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Luis Molina Temboury

El decepcionante informe del Banco de España sobre la desigualdad

Cuando un análisis del Banco de España sobre desigualdad –cuestión que numerosos informes señalan como uno de los grandes problemas, si no el mayor, de la economía española– se hace tanto de rogar aumenta la expectación. Y si además el propio  Gobernador justifica la espera por su novedad y originalidad sube el riesgo de una decepción que al final ha ocurrido. Tampoco es que el informe sea para la papelera de reciclaje. Es útil y se agradece, pero no merecía tanto suspense.

Datos antiguos, optimismo sin justificar

El documento es sobre todo decepcionante por su alcance temporal. Salvo un segundo cuadro anexo al final, los datos sólo llegan a 2014. La fuente estadística son datos de la Encuesta Financiera de las Familias, (EFF) ya publicados y comentados junto con los de nuestros socios comunitarios aquí, y la Encuesta de Estructura Salarial, aunque el último dato recién publicado por el INE es dos años posterior, 2016. Por recordar, la primera variación interanual positiva del empleo en España se produjo en el segundo trimestre de 2014, así que nadie espere encontrar grandes hallazgos sobre la evolución de la desigualdad durante la recuperación, a pesar de que así se anuncia en el resumen, ni corroborar los optimistas comentarios de que debe estar mejorando, lo que según varias fuentes estadísticas no está ocurriendo.

El BdE viene a confirmar que España tiene una notable desigualdad, pero su análisis de principio a fin destila justificaciones en cuanto roza el asunto. Por ejemplo, se dice que aunque la desigualdad de rentas es alta, la del consumo es menor que la de la renta. Claro es. El pobre gasta todo y aun así no llega a fin de mes. Y al rico, aunque consuma más, le sobra más, un sobrante que no cuenta como consumo.

También dice el informe que la desigualdad de la renta es inferior a la de la riqueza, que también es meridiano. La raíz profunda de la desigualdad es el patrimonio, lo que se tiene, no lo que se ingresa en forma de esas rentas que al pobre no alcanzan para vivir sin penurias y el rico acumula a porrillo. Tal es precisamente la dinámica del crecimiento de la desigualdad, ya que el patrimonio no es otra cosa más que rentas anteriores acumuladas.

Manejo artificial de datos diversos

El BdE explica que la desigualdad entre países ha disminuido, tardío descubrimiento también. Se sabe que el fuerte crecimiento en los países emergentes está teniendo ese efecto y también que es precisamente en esos países donde la desigualdad crece más.

Explica también que la desigualdad de los hogares españoles es inferior a la de las personas, lo que también es verdad. Gracias a la cohesión de las familias, juntando el sueldo precario de jóvenes y no tan jóvenes que no pueden emanciparse con la escasa pensión del abuelo los hogares españoles van saliendo adelante evitando de paso un estallido social que de otra forma, en la Champions del paro, habría sido previsible.

Se nos dice también que las pensiones han tenido una evolución “positiva”. Menos mal que enseguida se matiza que es por comparación con el derrumbe de los salarios o la hecatombe del paro. Y que la desigualdad salarial por hora trabajada es inferior a la de los ingresos salariales mensuales porque el trabajo a tiempo parcial, ampliamente indeseado en España por cierto, afecta mayormente a los peores salarios.

Hasta el BdeE asume que la desigualdad es un problema

O que los organismos internacionales empiezan a comprender que la desigualdad es un grave problema económico para cuya solución convendría aplicar alguna receta, pero de estas el informe no dice gran cosa. ¿Ponernos a la altura de nuestros socios comunitarios en materia fiscal tal vez?

En fin, por no pecar de aguafiestas, el informe del BdE tiene un par de cosas positivas. Primero y principal, que desde su alta tribuna el BdE viene a reconocer que la desigualdad es un problema, por muchos y variados matices que se quiera añadir para que no parezca que lo es tanto. Y segundo, que tiene un aire pedagógico que puede servir para entender la dinámica entre salarios, renta y patrimonio, la raíz del modelo de desigualdad extrema y creciente en el que todos los países del mundo están inmersos.

Mentada por fin la bicha, la desigualdad, esperemos que el BdE se prodigue a partir de ahora con nuevos datos e informes sobre la desigualdad. Y también que nos ilumine con alguna auténtica originalidad o novedad. Por ejemplo, sería muy relevante que publicara el desglose de los cuantiles de riqueza de su encuesta, al menos hasta deciles por abajo, qué menos, y varios de los centiles de la cúspide, como hace EUROSTAT con la renta. Con ello podríamos valorar mejor la situación del amplísimo precariado español y la enorme concentración de la riqueza que, como en el resto de los países, debe de continuar su modelo exponencial hacia arriba.

