La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
MCS
¿Francia en un "carrefour"?
Sabemos que ningún lector de esta revista interpretará la frase del título como propaganda indirecta de una gran superficie comercial. Por eso nos animamos a seguir desarrollando la alegoría que encierra.
‘Carrefour’, como deben de saber los pocos alumnos de primaria y secundaria de este país que aún estudian francés, significa “cruce de caminos”, “encrucijada”. Y es evidente que nuestro vecino del norte se encuentra, políticamente hablando, en esa situación.
En efecto, cautiva y desarmada la izquierda reformista (es decir, la que ha venido haciendo puntualmente todas las “reformas” neoliberales que le ha exigido el poder económico), una parte considerable del “pequeño pueblo” se ha dejado y se deja seducir cada vez más por la demagogia de una derecha xenófoba cuyo único mérito consiste en saber buscar cabezas de “turco” (en sentido casi literal) para desviar hacia ellas la indignación alimentada por las políticas depredatorias del gran capital nacional y transnacional.
Por otro lado, la izquierda crítica con esas dos derivas logra de manera casi milagrosa (pero, por desgracia, quizá sólo transitoriamente) aglutinarse en torno a un político con carisma y un programa contrario a los principales postulados neoliberales.
Y entonces, por arte de birlibirloque (y del no menos mágico y taumatúrgico poder de la gran banca), surge casi de la nada un personaje con nombre (¡mira qué casualidad!) de supermercado ─Macro(n)─ que, como corresponde a lo que indica su nombre, ofrece todo tipo de rebajas fin de temporada (la temporada de la Quinta República, queremos decir): rebajas salariales, rebajas de pensiones, rebajas de plantillas de funcionarios, etc. Y todos a una (pero sin nada que ver con Fuenteovejuna, como no sea el carácter ovejuno de muchos de los partidarios del personaje), a derecha e izquierda (?), se precipitan en loas al “joven” y “dinámico” exministro de Hollande, que entre otras virtudes tiene la de soltar un anglicismo casi cada dos palabras en francés, prueba irrefutable de lo “moderno” y “abierto” de su “visión política”.
De manera que pasen y vean las interesantes ofertas que anuncia. De entrada, ofertas de colocación y repesca para no pocos restos del naufragio de los grandes partidos tradicionales. Y, por supuesto, grandes ofertas de productos alemanes de moda: rigor presupuestario (difícil de distinguir del “rigor mortis”), contención del déficit (defendido con incontenible superávit de retórica), austeridad en el gasto público (publicitada con gran derroche de anatemas contra los que se oponen a ella)…
Voilà la France donde empezó la verdadera Edad Moderna allá por 1789 y donde quizá termine dicha época para dar paso a una nueva Edad Media (en la que de hecho ya estamos) donde la catedral y la gran plaza de las ciudades medievales habrán sido sustituidas por el banco y el supermercado.
18 /
5 /
2017