¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Miguel Muñiz
En Colliure
Recuerdo de Antonio Machado y del exilio republicano
El 22 de febrero se cumplieron 80 años de la muerte de uno de los mayores poetas en lengua castellana. Muerte prematura, y unida a la muerte del proyecto republicano al que Antonio Machado dedicó la mayor parte de su existencia.
El día 23, unas 140 personas nos reunimos en Barcelona, en el centro cívico Pati Llimona, convocados por el colectivo Juan de Mairena. No éramos los únicos, coincidíamos con actos parecidos celebrados en Sevilla, Soria, Baeza, Segovia, Rocafort y Colliure, los días 22 y 23.
Se trata de las ciudades que forman la Red de Ciudades Machadianas. Los lugares en los que residió Antonio Machado. Barcelona no está, pese a que el Ayuntamiento ha sido invitado a sumarse a ella ya que el poeta tuvo aquí su última residencia en España, entre marzo de 1938 y enero de 1939. Aquí escribió, hizo vida social y política, presenció los bombardeos, y sufrió todo tipo de penalidades, antes de llegar a Colliure y morir a los pocos días. Un año y dos meses evocados con detalle por Joaquim Xirau, que le acompañó en ese período, en su breve obra “Por una senda clara”.
Ese tiempo, y otros momentos de la vida del poeta, y las imágenes del fallido homenaje en Baeza (prohibido por la dictadura), y las voces de los actores que recitaron sus versos, fueron recordadas por Salvador López Arnal, Carlos Jiménez Villarejo, Teresa Soler, Yolanda Rouiller, Martín Alonso, María José Ramos, Tomás Gorria…
Pero el recuerdo no se limitó a Machado: se proyectó, en datos objetivos y palabras emotivas de Yolanda Rouiller, y otros, sobre las personas que estuvieron en los campos de internamiento, o concentración, de Gurs, de Saint-Cyprien y Le Barcarès, de Septfonds, de Rivesaltes, de Vernet d’Ariège y, especialmente, de Argelès-sur-Mer, el más importante, el de las miles de muertes anónimas a orillas del mar.
Y aparecieron las profesiones y los oficios de los exiliados: albañiles, tipógrafos, mecánicos, maestros, campesinos, jornaleros…, y mujeres, muchas mujeres anónimas… Y, junto a la tragedia de la muerte, la voluntad de la resistencia, la organización y el paso de muchas de esas personas, en pocos meses, de la lucha contra el fascismo en España a la lucha contra el nazismo en Europa.
Una breve aportación, el poema–canción con el que se abrió el acto. El que Joan Manuel Serrat incluyó en el álbum de canciones dedicado a Machado en el 30 aniversario su muerte, en 1969, en plena dictadura del general Franco.
Soplaban vientos del sur
y el hombre emprendió viaje.
Su orgullo, un poco de fe
y un regusto amargo fue
su equipaje.
Miró hacia atrás y no vio
más que cadáveres sobre
unos campos sin color.
Su jardín sin una flor
y sus bosques sin un roble.
Y viejo,
y cansado,
a orillas del mar
bebióse sorbo a sorbo su pasado.
Profeta ni mártir
quiso Antonio ser.
Y un poco de todo lo fue sin querer.
Una gruesa losa gris
vela el sueño del hermano.
La yerba crece a sus pies
y le da sombra un ciprés
en verano.
El jarrón que alguien llenó
de flores artificiales,
unos versos y un clavel
y unas ramas de laurel
son las prendas personales,
del viejo,
y cansado,
que a orillas del mar
bebióse sorbo a sorbo su pasado.
Profeta ni mártir
quiso Antonio ser.
Y un poco de todo lo fue sin querer.
27 /
2 /
2019