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Guerras climáticas

Katz Editores, 2010 (ed. original alemana de 2008),

Buenos Aires-Madrid,

346 págs.

Miguel Muñiz

Con agradecimiento a Jordi Ortega, que me lo recomendó hace ya algunos años.

En estos últimos meses, en que aparecen novedades editoriales que analizan la barbarie futura desde la denuncia, las propuestas paliativas, o una mezcla de ambas, ¿tiene sentido presentar un libro publicado hace 11 años en su idioma original y 9 en castellano? Un libro que se puede considerar antiguo

Tiene sentido. Porque ofrece una visión global y precisa, confirmada por los acontecimientos posteriores a su publicación, y porque profundiza en aspectos que siguen fuera del discurso dominante. Recordemos dos acontecimientos.

El 17 de agosto de 2017, en medio de un clima social dominado por una pugna política fabricada en clave “Cataluña” contra “España”, y sostenida a banderazos, un grupo de inmigrantes de origen árabe, casi todos perfectamente integrados en el pequeño municipio de Ripoll en que residían, realizan varios atentados terroristas en la ciudad de Barcelona y municipios vecinos. El saldo es de 16 muertos, más los 8 miembros de la “célula islamista” autores de los asesinatos, “abatidos” por unidades de los Mossos (la policía autonómica). Se multiplican las acusaciones, la estupefacción, el dolor, mucha retórica y miles de interrogantes.

El 1 de marzo de 2019 se realiza en España la primera huelga de estudiantes de secundaria contra el “cambio climático”, siguiendo la iniciativa del movimiento “Fridays for Future” cuya protagonista es una adolescente sueca, Greta Thunberg, que goza de amplia proyección en los medios de información por su lenguaje contundente y su desparpajo juvenil exigiendo a los políticos que pongan fin a la “inacción” sobre el “calentamiento global”. Los medios informan de manera acrítica sobre la iniciativa, con una profusión y detalle que contrasta con las escasas referencias a los millones de personas que ya sufren las consecuencias del calentamiento global.

El libro de Harald Welzer muestra como estos dos acontecimientos tan diferentes son facetas de un mismo proceso. Welzer es un estudioso de la violencia de larga trayectoria; mantiene una perspectiva ética, pero constata que la violencia es un recurso del comportamiento individual y social, un recurso que ha modelado las sociedades en que vivimos más allá de historicismos míticos, amnésicos y autojustificativos de uso común que la siguen modelando hoy, y que la van a seguir modelando en el futuro. Un factor que no se debe dejar de lado en el análisis, y que hay que afrontar sin moralismos.

Trascender condenas banales de la violencia es necesario para analizar las consecuencias violentas de los procesos sociales que el cambio climático está desencadenando; ello requiere audacia y honestidad intelectual, y Welzer las tiene. La obra trata de violencias distintas, y de diferente grado, adaptadas a cada marco social (opulento o de miseria), a los espacios en que los cambios se sufren, a los territorios y sus fronteras. Para comprender, para paliar y prevenir, hay que exponer de manera cruda lo que nos enseñan las manifestaciones normalizadas de violencia social y política. Violencias como las asociadas a la implantación del programa nazi de exterminio en Alemania (entre 1933 y 1949), las atrocidades de Vietnam (1955-1975), de Irak (1990-1991), de las guerras balcánicas (entre 1991 y 2001), de las matanzas de Ruanda (1994) o de Darfur (2003), la ausencia de límites definidos entre diferentes tipos de guerras y limpiezas étnicas… Sin perder objetividad, y sin caer en ningún tipo de relativismo ético, Welzer aplica esas enseñanzas a las consecuencias sociales de los procesos ecológicos que el cambio climático ha desencadenado.

El primer tercio del libro, unas 91 páginas, es una densa exposición sin concesiones de las premisas, implicaciones y consecuencias del recurso normal a la violencia en la sociedad global construida por el neoliberalismo. A partir de este punto se desarrollan dos apartados: “Matar hoy” (53 páginas) y “Matar mañana” (97 páginas), que detallan variables presentes y futuras, de esa violencia normalizada en el marco europeo y occidental, sus causas, sus consecuencias sociales, y sus víctimas.

Pero Welzer va más allá, el siguiente bloque: “Personas transformadas en realidades transformadas” (30 páginas), y los tres apartados finales (otras 30 páginas) abordan un análisis minucioso de las implicaciones psicológicas, culturales y políticas de la violencia socialmente normalizada: los discursos justificativos, la voluntad de no saber, el relativismo, la respuesta comparativa, la indiferencia individual, las actividades consoladoras, etc. Para cerrar con un par de capítulos sobre “aquello que se puede hacer y lo que no”.

La dureza de los hechos no permite sentimentalismos. Desde las primeras lineas Welzer expresa su deseo de errar en las consecuencias de todo lo que explica pero no se llama a engaño: frente a detallados catálogos de “medidas” para afrontar/paliar el problema-conflicto del cambio climático, Welzer propone algo mucho más simple y más complejo a la vez: una acción colectiva que parta de una profunda reflexión cultural individual con la que encarar lo inevitable. Algo tan necesario como (casi) imposible.

Un par de citas para enmarcar el tono de la obra:

Es probable que en toda la historia de la ciencia no pueda hallarse ninguna situación equiparable en la que un escenario acerca del cambio en las condiciones de vida de amplios sectores del planeta preanunciado con evidencia científica tenga una recepción tan indiferente en el ámbito de las ciencias sociales y de la cultura como está sucediendo en la actualidad. Esto demuestra una incapacidad para discernir y una falta de conciencia de la propia responsabilidad (p. 53).

y, frente al cambio climático:

Previa a la cuestión de lo que se puede hacer está la cuestión de cómo se quiere vivir (p. 305).

28 /

4 /

2019

La lucha de clases, que no puede escapársele de vista a un historiador educado en Marx, es una lucha por las cosas ásperas y materiales sin las que no existan las finas y espirituales. A pesar de ello, estas últimas están presentes en la lucha de clases de otra manera a como nos representaríamos un botín que le cabe en suerte al vencedor. Están vivas en ella como confianza, como coraje, como humor, como astucia, como denuedo, y actúan retroactivamente en la lejanía de los tiempos.

Walter Benjamin
Tesis sobre la filosofía de la historia (1940)

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