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Marisa del Campo Larramendi

«Quo vadis», Podemos

 I

Resulta evidente que a Podemos, Unidas Podemos y a sus líderes no se les trata igual que al resto de organizaciones y dirigentes. Declaraciones, errores, malentendidos, meteduras de pata y entrada en jardines que en Abascal, Casado, Rivera o Sánchez son criticados con una dureza que podríamos calificar de institucional —o por el contrario directamente pasados por alto— en el caso de los morados y sus mandatarios son objeto de verdadera persecución mediática e hipérbole crítica. En plata, no se les pasa ni una y si no hay ninguna se inventa.

Esto es un dato objetivo y no cabe rasgarse las vestiduras, ni gimotear por las esquinas por su existencia. Lo que hay que hacer es preguntarse por qué se produce.

Podemos barajar varias respuestas a este hecho:

1ª. Unidos Podemos es una organización a destruir por los que realmente mandan, pues a pesar de todo sigue siendo el único obstáculo, como organización política, que perturba el “normal” restablecimiento del juego bipartidista que asegura el dominio político de los de arriba. Todo valdría para los que realmente mandan en orden a acabar con ella.

2ª. Por las ideas políticas que dice defender, Unidas Podemos llama sobre sí un grado de crítica mucho mayor. Al tener por bandera la nueva política, la ética, la “gente” cualquier hecho o sombra de sospecha que pueda caer sobre estos aspectos resalta –y es resaltada– de inmediato. Una mosca se nota más en un pastel de nata que en uno de chocolate.

3ª. Por los objetivos que persigue, Unidas Podemos necesita movilizar a la gente, hacerla partícipe de la vida política diaria. Debe pues tener una tensión autocrítica mucho mayor que otras organizaciones, pues los errores en su caso penalizan más al menoscabar su mayor activo, la base de su fuerza política y el garante de su posible éxito: la ilusión y el empeño de la gente.

Pero no es nuestro interés detenernos en estas razones, sino más bien darlas por supuestas y fijar nuestra atención en un cuarto punto origen del fenómeno más arriba aludido: los muchos errores y extravíos cometidos por Podemos, Unidas Podemos y sus líderes.

Errores y extravíos que merecen una crítica sin paliativos, pues solo exponiéndolos, analizándolos y reconociéndolos será posible intentar subsanarlos. Veamos algunos:

1º. Errores estratégicos. La dirección de Podemos se ha caracterizado por un optimismo analítico exagerado. Primero fueron los tiempos de vino y rosas cuando se creía en el asalto a los cielos, la operación relámpago de ganar la Moncloa y el tic-tac; luego se pasó al sorpaso al PSOE y la pretensión de hegemonizar el bloque de la izquierda; más tarde, se pretendió entrar en un gobierno con los socialistas; hace nada, se conformaban con “influir” en el gobierno Sánchez a través de unos presupuesto “progresistas”; después de las últimas elecciones se vuelve a demandar entrar en el gobierno pero con tal debilidad que casi suena a petición desesperada de quien se sabe a punto de ser preterido…

Toda esta progresiva reducción de expectativas y sus cambios estratégicos subsiguientes se ha realizado sin ningún tipo de autocrítica, por lo que, en el fondo, siguen subsistiendo los mismos problemas analíticos: voluntarismo, indefinición, subjetivismo, en definitiva, primar el elemento discursivo sobre las “condiciones objetivas”…

2ª. La propia idea estratégica dominante en Podemos —basada en Laclau vía Errejón— conllevaba como consecuencia inevitable y necesaria un determinado modelo organizativo. La “operación relámpago” de asalto a la Moncloa exigía un partido más parecido a un comité electoral que a otra cosa.

La centralización y jerarquización de Podemos no fue fruto de “la maldad de los hombres”, sino producto de su propia estrategia política. El partido movimiento de los inicios que decía querer tener su base en los círculos pronto se convirtió en un partido vertical, jerarquizado, en manos de unos pocos, plebiscitario en sus procesos de legitimación interna donde las diferentes familias y —todo hay que decirlo— un buen número de arribistas batallaban por cuotas de poder.

Esta organización realmente existente aisló a Podemos del humus que le daba alimento y sentido: la “gente”. Lisa y llanamente; se destruyeron los círculos y cuando se pretendió revitalizarlos se descubrió que ya no había personas para trazarlos.

