¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Hegemonía o supervivencia. La estrategia imperialista de Estados Unidos
Ediciones B,
Barcelona,
403 págs.
José A. Estévez Araújo
El último libro de Noam Chomsky fue publicado en inglés el año 2003 y es el primer volumen de un proyecto editorial (Empire Project) en el que varios autores norteamericanos dedicarán sus esfuerzos a analizar en sendos trabajos las características y estrategias del imperio estadounidense (para más información puede visitarse la página web de The American Empire Project.
Una primera cosa que sorprende de este trabajo de Chomsky es que no haya en él ni una sola referencia a Negri o Hardt ni a su libro Imperio. Sorprende porque se trata de autores que son punto de referencia para el movimiento altermundista y que, en este caso, están tratando un tema común: el de cómo se gobierna el mundo de la globalización. Aún más, al hablar de la estrategia «imperialista» de Estados Unidos, Chomsky parece que toma posición en contra de los planteamientos de Negri, que sostiene que el «imperialismo» es cosa del pasado y que, ahora, estamos en la era del «Imperio» que es algo bien distinto. La única explicación que he podido encontrar a esta ausencia de referencias al libro de Negri ha sido en una entrevista concedida por Chomsky allá por el año 2001 en la que dice que «esto no es la física» y que lo que hay es dominación y explotación. La cuestión de si llamamos a eso «imperio» o «imperialismo» no tiene, pues, para él, ninguna importancia (posición, por lo demás, bastante discutible para un científico social).
Otra cosa que llama la atención del libro es que Chomsky establece una línea de continuidad entre la era que denomina Reagan-Bush I y la etapa de Bush II, relativizando así la tesis de que se haya verificado un cambio radical en las formas de dominación como consecuencia del atentado del 11 de septiembre. Ni la guerra «contra el terrorismo», ni la guerra «justa», ni la guerra «preventiva», ni el desprecio de la ONU son novedades radicales surgidas tras el 11-S (sin que el intermedio de Clinton suponga, tampoco, interrupción drástica alguna). Así, Reagan ya declaró una primera «guerra contra el terror», utilizó la guerra preventiva en el caso de Libia, desobedeció una sentencia del Tribunal Internacional de La Haya relativa a Nicaragua; Bush I invadió Panamá y llamó a la operación militar «Justa Causa», también atacó Irak con una contundencia mucho mayor que la exigida para la retirada de Kuwait; Clinton, por su parte, bombardeó Kosovo sin autorización de la ONU para «celebrar» el cincuenta aniversario de la OTAN. Por tanto, hasta cierto punto, tras el 11-S no tendríamos sino «más de lo mismo», aunque con la atención focalizada en zonas diferentes del mapamundi.
El título del libro, Hegemonía o supervivencia, plantea una disyuntiva, pero ésta no se refiere exclusivamente a Estados Unidos: las alternativas son la hegemonía estadounidense o la supervivencia de la humanidad. Quien sería capaz de garantizar la subsistencia de la especie sería la que Chomsky denomina la otra «superpotencia» que existe en la actualidad: la opinión pública mundial que se expresa en lugares como los Foros Sociales y que sustenta la creencia de que «otro mundo es posible».
Sin embargo, si tenemos que calibrar la correlación de fuerzas entre las dos «superpotencias» por las páginas que se le dedican a cada una en el libro, el resultado es bastante desalentador. De las 344 páginas de texto que tiene el volumen (excluidas las de notas y los índices), 341 están dedicadas a la hegemonía estadounidense y sólo 3 a la «opinión pública mundial» que, según Chomsky, debe enfrentarse a ella. Por eso, aunque el autor concluya diciendo que el resultado no es «desolador, ni mucho menos», la cantidad de horrores, mentiras, hipocresías, matanzas, peligros, abusos, agresiones, torturas y humillaciones que pasan frente a los ojos del lector a lo largo de este documentadísimo libro le dejan aterrado y deprimido y con muchas ganas de poder decir aquello de «que lo paren (el mundo) que me apeo».
7 /
2004