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Rafael Poch de Feliu

El «ejército de los europeos»

Alemania está tejiendo su nuevo liderazgo militar en el continente

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Estados Unidos lleva años presionando a los miembros europeos de la OTAN para que incrementen su gasto militar hasta el 2% de su PIB. La presión aumentó con Obama pero Donald Trump la ha multiplicado con su característico estilo. “Es injusto que nosotros tengamos que pagar casi todo el presupuesto de la OTAN para proteger a Europa”, ha dicho Trump. Es falso, porque Estados Unidos solo aporta el 22% del presupuesto, pero sobre todo porque ese dinero no es para “proteger a Europa”, sino para mantener la dominante influencia de Estados Unidos en el continente.

Desde 1949 la OTAN ha sido la institución que organizaba la sumisión, el vasallaje y la tutela de Estados Unidos sobre Europa occidental. La seguridad europea ha estado desde entonces bajo mando del comandante de las fuerzas armadas de Estados Unidos en Europa. Sus secretarios generales eran y son europeos, pero siempre fueron títeres del Pentágono sometidos a una vigilancia absoluta por parte de sus mentores (Javier Solana tenía micrófono hasta en el retrete). La presión del 2% del PIB está dirigida, precisamente, a apuntalar esa influencia en un momento de relativo declive del poder americano.

Washington reconoce abiertamente ese factor desde que en 1966 el senador Michael Mansfield introdujo una enmienda en el Senado por la que se amenazaba con retirar las tropas americanas de Europa si los europeos no incrementaban su gasto militar, igual que hace hoy Trump. Como ha recordado Pascal Boniface, el gobierno derrotó cada año aquella enmienda alegando la realidad: “que la presencia militar americana en Europa no era un regalo a los europeos, sino que respondía al interés nacional de Estados Unidos”. El Pentágono nunca permitirá que esa amenaza de retirada se realice, dice Boniface.

Si todo esto es conocido, ¿por qué acceden los estados europeos a aumentar su gasto militar? Una respuesta es que muchos de esos estados, geopolíticamente hablando, son tontos. Es decir, han perdido toda capacidad de pensar el mundo, si alguna vez la tuvieron. Otra es que están tan acostumbrados a su papel de vasallo que actúa la inercia. Eso es perfectamente aplicable a España, por ejemplo. Pero, ¿qué decir de Alemania, la nación que con Friedrich Ratzel, el creador del concepto Lebensraum, “inventó” la geopolítica?

Hacia el ejército más potente de Europa

También Alemania está aumentando su gasto militar. Su previsión es pasar del actual 1,2% del PIB al 1,5% en 2025. La explicación es que Alemania sí que tiene un proyecto militar para Europa y pretende utilizar el farolero acicate de Trump para adelantar su ambición de nuevo liderazgo militar en el continente.

En vísperas de las elecciones de 2017 el candidato socialdemócrata Martin Schulz ya anunciaba que con el objetivo del 2% “vamos a hacer del Bundeswehr (ejército alemán) el mayor ejército de Europa”. “Si en el futuro nos tomamos en serio el reparto de tareas en Europa, el Bundeswehr debe convertirse en la fuerza armada convencional más fuerte de Europa”, declaró el pasado febrero el ex ministro de defensa alemán Volker Rühe. “Vamos por el buen camino” y en cualquier caso, “habrá más dinero”.

Obviamente, la perspectiva de que Alemania vuelva a ser la potencia militar preponderante en el continente es algo que resulta inquietante en la memoria de muchos europeos. Algo de ello le suena a la actual generación de políticos y pensadores alemanes, que, a diferencia de sus padres, ya ha perdido todo complejo nacionalista. Por ejemplo el profesor Gunther Hellmann, un especialista en política exterior y de defensa de la Universidad de Frankfurt, pronostica que el Bundeswehr será el ejército más fuerte de Europa dentro de “seis a ocho años” y al mismo tiempo dice que el dilema estratégico de Alemania es que “tiene que mandar y al mismo tiempo no debe parecer dominante”.

“Debemos tener un poco de cuidado de que la progresión hacia el (gasto del) 2% no vaya a ser interpretada, en la medida de lo posible, como una militarización de Alemania”, dijo Angela Merkel en su discurso sobre temas militares del año pasado (Bundeswehrtagung, 2018).

