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El Timbaler

Entre tontos y bobos

De patio de escuela.

Nada destacable, si no fuera porque quienes decidieron expresarse de esta forma tan refinada lo hicieron en el parque natural de la montaña de Montserrat (Cataluña central).

Alguien pintó la bandera en medio del camino y alguien decidió completar el mural. Unos y otros poco pensaron en que estaban en un parque natural, en medio de un paraje excepcional. No pensaron que pisaban un entorno natural que no les pertenece, por el que han transitado históricamente miles de personas con ideas y querellas políticas de lo más variado, que han visto banderas de aquí y de allá.

Poco pensaron los banderistas en que Montserrat es para buena parte de los catalanes y catalanas más que una montaña. Durante siglos ha sido un núcleo de vida espiritual, vivencial y cultural. Allí murieron personas luchando contra los fuegos que asolaron la montaña. Si algo no necesita Montserrat es que le pinten banderas. Es en sí misma un símbolo más poderoso, más profundo, más enraizado que cualquier bandera.

Poco pensaron los comentaristas a la bandera que participaban de la misma torpeza infantil. Les faltó anotar: caca, culo, pedo, pis. Unos y otros se comportaron como tontos y bobos. ¿En qué estarían pensando? Seguro que no en sus líderes políticos…

Hay que decir que con todo, esto es poco grave. Hay cosas más preocupantes. Estas pintadas solo tardarán unos años en desaparecer. Ayudará la lluvia, el viento, las mismas piedras que se desprenden, las cabras y jabalís que pasan por ahí, y las personas que caminamos por allí que pensaremos: ¡mira que hay que ser tonto y bobo!

29 /

6 /

2019

La principal conversión que los condicionamientos ecológicos proponen al pensamiento revolucionario consiste en abandonar la espera del Juicio Final, el utopismo, la escatología, deshacerse del milenarismo. Milenarismo es creer que la Revolución Social es la plenitud de los tiempos, un evento a partir del cual quedarán resueltas todas las tensiones entre las personas y entre éstas y la naturaleza, porque podrán obrar entonces sin obstáculo las leyes objetivas del ser, buenas en sí mismas, pero hasta ahora deformadas por la pecaminosidad de la sociedad injusta.

Manuel Sacristán Luzón
Comunicación a las jornadas de ecología y política («mientras tanto», n.º 1, 1979)

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