La principal conversión que los condicionamientos ecológicos proponen al pensamiento revolucionario consiste en abandonar la espera del Juicio Final, el utopismo, la escatología, deshacerse del milenarismo. Milenarismo es creer que la Revolución Social es la plenitud de los tiempos, un evento a partir del cual quedarán resueltas todas las tensiones entre las personas y entre éstas y la naturaleza, porque podrán obrar entonces sin obstáculo las leyes objetivas del ser, buenas en sí mismas, pero hasta ahora deformadas por la pecaminosidad de la sociedad injusta.
El Lobo Feroz
Tensión moral
En materia de ciencia política, la principal enseñanza que se obtiene del procès independentista catalán es la referente al papel de la tensión moral en los movimientos políticos.
La leyenda, el folklore, 1714, todo lo que se enseña a los catalanes desde niños —no puedes ser catalán si no bailas la sardana, si no comes pan con tomate ni peus de porc, etc.—, crea en las mentes un imaginario emocional que puede ser activado fácilmente por cualquier interlocutor que lo discuta. Si dices que lo de 1714 fue una chapuza, o niegas que Cataluña sea territorio ocupado, el resorte mental del independentista se dispara y crea en él la tensión moral suficiente para responder, al menos, con acaloramiento.
Si a esta base le añades elementos novedosos, como puede ser la idea de una República que lamentablemente en España hoy por hoy no puede ser, el imaginario emocional se renueva y actualiza. Sólo faltan imágenes de guardias civiles aporreando a personas mayores o disparando pelotas de goma para que la tensión moral se dispare, prolongadamente; y con ella la disposición a dedicar tiempo a la “causa” correspondiente.
No pretendo reflexionar aquí sobre el independentismo, sino sobre eso que se llamó la izquierda. Claro que subsisten personas de izquierda, pero raramente se las encuentra hoy en situaciones de tensión moral. Para eso tienen que estar metidas de lleno en el centro de la polémica política. Y aquí un aparte: este Lobo expresa su admiración por Joan Coscubiela, que ha mostrado tener la tensión moral que les ha faltado manifiestamente a otros, y no me hagan hablar, no me hagan hablar.
El historiador L. Canfora ha sostenido, atendiendo a las dos grandes revoluciones modernas, la francesa y la rusa, que la tensión moral no se transmitió en ninguno de los dos casos más allá de la segunda generación revolucionaria. Y, añadiré yo, tampoco parece que la tensión moral de los republicanos españoles se haya transmitido más allá de la segunda generación.
De modo que habrá que poner atención en la tensión moral como elemento de la controversia política. Eso no significa que quien la tenga gane, pero quien no la tiene está perdido.
28 /
6 /
2018