3ª. El tactismo político. El reiterado fracaso de las propuestas estratégicas de Podemos, llevó a la organización a continuos giros tácticos en busca de reconectar con el movimiento de base y el sentir de los de abajo. Las ocurrencias –algunas buenas– se sucedían pero no lograban su objetivo. El entusiasmo de muchos de los de abajo por Podemos se fue marchitando y el envejecimiento de la organización y el ser percibida ya como un partido más se tornaron aparentemente imparables.

4ª. Problemas de comunicación que van desde el manido tema del chalet a los súbitos exabruptos que de vez en cuando sueltan sus dirigentes.

5ª. El rápido crecimiento de Podemos y su súbita llegada a las instituciones le convirtió en un partido aluvión donde entraron gente de variados pelajes, desde jóvenes entusiastas a viejos militantes, desde activistas con largo pasado a recién llegados a la práctica política, desde espíritus solidarios a —y aquí está el problema— medradores que buscaron en la vida política que les ofrecía la plataforma organizativa de Podemos la solución a su falta de salidas profesionales, sus ambiciones personales o su necesidad de reconocimiento.

II

Pongámonos estupendas antes de entrar en las arenas movedizas.

Decía Kant que con su filosofía trataba de responder a tres preguntas: ¿Qué puedo saber? ¿qué debo hacer? y ¿qué me cabe esperar?, a lo que añadía que estas tres cuestiones se resumían en una: ¿Qué es el hombre?

De forma paralela y en el tema que nos preocupa nos podríamos hacer tres preguntas: ¿suma o no la alianza de Izquierda Unida y Podemos? ¿Debe dimitir Pablo Iglesias? ¿Es reformable Podemos/IU? Estas tres cuestiones se podrían condensar en una: ¿Qué hacer?

Por supuesto, se podrían buscar otro tipo de interrogantes pero creo que estos nos acercan al meollo de la cuestión… o quizás más que aproximarnos nos dan de bruces, porque responder a estos interrogantes no es tan fácil, primero, porque cualquier respuesta levantará pasiones y revelará enconos, filias y fobias; y segundo, porque toda contestación que se pergeñe tendrá un carácter tentativo y sometido a un alto grado de posibilidad de error pues no solo se sitúa en el análisis del pasado, sino en el intento de prever y modelar el futuro. Pero esto es política.

Mas dejemos de marear la perdiz, liémonos la manta a la cabeza, aceptemos los improperios que nos vendrán encima y tratemos de coger el toro por los cuernos,

1º. ¿Suma o no la alianza de IU y Podemos?

Si uno hace caso a los datos electorales se diría que no. Pero no nos adelantemos y veamos la situación: si se comparan los resultados de las últimas elecciones que han ido juntos y las últimas que han ido por separado se constata que la suma de votos por separado ha sido mayor que la suma de votos juntos. Aquí imperaría, pues, esa frase tan manida y aparentemente brillante de que “En política dos más dos no son cuatro”

Tratemos ahora de analizar el dato acabado de exponer. Veamos:

Uno. Parece claro que existe un porcentaje de votantes de IU que no votan a la coalición de su partido con Podemos o la votan con profundo recelo. Cabe imaginar que el contrario también sea cierto: votantes de Podemos que no votan a Unidas Podemos. Este fenómeno podría extenderse incluso a las campañas, donde elementos de una y otra organización no participan o lo hacen a regañadientes en los “actos” de propaganda “comunes”.

Dos. Este recelo mutuo sin duda tiene sus causas. A los ojos de ciertos militantes de IU, Podemos es un partido de “profesores” universitarios que casaría mal con su tradición “obrerista”. Por otro lado, entre ellos pervive un cierto resentimiento por la forma “prepotente” en que en el pasado fueron tratados por el primer Podemos, época en que estuvieron al borde de la desaparición, cuando creían que, ¡por fin!, había llegado su oportunidad.

Tres. Del lado de Podemos existe entre parte de sus votantes la percepción de que IU es un partido de la vieja política, anclado en tics del pasado, incapaz de comprender las enseñanzas del 15M, deseoso en el fondo de mantener sus estructuras anquilosadas y pervivir aunque sea como partido minoritario e ineficaz políticamente. En el extremo esta percepción hablaría de un tenebroso PCE en la sombra y manipulador cercano a Rasputín.

Cuatro. Sin embargo, y a pesar de creer que en efecto existen estos dos tipos de percepciones entre sectores minoritarios de ambos partidos, pensamos que este fenómeno no explica el retroceso electoral de Unidas Podemos, ni eleva el principio de dos más dos no son cuatro en política a algoritmo aplicable en este caso. Es más pensamos que de haber ido por separado los resultados electorales hubiesen sido aún peores.

