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Juan-Ramón Capella

La cuestión europea y nosotros

El Estado español ha cedido parte de su soberanía a las instituciones europeas. Parte de la soberanía popular ha quedado en manos de la UE, y la que queda no puede oponerse legalmente a las decisiones de la UE. Con ello la economía española se ha adherido a un mercado privilegiado, pero ha transferido a instituciones no españolas la capacidad de decisión sobre cuestiones fundamentales: las económicas, y no solamente éstas.

En las instituciones europeas se ha consagrado la intangibilidad de la economía de mercado ultraliberal. Este es el principio fundamental de la verdadera «constitución» de la Unión Europea. Las decisiones de ésta, sus normas, vuelven intangible la economía de mercado pura y dura. Y la Unión Europea puede castigar económicamente, mediante multas, cualquier política o institución de los estados miembros que no sea consistente con ello.

El Estado español carece de mecanismos para señalar una política económica propia. No tiene moneda propia. No puede suscitar o frenar la inflación, o, lo que es lo mismo, carece de instrumentos de estímulo de la actividad económica. No puede crear industrias con dinero público, ni salvar empresas en peligro aunque esas empresas sean necesarias a la larga. Tiene limitado el déficit presupuestario. Y además ha de practicar políticas exigidas por la UE en materias tan sensibles como las pensiones, los servicios sociales y bastantes cosas más.

La cuestión europea plantea pues diversas alternativas: ¿Debe el Estado recuperar nuestra soberanía saliéndose de la Unión Europea? ¿Puede hacerlo parcialmente y volver a una asociación como la existente antes del Tratado de Maastricht? ¿Es preferible continuar en la Unión Europea y tratar de modificar sus reglas desde dentro? 

He aquí un dilema que requiere dos cosas: estudio, y debate poblacional. Estudio para examinar las ventajas e inconvenientes de las diferentes opciones. Debate poblacional, entre la gente corriente, de esas opciones informadas.

Salir de la Unión Europea tendría grandes costes sociales iniciales. Es posible que esta línea de actuación implicara momentáneamente empobrecimiento y sufrimiento de la población por encarecimiento del coste de la vida y acaso por incremento del paro (en un primer momento). ¿Es posible tener una imagen clara de estas consecuencias para evitar engañar a las gentes con una propuesta de salida? ¿Y una imagen clara de los beneficios del abandono de la Unión, esto es: salirse para hacer qué? (poder fomentar industrias, auxiliarlas, frenar las deslocalizaciones, tener una política agrícola propia, abordar cambios importantes en el modelo energético, introducir una fiscalidad menos injusta, recortar el abanico de las rentas). Todo a sabiendas de que una decisión de recuperación de soberanía tendría necesariamente sus buenos costes, y provocaría el rechazo de algunos estados europeos. Por otra parte el margen de maniobra no sería muy amplio por la enormidad de la deuda pública acumulada por los gobiernos neoliberales españoles (o sea, por todos, pero especialmente por el PP). En esta discusión, por lo demás, hay que descartar por completo un futuro de autarquía: eso es sencillamente imposible en el mundo actual, salvo catástrofes inimaginables hoy.

Además es preciso saber que una discusión sosegada de las consecuencias de una decisión no digamos ya de salida de la UE, sino de pertenencia con limitaciones (pre-Maastricht, por decir algo) no sería fácil. No sólo por nuestras ignorancias y limitaciones, sino sobre todo porque los partidarios del neoliberalismo, todos los que se han están beneficiando de sus políticas, así como sus intelectuales de guardia y sus cancerberos en los medios de masas, se movilizarán activamente contra una propuesta así. La mentira, la tergiversación, etc., se han puesto en movimiento en España por asuntos mucho menores; no digamos lo que pasaría ante una discusión de gran calado.

¿Es preferible seguir en la Unión Europea? Eso también tiene costes altísimos para la población, que puede ver prácticamente liquidado en pocos años el llamado estado del bienestar (o más bien sus restos); que no tiene nada que ofrecer, especialmente a las generaciones jóvenes ¿Es posible modificar las políticas ultraliberales de la UE desde dentro? No lo parece, a la vista del elevado número de estados con gobiernos de derechas ultraconservadores que hay en la Unión, y las perspectivas futuras no van en otro sentido.

¿Sería posible una asociación limitada a la UE, una asociación pre-Maastricht? Esta posibilidad está por explorar, aunque Maastricht fue pensado para que no hubiera vuelta atrás. ¿Tratar de renegociar todos los tratados? ¿Con qué aliados?

En cualquier caso la aclaración respecto de la política hacia la UE es un paso necesario para la elaboración de cualquier perspectiva estratégica de la política de los de abajo, y ha de verse en relación con los demás puntos centrales de esta perspectiva.

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2017

La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

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