Skip to content

Simbad el Marino

¿Quién nos protege de quienes nos protejen?

Nos protegen. Nos protege mucha gente. Securitas direct. Los guardias municipales, las policías autonómicas, las estatales, la Guardia Civil. El ejército. La Otan. Los Estados Unidos. Sobre todo los Estados Unidos.

De mi larga vida recuerdo el reinado de Calígula. Que tenía sus locas razones. No he visto nada parecido hasta Trump. Quizá tenga sus paranoicas razones. Que están mal para un protector. La guerra fría contra los chinitos está muy mal. Los chinitos se lo han ganado todo currando sin la ayuda de ningún Plan Marshall. Y resulta que curran más que esos gandules prepotentes de los norteamericanos y, sobre todo, que tienen instalaciones industriales más modernas. La jugada de atacarles tecnológicamente es muy fea. A mí me gustan los móviles de los chinitos, que no parecen ir de prepotentes como Apple. Pero al parecer los yankees han de cargárselos para nuestra protección, no sea que desde nuestro terminal vayamos a decidir unas elecciones norteamericanas (para golpes de estado internos, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos se basta y sobra, ej. Bush II).

Digo todo esto porque quisiera que solamente me protegiera la Guardia Civil. Tipos rudos, sí, pero rectos y previsibles. Mi estancia española va a prolongarse algunos años. La veo cada vez más colonizada por América (ellos lo dicen así, América). La radio nacional me informa de los resultados de las ligas de baloncesto americanas, de la Ryder Cup, de las Mil Millas que nada me importan; del día de Hallowen y del día de Acción Desgracias; las teles dan telefilms americanísimos, todos iguales (con unas tías, dicho sea de paso, que causan horror, todas de plástico, y perdón por el comentario machista inevitable) y por la radio solo se oyen canciones craqueladas en inglés. Ya no hablo de las pelis, en que policías buenos pero malísimos resuelven los casos a pesar de que los políticos tratan de impedírselo atándoles con leyes que ellos se saltan. Nuestros protectores nos están dando un baño de educación informal. Este anciano navegante abajo firmante, a pesar se todo, se queda aquí. Aquí hay playa, paella, sangría y siesta, y políticos de dos o tres clases: unos cleptócratas que de tan zafios no llegan aún a mafiosos de los que matan, otros de todas las tendencias que inevitablemente, de vez en cuando, pierden el oremus, y el conjunto intersección: los cleptócratas que pierden el oremus; curiosamente, los que más. Alá nos proteja, que aparte de Alá, los angelitos de la guarda.

25 /

5 /

2019

La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.

Manuel Sacristán Luzón
M.A.R.X, p. 59

+