Cinco. Creemos que las razones de dicho retroceso había que buscarlas en dos campos de causas:

Primero, campo de causas objetivas: se está produciendo un reflujo evidente en la marea de carácter progresista que se inauguró en España a raíz de la crisis económica. Este reflujo va acompañado de una ola de conservadurismo entre las clases medias, deseosas de “estabilidad”. Ambos fenómenos suponen una debilitación/disminución del bloque de cambio en España.

Segundo, campo de causas subjetivas. Las formas en que se han construido las alianzas entre IU y Podemos han sido manifiestamente mejorables. En vez de procesos unitarios desde abajo se han primado los acuerdos desde las cúpulas, a veces hasta llegar a algo más parecido a una sopa de siglas que a una verdadera coalición. Esto es percibido por la gente como componenda, reparto de cargos, alianza poco segura que en cualquier momento puede saltar.

Sexto. En definitiva:

Creemos que si la alianza IU/Podemos no ha servido para sumar o al menos para detener la ola de conservadurismo en España no ha sido por la propia existencia de la alianza, sino porque esta se ha hecho mal y sin todas sus consecuencias.

Pensamos que no hay un espacio político a la izquierda del PSOE que se pretenda instrumento de emancipación de los de abajo donde quepan dos o más organizaciones autónomas.

Por el contrario defendemos la necesidad en el medio plazo de constituir una organización unitaria que englobe en su seno, con absoluto respeto a las inevitables diferencias, las diversas sensibilidades de la izquierda emancipadora.

La unión hace la fuerza, pero solo sí esa unión es verdadera, asumida, trabajada, pensada, aceptada y querida.

Las uniones por arriba acaban siempre favoreciendo el enquistamiento de las diferencias, el encono de las facciones, las luchas cainitas, el mantenimiento de los burócratas y la proliferación de los oportunistas y medradores.

En el próximo apartado continuaremos con la segunda pregunta: ¿debe dimitir Pablo Iglesias?

III

La cultura política española tiene sus peculiaridades. Una de ellas es compaginar, sin al parecer muchos problemas, la negativa a dimitir con la búsqueda de chivos expiatorios. De esta manera, ante un fracaso político, los dirigentes no ponen su cargo a disposición de sus dirigidos, sino que prefieren buscar los responsables en el primer subordinado que pase por ahí… o, en variante también muy socorrida, entonar aquello de “que yo no fui, que fue Tantín, que fue mi hermano el chiquitín”.

Dimisiones y análisis políticos que incorporen reconocimiento de errores y propósitos de enmienda son pues más raros en el panorama político español que los perros verdes o las jirafas de cuello amarillo.

Establecido este principio general y castizo, encaremos nuestra segunda pregunta: ¿debe dimitir Pablo Iglesias?

Si nuestro anterior interrogante podía suscitar polémica este levanta tempestades, al extremo de que parece imposible acercarse a él desde un punto de vista sosegado y racional. Las filias y fobias que provoca el secretario morado son muy fuertes, y van desde cultos semejantes al Cristo de los gitanos a rechazos comparables al que se siente por la mismísima Parca, pasando por toda una escala de alabanzas e insultos, adhesiones y abominaciones.

Sin embargo, estimamos que los resultados de las últimas elecciones hacen inevitable la pregunta sobre la continuidad en su cargo de Pablo Iglesias.

Ahora bien, la pregunta no solo es complicada por la carga emocional que le rodea, sino también —y en lo que a nosotros incumbe sobre todo— por la dificultad de su respuesta. Veamos:

En nuestra opinión, para Podemos —y en consecuencia para Unidas Podemos— Pablo Iglesias es un nudo en el que se enlazan tensiones contrarias.

Por un lado creemos que —al menos en el corto plazo— Pablo Iglesias es el activo más importante de Podemos. De hecho si en las pasadas legislativas no se dio un resultado semejante sino mejor al que un mes después se produciría en las elecciones europeas, autonómicas y municipales fue sin duda gracias a la presencia de Pablo Iglesias en las primeras y a su buen hacer en la campaña y en los debates televisados.

