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Jaume Segarra

Materialismo vulgar

Una de las formas más brutales por la que se expresa el individualismo exacerbado propio del capitalismo es lo que se ha llamado tradicionalmente materialismo vulgar, o para decirlo en términos más claros y en línea con las argumentaciones fascistas, la ley del más fuerte.

La actitud y las palabras de Bush, en su propia naturaleza inconexa, son un buen ejemplo de ello: la exaltación constante de la potencia militar como justificación última… de la potencia militar.

Pero ese materialismo vulgar impregna muchas áreas de la sociedad. Cuando un cierto perdedor se refería con desprecio a las lenguas perdedoras expresaba con ello su odio a esa vieja Europa de la que formamos parte y que ha desarrollado frente a las simplificaciones de los actuales materialistas vulgares, conceptos como el multilateralismo en política y concepciones culturales capaces de interrelacionarnos con otras culturas.

A ese mismo materialismo responden las declaraciones de un Gregorio Salvador, vicedirector de la Real Academia Española, en contra de las lenguas pequeñas. Hay algo muy profundo en la sociedad para que después del histórico gazapo de Suárez sobre la química nuclear y el catalán, se vuelva a insistir en diferenciar entre lenguas de primera (el castellano, por supuesto, entre las cinco o seis que podrían merecer esta mención) y las demás. Por mi parte, ya puestos, prohibiría la enseñanza del italiano en la propia Italia al ser lengua tan poco útil a nivel internacional.

Por cierto ese nefando perdedor igual se ve obligado a aprender inglés en serio y a abandonar su impostado acento mejicano en sus «clases» en la Universidad de Georgetown y a reservar su castellano para hablarlo en la intimidad.

10 /

2004

La principal conversión que los condicionamientos ecológicos proponen al pensamiento revolucionario consiste en abandonar la espera del Juicio Final, el utopismo, la escatología, deshacerse del milenarismo. Milenarismo es creer que la Revolución Social es la plenitud de los tiempos, un evento a partir del cual quedarán resueltas todas las tensiones entre las personas y entre éstas y la naturaleza, porque podrán obrar entonces sin obstáculo las leyes objetivas del ser, buenas en sí mismas, pero hasta ahora deformadas por la pecaminosidad de la sociedad injusta.

Manuel Sacristán Luzón
Comunicación a las jornadas de ecología y política («mientras tanto», n.º 1, 1979)

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