La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Manolo Monereo
Celebraciones del Estado: ¿se inicia la gran restauración?
Las honras fúnebres a Alfredo Pérez Rubalcaba nos han sorprendido a muchos. Es cierto, como dice Juliana, que hay “momento PSOE”, pero, aun así, asombra tanta alabanza, tanto elogio a un político que, como Jano, ha tenido, y tiene, dos caras. Ha habido emociones populares, más allá de los límites del socialismo español, y el reconocimiento fue a un hombre de Estado, a una persona especialmente capaz, al que siempre se le ha relacionado con los aspectos más oscuros del aparato del Estado. Dos cosas han sido especialmente subrayadas: el fin de ETA y las labores de colaborador necesarias en la difícil y compleja abdicación de Juan Carlos I.
¿Momento PSOE? Sin duda. Pero, ¿qué significa esto? Lo primero y fundamental, la vuelta del PSOE a la centralidad en un mapa político que le es muy propicio. Las derechas, en crisis y en proceso de reestructuración que va a ser duro y largo en el tiempo. Unidas Podemos, en dificultades. Ha retrocedido en votos, en diputados y senadores y, sobre todo, ha entrado en un territorio (problemática IU ampliada) nuevo, especialmente difícil, y con un vació estratégico serio. La llamada cuestión nacional sigue abierta en ambos lados, y en el territorio específico catalán parece que las urnas han determinado interlocutores más claros, más fiables y con mayor sentido de realidad. En general, las gentes han vivido estas elecciones pasadas con mucho desasosiego, con inseguridad y hasta con miedo. La sensación es de alivio y, aunque hay mucho escepticismo de fondo, las gentes quieren creer, lo necesitan para seguir viviendo, y apuestan por un gobierno que haga lo que se ha comprometido.
El “momento” PSOE tiene otro componente que alguno de nosotros hemos visto en las honras fúnebres a Rubalcaba. Podríamos definirlo del siguiente modo: en lo fundamental, las tareas han sido realizadas. ¿Cuáles? Desactivar las condiciones que hacían posible, e incluso probable, una ruptura de régimen en España. Aparentemente, los males del pasado han sido descontados, la movilización social es hoy escasa y no tiene perspectivas políticas, la crisis de representación parece haber sido superada, la corrupción da la sensación que ha desaparecido de la agenda política y solo la “cuestión catalana” rompe un marco que se ha hecho muy favorable al sistema.
Es el momento de Pedro Sánchez. Lo que ha ofertado en estas elecciones es un talante, un estilo de gobernar y un compromiso nítido con los derechos sociales. No mucho más, pero tampoco menos. Interpretar los estados profundos de una sociedad tan heterogénea y conflictual como la nuestra no es fácil. La indignación de fondo sigue existiendo, simplemente es que no se ven salidas también de fondo, que no son percibidas como posibles y cuya representación no acaba de encajarles. El secretario general del PSOE aparece como un mal menor en el que se desea confiar y al que, esperanzadamente, desean que acierte.
Hay un dato que no se puede olvidar en este contexto: el fortalecimiento de los aparatos e instituciones del Estado y su cohesión interna. Es cierto que el movimiento independentista catalán ha ganado peso en estas elecciones, y que la cuestión sigue abierta. El dato nuevo que perciben las poblaciones es que el Estado ha salido fortalecido del desafío y que las posibilidades “materiales” de su desvertebración han quedado, como mínimo, aplazadas para un futuro no cercano. El papel del rey en esto ha sido fundamental. La pieza maestra para enfrentarse a la crisis de régimen en ciernes fue la abdicación del rey y la llegada de Felipe VI. Las cloacas del Estado, las incapacidades del movimiento y errores propios hicieron todo lo demás. La república nunca fue un problema secundario. Otra cosa es su viabilidad práctica y el temple necesario para reivindicarla con todas sus consecuencias.
Insisto, momento Pedro Sánchez. Ahora tiene que gobernar, enfrentarse a los problemas de fondo de un país que tiene su futuro quebrado y cuya viabilidad requerirá de mucho esfuerzo, tenacidad y un proyecto claro. De Europa viene lo de siempre, necesidad de seguir practicando ajustes y poniendo dificultades para revertir el modelo de sociedad organizado tras la crisis. En las elecciones europeas tampoco se hablará de los problemas fundamentales, y todos desean cambiar una Unión Europea que se ha ido convirtiendo en un problema para las mayorías sociales, sobre todo del Sur. Una clave, cambiar sustancialmente el actual modelo de acumulación y crecimiento por otro social y ecológicamente sostenible. En su centro, fortalecer la capacidad contractual, sindical y política, de las clases trabajadoras. Convendría no cerrar los ojos a los dilemas político militares que están atravesando el sistema mundo. Se podría resumir así: la política como continuación de la guerra por otros medios.
Ahora estamos ante elecciones muy importantes. La ciudadanía se juega muchas cosas. Son algo más, mucho más, que una segunda vuelta. Unidas Podemos ha “salvado los muebles” e intenta, con mucho esfuerzo, recomponer alianzas sociales, bases electorales y compromiso político. Se puede consolidar una tendencia o recomponerse para los nuevos retos de un país que está cambiando de ciclo político. La discusión, parece, es gobernar, sí o sí, con Pedro Sánchez. Nada sabemos. Queda claro que se ha defendido un programa y se ha elegido el territorio de la Constitución para su defensa. Un tema queda abierto, ¿qué papel va a jugar Unidas Podemos si, definitivamente, estamos ante una enésima restauración monárquica?
[Fuente: cuartopoder]
14 /
5 /
2019