Este papel esencial de Pablo Iglesias dentro de la organización hace pensar que si dimitiera, Podemos no solo bajaría en el terreno electoral y se vería mermado políticamente, sino que lisa y llanamente implosionaría, al permitir la ausencia de Iglesias la salida completa del armario de cabecillas, camarillas, capillas y demás tribus que pululan en Podemos y que, parece, solo mantiene unidas el «carisma» del líder.

Por otro lado, Pablo Iglesias se puede constituir –en el medio plazo– como el principal obstáculo para una renovación/refundación de Podemos. No podemos olvidar que, de la mano de Errejón, Pablo Iglesias es el principal responsable de haber construido una organización que de partido movimiento que pretendía representar la “nueva política” pasó a ser un partido muy centralizado y jerarquizado, con resortes de legitimación interna plebiscitarios y bastante semejante en su funcionamiento a los demás partidos.

El “bonapartismo” de Iglesias, el culto a la personalidad y al líder que su presencia fomenta son rémoras para un proyecto emancipador que a la corta o a la larga acabarán mostrando —si no lo han mostrado ya— su importancia negativa.

Nos encontramos, pues, ante una situación paradójica: la dimisión de Pablo Iglesias puede significar la implosión de Podemos, pero su continuidad puede suponer que no se produzca su imprescindible renovación/refundación.

Lamentablemente carecemos de la espada de Alejandro para resolver de un tajo el nudo gordiano que se nos presenta, por lo que habrá que buscar soluciones menos “cortantes”.

Cierto es que Pablo Iglesias ya ha dicho que no va a dimitir, decisión que en buena medida menoscaba la utilidad de la pregunta que nos ocupa. Pero también es cierto que de la respuesta que demos —al menos hipotéticamente— a la cuestión derivarán diferentes posiciones y futuras actitudes dentro y fuera de Podemos.

En nuestra opinión, y buscando un precario equilibrio entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad, entre los principios y el pragmatismo, entre lo posible y lo necesario, solo cabría un camino: apoyar la continuidad de Pablo Iglesias a la vez que exigir la apertura de un proceso de reflexión que lleve a la refundación de Podemos en un sentido que le acerque de nuevo a sus orígenes.

Alguien podrá decir que estamos proponiendo la cuadratura del círculo. Puede ser, pero esto nos llevaría a la tercera pregunta:

¿Es reformable Podemos?

IV

Toda pregunta parte de unas afirmaciones previas implícitas que la fundamentan y hacen posible. La pregunta: “¿es reformable Podemos?”, no es excepción y presupone unas aseveraciones anteriores, ya calladas, ya insinuadas, ya dadas por supuestas. Por ejemplo:

1ª. Podemos es aún un instrumento útil para los de abajo.

2ª. Podemos necesita ser reformado.

3ª. Este es un buen momento para su reforma.

4ª. Se tiene una idea del sentido en que debe ser reformado.

Observemos que no todo el mundo aceptará estos presupuestos y así habrá gente que dará a Podemos por perdido y amortizado, otros negarán la mayor y no creerán que necesite ningún tipo de reforma, unos terceros podrán pensar que la actual coyuntura política no es la adecuada para embarcarse en transformaciones político-organizativas y unos cuartos argüirán que todo depende de la naturaleza y el para qué de esa supuesta reforma.

Pero aún habría otra creencia implícita en nuestra pregunta: la sospecha de que existirían serias resistencias dentro de la organización a cualquier cambio de su status quo o, dicho sin ambages, de su actual modelo organizativo, línea política, correlación de fuerzas interna y cúpula en el poder.

Las declaraciones de la gran mayoría de la actual dirección de Podemos sobre las causas y repercusiones de la debacle electoral de las pasadas elecciones parecen ir en la dirección acabada de reseñar. Todo indica que la cúpula de Podemos no quiere para nada propiciar un debate interno sobre la situación de Podemos que vaya o pueda derivar en un camino hacia un Vistalegre 3.

Las razones las podemos dividir entre decibles e indecibles.

Entre las primeras estarían la necesidad de dejarse de mirar el ombligo y la convicción de que la batalla realmente importante y en la que hay que entrar con todas las energías es la de qué gobierno se va a formar en las próximas e inmediatas fechas.

Entre las indecibles encontraríamos la necesidad por parte del núcleo dirigente de tapar el fracaso electoral con un triunfo político o, al menos, con una demostración de firmeza exigiendo la entrada en el gobierno y, en otro orden de cosas, el miedo que suscita en la cúpula de Podemos la más que posible inminente aparición de un nuevo sujeto político a la izquierda del PSOE: el chiringuito de Errejón.