El último informe de la riqueza de Capgemini detecta que en la lista de sus millonarios (sin contar la vivienda principal y otras “minucias”, lo que incluye a una población bastante inferior al famoso 1%) existe otro 1% que acapara el 34,5% de la riqueza conjunta de ese selecto grupo. Y atendiendo a la popular lista Forbes podemos saber que el famoso que más tiene multiplica por 112.000 veces la fortuna de los “millonarios pelados”.  Y también se sabe que, como se observa en el gráfico (en el que la escala de la abscisa no es proporcional para resaltar el fenómeno del retroceso de rentas de las clases medias), los ingresos que se vienen acumulando a partir del 1% son espectacularmente crecientes.

¿Se puede poner límites al patrimonio?

Datos curiosos. Y sintomáticos de que, llegados a este punto demencial de la historia de la desigualdad, y sabiendo que sigue acelerando a peor, establecer un límite al patrimonio no sería una idea descabellada. Hasta los cien millones, por ejemplo, para poner freno al creciente poder de la troupe de cien millonarios, poco sensible a lo que se ve con el medio ambiente y los intereses generales; o hasta los mil millones al menos, lo que supondría quitarse de encima (no estoy hablando de guillotinar a nadie sino de que unas decenas de personas moderen su tesoro hasta una proporción mínimamente sensata para que los demás podamos disponer de mayor bienestar y menos sobresaltos), quitarnos de encima, decía, a los dos mil laureados mil millonarios del mundo. Porque varios de ellos gobiernan la política de las grandes potencias, lo que es un tanto imprudente por mucha “libertad” de enriquecerse sin límite que se quiera defender. Compaginar la clasificación en el DSM que todos arrastramos con la responsabilidad de tener en las manos el botón nuclear o la solución al cambio climático, entre otras cosas, y además practicar obsesivamente una ambición personal desmedida e insaciable parece demasiado difícil y extremamente riesgoso para el conjunto de la sociedad.

Para conocer los entresijos de la desigualdad creo que este artículo, donde se explica la paradójica relación de la distribución de la renta y de la riqueza en Suecia, puede ser más clarificador que el informe del BdE. Sobre todo respecto a la posición que ocupa España en la distribución de la renta, farolillo rojo destacado entre los grandes países de la UE, tanto por nuestra escasa tarta a repartir como por el peor reparto que gestionan los gobernantes por estas tierras. Y también que durante la recuperación, al menos hasta el 28 de mayo, antes del análisis pormenorizado de la nueva Encuesta de Estructura Salarial o de las próximas series de distribución de rentas de EUROSTAT, la desigualdad ha seguido creciendo en España, lo que agudiza el problema. La política de austeridad y las recetas neoliberales sobre el mercado de trabajo tienen que ver en eso.

Se necesitan mejores informes sobre la riqueza y su distribución

La novedad que podría aportar el BdE es mayor y mejor información sobre la riqueza y su distribución. Sobre renta, consumo, gasto o salarios hay bastante información aunque para medir la desigualdad siempre sea insuficiente. Sobre desigualdad de la riqueza en materia estadística vamos casi a ciegas, alumbrados por estudios privados de mejor o peor calidad. Como el informe del WID y su base de datos, bastante buenos ambos. O el de Credit Suisse, que tomando como referencia los propios datos de la EFF del BdE los lleva hasta 2017 (véase, por ejemplo, la imprescindible tabla 6-5 del Global Wealth Databook).

O a un nivel ya menos serio las tablas del informe de Knight Frank, que al menos pueden orientarnos sobre el probable número de personas que controlan la economía y ahora también la política. Que no son el uno por ciento, por mucho que se insista en ese pesado mantra. Si acaso uno entre diez mil, porque no es lo mismo vivir desahogadamente que tener poder de control sobre las decisiones económicas. O el citado informe de Capgemini, que proporciona algunos de los escasos datos disponibles sobre la cúspide más alta del 1%, o algunos otros varios que circulan por ahí.

Ninguno de esos informes son fuentes oficiales, así que estaríamos encantados de disponer de más y mejor información estadística del BdE sobre la riqueza. Reconozco que la tarea es difícil mientras existan los paraísos fiscales. Como también que es surrealista que los propios gobiernos de la UE y sus instituciones amparen y propicien tan celestiales negocios. Sobre ese particular el gráfico de la página 20 del Wealth Report 2018 de Knight Frank no tiene desperdicio. Y finalmente hay que resaltar los informes internacionales de OXFAM sobre paraísos fiscales y desigualdad, que referidos a España suelen completarse con excelentes documentos de OXFAM Intermón. Todos ellos bastante más interesantes que el  breve informe del BdE que poco ha venido a aportar a un mejor análisis de la desigualdad. Algo muy necesario.

 

[Luis Molina Temboury es economista y miembro de Economistas Frente a la Crisis]

[Fuente: Economistas Frente a la Crisis]

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2018

La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

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