La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Rafael Borràs
Estadísticas turísticas: un espacio también en disputa
Los resultados de la CSTE, a pesar de sus limitaciones y escoramiento ideológico, deberían ser un acicate para insistir en el pensamiento crítico del modelo turístico español. Son urgentes nuevos instrumentos alternativos al mainstreamestadístico de medición de los impactos del turismo.
Se atribuye al aristócrata, escritor, y político conservador británico, Benjamin Disraeli, la célebre frase “there are three kinds of lies: lies, damned lies, and statistics”, es decir, “hay tres tipos de mentiras: mentiras, grandes mentiras, y estadísticas”. Una gran verdad, aunque viniera de un personaje perteneciente a la corriente más a la derecha de los Tories, y con la que pretendía “justificar” su defensa de las clases poderosas y adineradas de la época. Pero Disraeli murió en 1881, y, desde entonces, ha llovido mucho, y muchas han sido, con sus victorias y sus derrotas, las luchas sociales que han hecho que la situación sea muy diferente a la de hace más de un siglo. Lo del “fin de la historia” ha sido siempre una falacia, pero la frase de Benjamin Disraeli sigue siendo cierta.
Si se me permite la simplificación, se podría decir que en las estadísticas en general, pero, especialmente en las económicas y sociolaborales, ha estado –y sigue muy presente– la lucha de clases (de la misma forma que en las estadísticas medioambientales está presente el productivismo sin límites, o que el sesgo patriarcal está presente en casi todas). Por ejemplo, en el origen del neoliberalismo, el “There is no alternative -TINA-“ (No hay alternativa) del thatcherismo fue acompañado por el ocultamiento en las estadísticas públicas de las desigualdades que dualizaron la sociedad británica.
Pero aterricemos en la actualidad de la disputa sobre las estadísticas. Fue Joseph Stigltiz quien, en 2012-2013, afirmó que «lo que medimos afecta a las decisiones que tomamos» [1]. Así, si, por ejemplo, no se miden correctamente los impactos ambientales de la actividad económica, las decisiones que se toman llevan al crecimiento sin fin; si no se miden los efectos de las nuevas formas innovadoras de explotación laboral, las decisiones tomadas no acaban de satisfacer la totalidad de las reivindicaciones de las kellys. En resumen, el ámbito de las estadísticas es un espacio en el que también se disputa la hegemonía política, social y cultural.
La Cuenta Satélite del Turismo de España (CSTE) como ejemplo
El pasado 18 de diciembre de 2018, el Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó la CSTE con los resultados de 2017. Es esta, pues, una buena ocasión para reflexionar sobre la disputa en torno a las estadísticas en un caso concreto.
Pero, antes de iniciar este análisis, parece conveniente señalar que la CSTE es un conjunto de estimaciones estadísticas que nos proporcionan los agregados económicos [distintas actividades económicas] principales ligados al sector turístico. Fundamentalmente, los indicadores macroeconómicos que incorpora son la aportación del turismo al Producto Interior Bruto (PIB) español total, el global de empleo, y a la producción y la demanda turística. Todos los cálculos y estimaciones están basados en la metodología de la Contabilidad Nacional que es, ciertamente, una metodología compleja, pero técnicamente sólida, y que responde a las recomendaciones y directrices establecidas en el Sistema Europeo de Cuentas (SEC) de 2010, así como en las Recomendaciones Internacionales sobre Estadísticas de Turismo de 2008, y en el Manual sobre Cuenta Satélite de Turismo de Naciones Unidas.
Hecha esta explicación, anótese un primer apunte crítico: en mi opinión, un análisis económico, social, laboral, medioambiental, etc., por muy correcto que sea técnicamente, no es neutral. Dependiendo de los elementos analizados, el resultado será uno u otro. En este sentido, permítaseme reivindicar al Aristóteles que, en “Ética a Nicómaco”, afirmaba que “si la lanzadera supiera moverse por sí misma en el bastidor, se podría prescindir de esclavos que la condujeran”. Dicho de otra manera: si la CSTEincorporase indicadores de calidad en el empleo, de impacto medioambiental, o de cohesión social y desigualdad, cumpliría mucho mejor el objetivo declarado de las “cuentas satélites” en el ámbito internacional.
