La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Rafael Poch de Feliu
La guerra de Bolton
El demente belicista que dirige el Consejo de Seguridad Nacional en Washington siempre ha batallado por cargarse todos los acuerdos importantes de nuestro nuclearizado mundo
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¿Se acuerdan de Sheldon Adelson? El multimillonario de los casinos y padrino de Netanyahu quería abrir en 2012 el “Eurovegas” en Barcelona. Tras la explosión de la burbuja inmobiliaria, Artur Mas se entrevistó con él en la ciudad condal en un intento de apuntalar la economía política convergente posterior al 3% y con ella lo que llamaba el “eje Massachusetts-Barcelona-Tel Aviv”. Aquella genial jugada queda para la patética historia del “procés”, pero de lo que hoy se trata es de algo serio: de los “Altos de Trump”.
El Informed Comment de Juan Cole dice que Adelson, quinta fortuna de Estados Unidos, fue quien presionó a Donald Trump para colocar en un alto cargo al criminal demente John Bolton. Se trata de empujar a Estados Unidos a una guerra con Irán que cubra el flanco oriental de la expansión israelí proclamada por Netanyahu: anexionarse Cisjordania. “Irán es el único país que continua oponiéndose activamente a la lenta limpieza étnica de los territorios palestinos ocupados, y Adelson y su cachorro Netanyahu buscaban un gran matón para romperle las piernas a Irán”, dice el portal de Cole. Ese matón es Trump, y Netanyahu ya le ha honrado estos días bautizando como “Ramat Trump” (Altos de Trump) uno de los 33 asentamientos judíos de los altos del Golán arrebatados a Siria en 1967, oficialmente anexionados por Israel en 1981 y que Trump reconoció como israelíes, contra todo derecho internacional, el pasado 25 de mayo.
Decir que Bolton es un criminal demente no es un capricho retórico. El hombre que el millonario Adelson colocó al frente del Consejo de Seguridad Nacional, es un loco belicista empeñado en cargarse todos los acuerdos de nuestro mundo nuclear. Comenzó con el acuerdo antimisiles balísticos (ABM, en inglés) alcanzado en 1972 por Nixon y Brezhnev. Batalló con éxito contra el acuerdo entre Clinton y los norcoreanos, y ha sido puntal de la retirada de Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán de 2015 firmado por Obama. Últimamente se ha cargado el acuerdo sobre fuerzas nucleares intermedias (tácticas) INF firmado por Reagan y Gorbachov, lo que incrementa el riesgo de una guerra nuclear en Europa, y ayudado por su colega Mike Pompeo apunta claramente contra el acuerdo sobre armas nucleares estratégicas (START) que debería ser renovado con Rusia en 2021. Bolton es el tipo que el pasado abril proclamó en Florida, “para que todos lo oigan”, que “la doctrina Monroe está viva y en forma”. Corrigiendo así la afirmación de 2013 del presidente Obama ante la Organización de Estados Americanos de que “la era de la doctrina Monroe ha pasado”. Pues bien, este personaje junto con Pompeo es quien está pilotando lo que la web israelí Maariv Online anuncia como “asalto táctico” contra Irán, es decir una guerra.
Este asalto ya tuvo su ruptura diplomática con la retirada unilateral del acuerdo nuclear de 2015 que estaba bien encarrilado, según la ONU y todos los demás firmantes, y está lanzando estos días los habituales pretextos de guerra en forma de sabotajes en puertos del golfo Pérsico (14 de mayo) y extraños ataques a petroleros como el del 13 de junio, que coincidieron con la visita del primer ministro japonés Shinzo Abe a Teherán, de la misma forma en que aquel atentado químico de Siria coincidió con la llegada a Damasco de una delegación de la ONU para supervisar la destrucción del arsenal químico de Bashar el-Assad. Todo con un gran perfume a incidente del golfo de Tonkín.
Según Nathalie Tocci, la consejera jefa de la desválida representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Federica Mogherini, el pilotaje de Bolton de la extrema presión ejercida sobre Irán indica que Trump no controla la situación. “Quizás debería cambiar a su consejero de seguridad nacional”, que le empuja hacia un insensato cambio de régimen en Irán que se sume a los desastres de la guerra interminable iniciada por Washington tras el 11-S y que en 18 años ha producido varios millones de muertos, de refugiados y un sinfín de problemas.
Que los militares toreen a los presidentes en Estados Unidos es algo que ya vimos en Siria, cuando bombardearon instalaciones rusas para reventar acuerdos de cooperación militar alcanzados por John Kerry con Moscú, tal como explicó el propio secretario de Estado al abandonar el cargo. ¿Si sucedió con Obama, por qué no con Trump?
La denuncia de Bolton de que Irán ha incrementado su presión militar en Irak y Siria, ha sido desmentida por el jefe militar británico en Irak, Chris Ghika: “No ha habido un aumento en la amenaza proveniente de las fuerzas apoyadas por Irán en Siria e Irak”, dijo para desesperación de los americanos. Paralelamente, 76 generales y embajadores retirados publicaron una carta a Trump en la que se dice que, “la guerra con Irán ya sea consciente o por error de cálculo, tendrá repercusiones dramáticas en un Oriente Medio ya desestabilizado y arrastrará a Estados Unidos a otro conflicto armado con un inmenso coste financiero, humano y geopolítico”.
Sea como sea, la voluntad de los halcones de la Casa Blanca por cambiar el régimen en Irán, no es una línea del gusto de muchos jefes militares de Estados Unidos, que, cómo los generales y embajadores retirados, auguran más caos como resultado. Su argumento es que los verdaderos adversarios no son países como Irán, cuya capacidad militar es escasa, sino Rusia y China, países que aprovecharon el caos de estos 18 años para modernizar sus fuerzas, con miras a “erosionar de forma significativa la ventaja americana en tecnología moderna”, en palabras del entonces secretario de Defensa, Jim Mattis, partidario de reorientar el esfuerzo hacia la competición entre grandes potencias en lugar de concentrarse en el llamado “terrorismo”.
Según el analista Michael T. Klare, actualmente hay en Estados Unidos dos proyectos de guerra, el de Bolton y el de la Marina y los 750.000 millones de dólares del presupuesto previsto para el año que viene están comprometidos con el segundo proyecto. El Pentágono se inclina más hacia la doctrina enunciada en marzo por el actual secretario de defensa interino Patrick Shanahan. “Disuadir o derrotar la agresión de una gran potencia es un desafío fundamentalmente diferente que los conflictos regionales implicando a estados gamberros y organizaciones extremistas violentas que hemos afrontado en los últimos 25 años”, dice Shanahan. De todo esto, Klare, deduce que habrá fuertes reticencias del Pentágono a la “guerra de Bolton”, por considerar que distrae el esfuerzo del principal escenario: un pulso en el Mar de China Meridional, donde las tensiones ya revisten carácter semanal, el proyecto de la Marina.
El objetivo militar chino es convencer a los militares americanos que en un conflicto regional y limitado allá, las fuerzas aeronavales de Estados Unidos saldrían perdiendo y que por tanto es preferible no intentarlo. El de los americanos es destruir la capacidad china en los sistemas de armas conocidos como A2/AD (Anti Access/Area Denial), la versión moderna de una muralla china de misiles y recursos electrónicos y espaciales para cegar al adversario, hundir sus barcos, derribar sus aviones e impedir su agresión.
Quizá sea esta división de opiniones y proyectos dentro del establishment de la desgraciada guerra eterna de Estados Unidos, el único dato positivo de esta dramática hora cuando los tambores de guerra redoblan alrededor de Irán.
[Fuente: blog del autor]
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6 /
2019