Que no se note

Como ocurriera con el mítico concepto de “potencia hegemónica a su pesar” (Hegemon wieder Willen) aplicado a la realidad de la Europa alemana moldeada por el nacionalismo exportador en la UE, defensores de un incremento sin complejos del actual intervencionismo militar internacional de Alemania (ya presente en: Somalia, Yugoslavia, Afganistán y Mali) como el politólogo Stephan Bierling, acuñan ahora para Alemania el inocente concepto de “potencia dominadora a su pesar” (Vormacht wieder Willen).

Esta ambición necesariamente cubierta de nieblas y piruetas conceptuales, está tejiendo algo que se parece a una estrategia militar concreta en Europa a partir del concepto “Framework Nation” (naciones-marco, Rahmennnationenkonzept, en alemán) adoptado por la OTAN en su cumbre de Newport de septiembre de 2014. Este concepto es una fórmula para que fuerzas militares de pequeños estados de la OTAN puedan acoplarse con las fuerzas más grandes de una “nación marco”, como medio para “fortalecer el pilar europeo de la OTAN”. El gobierno alemán está haciendo un uso astuto de este título de “nación marco” con miras a un ejército europeo autónomo e independiente, sin Estados Unidos, bajo preponderancia alemana. El objetivo del concepto, explica el ministerio de exteriores alemán, es “un mayor reparto transatlántico de las cargas” pero también, añade “el gradual crecimiento conjunto del ámbito de la política militar y de seguridad europea”. Este vector supera el marco de la Unión Europea, por eso en la jerga berlinesa no se habla de “ejército de la UE”, sino del “ejército de los europeos”, explica el periodista Jörg Kronauer del diario Junge Welt.

Más que un concepto teórico

La “nación marco” alemana es algo más que teoría. Ya ha efectuado maniobras militares —el lunes comenzaron las más recientes en Baja Sajonia— en las que un contingente holandés de 2500 hombres está supeditado a las fuerzas de intervención de élite alemanas (DSK) de 10.000 hombres y el año pasado una brigada mecanizada rumana participó también en manbiobras (“White Griffin”) bajo mando alemán. De esta forma “se están creando divisiones multinacionales con capacidad militar alrededor de Alemania”, explica el Teniente General Rainer Glatz, ex comandante del mando de intervención del Bundeswehr. “Para la mayoría de los socios vinculados, Alemania es la nación indispensable”, dice.

Todo esto puede ser valorado como algo incipiente, pero el vector que marca es claro. La “patria europea” es una vieja ideología alemana. En Alemania el concepto “Europa” funciona como algo parecido a una identidad de recambio y a veces como sinónimo, o seudónimo, de “Alemania”. Hay que recordar que mientras otros socios europeos se dedicaban a cazar moscas en el aula, el aplicado alumno de la Alemania posterior a la reunificación elaboró una Unión Europea a la medida de su nacionalismo exportador con el resultado bien conocido. Ahora está ocurriendo algo parecido con la “Europa de la defensa”, y aunque la desconfianza y la prevención de socios como Francia e Inglaterra sean considerables, y aunque aún sea pronto para ver en qué quedará, es obvio que hay una jugada alemana en marcha sin que se vislumbren otras que la discutan.

Si el dominio, político y económico, alemán de la UE no ha traído nada bueno, puede adelantarse lo que sería si se le sumara una preponderancia militar, cuyo balance histórico es inequívoco, tal como juzga la inmensa mayoría de la población alemana que a diferencia de sus políticos y mandamases mantiene su antimilitarismo, según confirman las encuestas.

Este “ejército de los europeos” tiene todos los números para ser un nuevo despropósito imperialista en la competición por recursos globales escasos. Por lo menos mientras no se reforma un marco mundial en el que el poder y la fuerza de las potencias que intervienen importa más que las normas internacionales de convivencia y la sostenibilidad del planeta. La gran pregunta es si esa reforma es posible sin que medie otra gran catástrofe bélica como la que propició la creación de la ONU tras la Segunda Guerra Mundial.

 

[Fuente: Ctxt]

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2019

La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

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