Vemos, pues, que la pregunta de “¿es reformable Podemos?” se encuentra en medio de un turbión de presupuestos y cuestiones que puede hundirnos en un “proceloso mar” de equívocos, malentendidos y enconos.

Sentado lo anterior, afirmaremos que en nuestra opinión el actual Podemos necesita de una urgente reforma pues en su presente configuración no es el instrumento adecuado para ayudar a construir/reconstruir el bloque de cambio necesario para transformar nuestra democracia demediada en un sentido más libre, igualitario y solidario en lo económico, en lo político y en lo social. Tres son sus principales males:

1º. En lo organizativo. De partido movimiento protagonista y abanderado de la «nueva política”, Podemos ha devenido en un partido centralista, jerarquizado y con una dirección con una clara tendencia bonapartista. Una de las más graves rémoras de esta situación es la práctica desaparición de los círculos y las interminables luchas cainitas de facciones.

2º. En lo político. Con inopinados cambios estratégicos y bandazos tácticos sin justificación crítica. Por ejemplo, se ha pasado de una concepción lauclaniana de conquista de la hegemonía a una vía que podíamos llamar neo eurocomunista pasando por un escarceo socialdemócrata clásico sin una reflexión seria que avalara la necesidad de dichos cambios.

3º. En la praxis. La práctica totalidad de las energías de la organización —cuando las peleas internas dejaban tiempo y espacio— se ha volcado en la vía institucional y se ha abandonado en buena parte la política cotidiana, de calle y trabajo, en los movimientos sociales. Esto es mortal de necesidad para una organización que necesita de la savia del contacto con los de abajo para existir y tener fuerza.

Individualizados a vuelapluma los principales problemas de Podemos —y, antes de contestar a nuestra pregunta: ¿es posible revertir esta situación?— quizás fuese conveniente destacar los obstáculos a dicha reforma:

1º. La estructura organizativa interna de Podemos ya consolidada que no verá con buenos ojos ningún movimiento que pueda suponer su puesta en cuestión.

2º. La ristra de “cadáveres”, heridos, resentidos, damnificados y escépticos que las sucesivas luchas internas de Podemos ha ido dejando por el camino en su no muy dilatada pero convulsa historia.

3º. La presión de la coyuntura política que “aconseja” centrarse en ella y no “perderse” en debates internos.

4º. La pocas “ganas” mostradas por la cúpula de iniciar una verdadera reflexión sobre el irresistible descenso electoral y de presencia institucional y en la calle de Podemos.

5º. El reflujo de la contestación social que sume en la melancolía a los militantes y deja sin motor interno a las aspiraciones de cambio y mejora.

V

La respuesta positiva o negativa a la cuestión de si es reformable Podemos muestra su importancia si valoramos las consecuencias. En caso negativo habría que dejar languidecer a la formación morada e iniciar un proceso de construcción de una nueva organización; en caso afirmativo se debería fijar con claridad el qué cambiar y el cómo hacerlo. Quede claro que tanto una como otra opción coincidirían en el para qué: la formación de un bloque de cambio —el carácter y la profundidad de ese cambio dejémoslo por ahora en una cierta imprecisión—.

Hemos de reconocer que ante esta alternativa una se siente como el asno de Buridán y no sabe si comer de la hierba de sí o de la hierba del no. Pero si no queremos morir de hambre como el famoso asno más nos valdrá que tomemos alguna decisión. Y la nuestra es levantar los ojos de los dos montones de heno y mirar el panorama de la granja entero. Esto es, enfrentarnos al cuarto remedo de los interrogantes kantianos: ¿qué hacer?

Pero para decidir qué hacer, primero es necesario aclarar y aclararnos sobre la situación en que nos encontramos, es decir, preguntarnos ¿qué hay?: el famoso análisis concreto de la situación concreta.

1º. Las dificultades del proceso de acumulación del capital continúan y la hipertrofia del capital financiero prosigue. La amenaza de una nueva crisis está ahí y de producirse introduciría un cambio substancial en cualquiera de nuestros análisis. Cambio que nos tememos no iría en un sentido de aumento de las fuerzas progresistas sino de las más decididamente reaccionarias.