Los resultados
1) La aportación del negocio turístico al PIB español
El peso del PIB asociado al turismo es importante, y tiene una evolución creciente: el PIB, medido a través de la demanda final turística, alcanzó los 137.020 millones de euros en el año 2017. Esta cifra supuso el 11,7% del PIB total, cuatro décimas más que en 2016, y, desde 2010, el peso del turismo en este PIB ha crecido 1,5 puntos, al pasar de un 10,2% a un 11,7%.
Teniendo en cuenta que el PIB es el indicador totémico del neoliberalismo, conviene hacer algunas consideraciones críticas:
a) El sesgo ideológico mainstream lleva a identificar el crecimiento del PIB como el objetivo casi único de la economía. En el caso que nos ocupa, el crecimiento turístico es más bien un proceso de engorde insano para la mayoría social ya que lleva incorporado un importante sobrepeso en forma de “externalidades económicas negativas” (costos medioambientales, precariedad laboral, negación del derecho a la ciudad, y, muy especialmente, vivienda digna, expropiación de los espacios comunes, etc.).
b) La medición del PIB presenta importantísimas carencias desde la decencia y la cohesión social entre las que, en el caso del turismo, parce oportuno destacar dos: i) Desde hace unos años, en la Unión Europea y en España computan en el PIB el negocio del tráfico de drogas y de la prostitución. ii) En muchos ámbitos geográficos y sectoriales un crecimiento del PIB es sinónimo de un crecimiento de las desigualdades [2]. Por el inmenso gap entre salarios distribuidos y beneficios empresariales, es seguro que el turismo español es uno de ellos.
En cualquier caso, no deberíamos menospreciar el indicador del PIB turístico de la CSTE como un indicador del estado del capitalismo turístico, y, en consecuencia, de la conveniencia de perseverar en los análisis contrahegemónicos del mismo.
2) Retroceso salarial y aumento de las desigualdades salariales
La CSTE de 2017 ofrece datos sobre la remuneración de las personas asalariadas en el periodo 2010-2015. Aun faltando dos años claves (2016 y 2017), en los que se han registrado nuevos records turísticos, es el período en el que se han puesto en marcha las dos reformas laborales (en 2010 y 2012) insertas en los programas de castigo social para, teóricamente, hacer frente a la última crisis.
En el siguiente grafico podemos observar que las remuneraciones de las personas asalariadas en el sexenio 2010-2015 han crecido un 3,4%. Pero lo fundamental es que, teniendo en cuenta que el Índice de Precios de Consumo (IPC) en el mismo periodo ha subido el 8,7%, podemos concluir que, el aumento de un 4,4% en el número de puestos de trabajo, se ha conseguido con una pérdida de poder adquisitivo global del 5,3%.
Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de la CSTE 2017
Por otra parte, hay que advertir de una nueva “ausencia ideológica” en el contenido de la CSTE: no incluye ninguna información sobre las cifras de retribuciones por deciles [3]. Esto impide analizar las desigualdades retributivas que se dan en el sector turístico español, pero atendiendo a lo que podríamos llamar “epistemología popular” –o, si se prefiere, “conocimiento a pie de tajo” (de hotel en este caso)–, se puede afirmar que el deterioro salarial ha sido mayor en los deciles que incluyen los salarios más bajos (kellys y demás personal de base). Sin embargo, todo indica que los directivos y directivas (deciles 9 y 10), con la crisis, han salido ganando en sus salarios. Todos los datos indican que estas tendencias se han mantenido en los años 2016 y 2017.
3) La precariedad
He aquí otra gran ausencia ideológica de la CSTE: no incluye ningún indicador directo para medir la precariedad laboral existente. Esta ausencia es especialmente grave, al menos, por tres razones:
a) Desde hace años el mainstream ha “normalizado” la inestabilidad laboral en el sector turístico, presentándola, falsamente, como inherente al sector.
