La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.
Rhina P. Espaillat
Buscar trabajo
I tie my Hat—I crease my Shawl—
Life’s little duties do—precisely
As the very least
Were infinite—to me—
—Emily Dickinson, #443
La madre de mi madre, viuda muy joven
de su primer amor, y del primer fruto de aquel amor,
se movía por la granja de su padre, la lengua de su país
y el corazón de su país anestesiados y mudos
con las labores. Así se le enseñó a su clase a hacer—
«Buscar trabajo», respondía a cada aflicción—
y su único dicho, fuera falso o verdadero,
repicaba fuerte con su creencia apasionada.
Viuda de nuevo, con los niños, en su mejor momento,
hablaba tan poco que era difícil de soportar
tanta compostura, tal tregua con el tiempo
dedicado durante toda la vida a la práctica de la desesperación.
Pero recuerdo sus suelos fregados, blancos como el hueso,
sus platos, y lo dolorosamente que brillaban.
5 /
2019