La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Filòsofs davant la guerra. Reflexions entorn a la guerra de l'Iraq
PROHOM Ediciones,
Barcelona,
Raül Digón
La determinación del grado en que el rechazo popular a la mentira contribuyó al cambio político acontecido en marzo todavía constituye un tema ampliamente debatido. Dicha problemática, más allá de los resultados de la comisión de investigación parlamentaria, continuará generando controversias y polémica mientras sigamos planteándonos cuestiones como estas: ¿qué supone la ola de indignación colectiva que, desoyendo el platónico dictado de La República,castigó a la mentira de Estado en la calle y en las urnas?, ¿acaso se trata de una nueva forma de politización de la ciudadanía?
Aunque Filòsofs davant la guerra se publicó durante el mismo mes en que se sucedieron el terrible atentado perpetrado en Madrid el día 11 de marzo y la vergonzosa reacción del gobierno anterior, el propósito compartido por los autores del libro (principalmente profesores de filosofía de la Universitat de Barcelona y de la Universitat Ramon Llull) se sitúa en ese territorio común de reflexión ante el engaño, la manipulación mediática y la desinformación orientada a crear determinados estados de opinión entre las gentes. El nexo común entre los textos de Candel, Torralba y Román entre otros, consiste en el intento de abordar el fenómeno de la guerra desde una perspectiva filosófica, en una aproximación efectuada al hilo de la refutación de los pretextos vertidos como coartada de la última cruzada imperial en Oriente (la existencia de armas de destrucción de masas y la conexión entre Hussein y Al Qaeda), cuya flaqueza argumentativa es sometida al análisis riguroso. A su vez, se problematiza el principio, tan inadmisible como arbitrario, de la denominada «guerra preventiva», y se denuncia la hipocresía de los discursos que pretenden legitimar la barbarie mediante eufemismos execrables («daños colaterales», «malos tratos» en lugar de tortura, etc.).
Entre los distintos planteamientos que hallamos a lo largo de las páginas del libro, cabría destacar la conceptualización de la guerra como experiencia mediática, la descomposición de las proposiciones del lenguaje belicista desde la filosofía política de corte analítico, y la lectura de los principios trascendentales del opúsculo de Kant —Sobre la paz perpetua— en contraste con la masacre de Iraq. Como suele ser característico de cualquier volumen colectivo, el interés de los textos que lo integran es notablemente desigual. Sin embargo, considerando el nivel medio de unos trabajos tan heterogéneos entre sí, y valorando la necesidad de aportar elementos para el debate sobre la paz, opino que se trata de una lectura recomendable en este momento.
10 /
2004