b) Con el concepto de “ejército industrial de reserva”, que Karl Marx desarrolló en su obra El Capital, se hace referencia a la existencia estructural, en las sociedades capitalistas, de una parte de la población que resulta excedentaria como fuerza de trabajo respecto a las necesidades de la acumulación del capital. Es decir, es imprescindible un considerable número personas desempleadas permanentes para el buen funcionamiento del sistema de producción capitalista y la necesaria acumulación de capital. Esto es así, entre otras cosas, porque la existencia de este “ejército industrial de reserva” tiene un efecto disciplinador (menos organización sindical, menor capacidad reivindicativa, etc.) sobre los trabajadores y trabajadoras. Sin que esta teoría marxista haya dejado de tener vigencia, hoy en día hay que complementarla con el efecto disciplinador que ocasiona la precariedad laboral. Dicho con otras palabras, los procesos de precarización laboral tienen que ver cada vez más con las estrategias empresariales para debilitar la fuerza de la parte trabajadora en el persistente conflicto capital-trabajo. Pongamos por caso las externalizaciones [4], o la frecuente angustia que provoca el tener que “ganarse” la prórroga del contrato temporal, muy frecuentemente de cortaduración [5].
c) La precariedad tiene efectos negativos en los resultados macroeconómicos de la actividad turística y cualquier asociación con “calidad de servicio” se asemeja bastante a un oxímoron.
No obstante, esta clamorosa ausencia (ni tan siquiera se hace referencia al trabajo estacional), podemos intuir la gran precariedad existente a través del análisis de algunas de las informaciones que si nos ofrece la CSTE.
El primer factor de precariedad lo podemos intuir a partir del dato de demografía empresarial, en la que predomina la microempresa. Esto dificulta muchísimo la organización sindical [6]. Los datos estimados para 2017 son muy elocuentes: las 411.299 empresas características del turismo tienen una distribución según el tamaño de sus plantillas que se refleja siguiente gráfico:
Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de la CSTE 2017
En cualquier caso, en el siguiente grafico podemos intuir con más precisión la evolución creciente de la precariedad laboral: en el periodo 2010-2015 el número total de puestos de trabajo asalariados en lo que la CSTE considera industrias características del turismo disminuyó en un 6%, mientas que los puestos de trabajo “equivalentes a tiempo completo” lo hicieron en un 8%. Es decir, porcentualmente disminuyen más los puestos de trabajo que no son temporales, estacionales o a tiempo parcial.
Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de la CSTE 2017
Conclusiones
Insisto en que los resultados de la CSTE, a pesar de sus limitaciones y escoramiento ideológico, deberían ser un acicate para insistir en el pensamiento crítico del modelo turístico español.
En mi opinión es urgente que,desde el ámbito académico, y desde los movimientos sociales, se impulsen y reivindiquen algunos instrumentos alternativos al mainstream estadístico de medición de los impactos del turismo. Por ejemplo:
a) Frente al PIB Turístico, un Índice Sintético de Desarrollo Humano y Ecológico del Turismo. Se trata de disputar el discurso único de “Iglesia del Crecimiento Económico” [7], con uno que ponga el foco sobre una visión holística de la cohesión social, la igualdad, y la justicia climática y medioambiental.
b) Para disputar la concepción de trabajo asalariado o autónomo turístico como una mercancía turística más, propongo un Índice Sintético de Calidad del Trabajo Turístico, que evaluaría una batería de indicadores agrupados, al menos, en las siguientes dimensiones: 1. Condiciones de los lugares de trabajo.2. Relaciones laborales. 3. Acceso y participación en la actividad laboral. 4. Igualdad de género. 5. Salarios y grado de desigualdad salarial. 6. Participación de salarios y prestaciones de desempleo en el PIB Turístico. 7. Cohesión social e inclusión en la actividad laboral. 8. Bienestar y Protección Social. 9. Cualificación, habilidades, y aprendizaje.
No se me escapan las dificultades técnicas de lo aquí propuesto. Pero es tanto lo que está en juego, que bien vale la pena implicarse en el intenso esfuerzo, aunque sólo sea para armar de más y mejores argumentos a los movimientos sociales de resistencia a la turistización neoliberal. En este sentido, Miguel Muñiz en un artículo recientemente publicado en la revista “Mientras tanto” con el título “(Eco)socialismo o barbarie: pues va a ser barbarie” plantea, muy acertadamente, la necesidad de “conocimiento concreto. [De] saber…¿cuántas personas forman las clases dominantes? ¿Cuántas las clases acomodadas? ¿Cuántas las clases subalternas? ¿Cuántas personas son realmente precarias, más allá de la precariedad oficial?” Puesto que “sin números no hay resistencia real, sólo discurso”. De esto va, también, la disputa en torno a las estadísticas turísticas.
Notas
[Fuente: Albasud]
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2019