2º. El cambio de ciclo político en España se ha producido. La crisis de legitimidad que sufrió la democracia demediada realmente existente en nuestro país se está cerrando de forma favorable a los de arriba. La batalla política abierta con la crisis económica, que tuvo su expresión social en el estallido del 15M, su oportunidad política en el crecimiento de Podemos y el largo periodo electoral que hemos pasado tiene un claro vencedor: los que realmente mandan, que no solo han logrado mantener sus posiciones sino que han conseguido reforzar su poder, sobre todo en el ámbito económico —valga la reforma laboral como botón de muestra—.

3º. Las fuerzas progresistas se han desfondado y la masa crítica emancipadora reducido substancialmente. En la actualidad el bloque de cambio no tiene la capacidad suficiente para forzar, impulsar o imponer medidas reformistas que afecten realmente al poder económico y que supongan un avance de la democracia política, social y económica en nuestro sociedad. España no es un país de izquierdas.

4º. La hegemonía política y económica de los de arriba también es ideológica. Las ideas neo liberales y conformistas han triunfado en nuestra sociedad: se cree más en las salidas individuales que en los proyectos colectivos, se aspira más a participar de la sociedad de consumo que a cambiarla por una sociedad más justa y sostenible, la convicción de que todos los políticos son iguales es completa, la creencia en la inamovilidad de lo que existe y en la imposibilidad de avanzar hacia otra economía que no sea la capitalista, absoluta.

5º. Es dentro de este contexto donde debemos situar el tan cacareado gobierno progresista que se supone saldrá de las últimas elecciones. Estamos en la hora de Sánchez y pronto veremos cuánto había de verdad en sus postulados “socialdemócratas” y de “izquierdas”.

6º. Sea cual sea la fórmula —gobierno monocolor, de coalición, mediopensionista o todo lo contrario— que el PSOE escoja para darnos gato por liebre parece evidente que con la actual correlación de fuerzas, el bloque de cambio no puede forzar medidas de cambio substanciales contra el poder económico, todo lo más puede implementar reformas que palíen las situaciones más sangrantes que ha provocado la ofensiva liberticida y anti social a la que hemos y estamos asistiendo.

7º. Las demandas de entrar en el gobierno por parte de Unidas Podemos no dejan de ser un brindis al sol, pues la coalición de izquierdas tendrá que aceptar el gobierno que Sánchez decida ya que votar en su contra llevaría a una repetición de elecciones que resultaría catastrófica para la coalición.

8º. La estrategia del poder sigue siendo la destrucción de Unidas Podemos. En esta estrategia participa el PSOE que busca –ya mediante el abrazo del oso, ya a través de marginarla, ya atrayendo a su redil a líderes significativos– la jibarización definitiva de Unidas Podemos, como único camino para volver a ser un partido de gobierno sin necesidad de pacto y componendas con otras formaciones: la soñada vuelta al paraíso de las mayorías absolutas y del bipartidismo borbónico.

Por todo lo anterior es necesaria:

1ª. Una revisión de la estrategia política de Unidas Podemos que todavía está pensada para el ciclo anterior, caracterizado por una situación ascendente del bloque de cambio. En el actual ciclo, claramente de reflujo, nos vemos abocados sin embargo a una estrategia defensiva y más de recuperación que de acumulación de fuerzas.

2ª. Esta nueva situación y esta nueva estrategia exigen cambios profundos en la estructura organizativa de Podemos. Será imprescindible hacer de la necesidad virtud, y aprovechar la drástica reducción de la presencia institucional para volver a la calle, a los movimientos, a la gente, a los problemas de los humillados y ofendidos en su aquí y ahora. Revitalizar los círculos, el contacto molecular con los de abajo, recuperar a la gente válida que se perdió en tanta lucha cainita, en una palabra, refundar Podemos

3ª. Dar una importancia primordial a la lucha ideológica, enfocada a combatir los principios neo liberales y conformistas que han conquistado nuestras conciencias. En definitiva persuadir a la gente de que no solo otro mundo es posible, sino que es necesario si queremos que siga existiendo un mundo habitable.

Concluyamos con una quinta e hipotética pregunta kantiana:

¿Es posible refundar la estructura realmente existen de Podemos —y por extensión de Unidas Podemos— para crear un nuevo movimiento/organización que sepa hacer política desde la gente, por la gente y con la gente?

Si contestamos con el pesimismo de la inteligencia probablemente no.

Si respondemos con el optimismo de la voluntad: hay que intentarlo… o empezar a pensar en otra cosa.

De nuevo Sísifo subiendo la roca a la montaña.

 

[Fuente: Rebelión]

18 /

6 /

2019

La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

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