La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.
La sociedad del miedo
Herder,
Barcelona,
165 págs.
La política del miedo como tema central de nuestro tiempo
Antonio Giménez Merino
El miedo, y la gestión social y política del mismo, no es un tema nuevo en las ciencias sociales. Sin embargo, es un factor cuya importancia se ha multiplicado —hasta convertirse en un elemento central de nuestro tiempo— fruto de procesos como la aceleración del desastre medioambiental, la precarización del trabajo, el desmantelamiento de la previsión social, la creciente imprevisibilidad del futuro, la cibervigilancia global, o la anarquía del terror.
Bude analiza esto desde la sociología, mostrando cómo el miedo es un factor que atenaza la subjetividad moderna, sin distinción de clases o territorios, y genera grandes dosis de ansiedad paralizadoras de la capacidad crítica de las personas. Detrás de eso hay, claro es, una gestión política del miedo, convertido en un instrumento de legitimación del poder que lo produce y que se presenta, paradójicamente, como la única instancia salvífica ante la inseguridad. A ese respecto, las causas del y la gestión política posterior al 11-S y al crack de 2007, por ejemplo, nos brindan una gran lección histórica.
Bude va más allá de estas cuestiones, interrogándose, a través de las ciencias del comportamiento de las generaciones, acerca de las condiciones necesarias para inmunizarse contra el miedo y el manejo público del mismo. Lejos de una reacción de repliegue conformista en una individualidad escéptica, su respuesta apunta hacia “una cierta amplitud antropológica” orientada hacia la comprensión del diferente, la explicitación de la ambigüedad como un rasgo inherente a nuestra identidad y la desesperación (entendida como una actitud realista ante el estado actual de las cosas) en tanto que condición necesaria para la esperanza. De lo que cabe inferir que el miedo, al lado de los riesgos que entraña, puede tener también —si en vez de huir de él y delegar su solución, se es capaz de comunicar y manejar— un componente emancipador.
30 /
9 /
2017