estar en activo, dado como son los asistentes a los partidos— ni cuando cuelgan las botas: un hatajo de miedosos que le hacen el caldo gordo a los sexistas. Estoy hasta los cataplines de este país encantado de sí mismo, cuando el único trabajo que hay para los pobres es trabajo de pringaos, mal pagado, sin que ninguno pueda construirse un futuro. Además estoy harto de Messi y de Neymar, Dios les confunda. ¡Por eso no escribo!

Mi Big Brother se fue con el rabo entre las piernas. Seguro que vota a Unidas-Podemos.

28 /

8 /

2019

La principal conversión que los condicionamientos ecológicos proponen al pensamiento revolucionario consiste en abandonar la espera del Juicio Final, el utopismo, la escatología, deshacerse del milenarismo. Milenarismo es creer que la Revolución Social es la plenitud de los tiempos, un evento a partir del cual quedarán resueltas todas las tensiones entre las personas y entre éstas y la naturaleza, porque podrán obrar entonces sin obstáculo las leyes objetivas del ser, buenas en sí mismas, pero hasta ahora deformadas por la pecaminosidad de la sociedad injusta.

Manuel Sacristán Luzón
Comunicación a las jornadas de ecología y política («mientras tanto», n.º 1, 1979)

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