Skip to content

Paul M. Sweezy

Ecología y revolución. Una carta a Nicholas Georgescu-Roegen (31 de julio de 1974)

A principios de los años setenta, los editores de Monthly Review Harry Magdoff y Paul Sweezy introdujeron cada vez con más frecuencia temas ecológicos en la revista y empezaron a cuestionar la viabilidad de un crecimiento exponencial económico ilimitado en una biosfera limitada. Sweezy, en particular, estaba profundamente interesado por los problemas ecológicos, un tema sobre el que empezó a escribir en este periodo, en ensayos como “Coches y ciudades” (MR, abril de 1973), y al que volvió en varias ocasiones hasta el final de su vida. Más allá de la tradición marxista misma, las tres figuras que más influenciaron su pensamiento a este respecto fueron el biólogo socialista Barry Commoner, con el que parece que Sweezy no tuvo conexión directa; Gerard Piel, editor durante mucho tiempo de Scientific American y un amigo cercano; y un amigo de los tiempos de Sweezy en Harvard en los años treinta, Nicholas Georgescu-Roegen, quien en trabajos como La ley de la entropía y el proceso económico (Harvard University Press, 1971) y Energía y mitos económicos (Pergamon, 1976) fundó el campo moderno de la economía ecológica. En 1974, Georgescu-Roegen envió a Sweezy dos o más separatas de sus obras, incluido su ensayo de 1972 “Energía y mitos económicos”, del que se tomaría más tarde el título en el volumen de Pergamon, y su artículo de 1974 “Bloqueo por inflación estructural y crecimiento equilibrado”, que también sería incluido en la recopilación de 1976.

Sweezy, como muestra esta carta, estaba entusiasmado con “Energía y mitos económicos”, reconociendo la importancia crucial de la crítica de Georgescu-Roegen tanto de la economía dominante neoclásica como la marxiana de estilo soviético por su incapacidad para incorporar la ley de la entropía y los factores ecológicos en sus análisis. Apoyaba especialmente las ocho famosas conclusiones al final del ensayo, en las que Georgescu-Roegen cuestiona, aunque de una manera en cierta forma abstracta,  a partir de bases ecológicas, muchas de las bases del capitalismo, el militarismo y el imperialismo. Sweezy todavía no había leído la obra de Georgescu-Roegen sobre la ley de la entropía. Pero aparentemente lo hizo poco después de escribir esta carta, puesto que su copia de La ley de la entropía, que contiene varios pasajes subrayados, se conservó en una estantería cerca de su mesa de despacho y Sweezy decía a menudo en conversaciones privadas que “Georgescu tenía razón”. En una ocasión, recuerdo que entregó fotocopias del ensayo “Energía y mitos económicos” a cada uno de los miembros del consejo editorial de MR en una reunión en Nueva York. Estaba profundamente interesado por el desarrollo de un modo de pensamiento marxiano que pudiese incorporar la ley de la entropía −una tarea que no se cumpliría completamente hasta la publicación de la obra pionera de Paul Burkett El marxismo y la economía ecológica (Haymarket, 2009).

En su carta, Sweezy estaba interesado principalmente en las implicaciones revolucionarias de la ecología y la ruptura que estas necesitaban respecto al puro “economicismo” −una ruptura que solo un socialismo verdaderamente revolucionario podía aportar−. Su crítica principal a “Energía y mitos económicos” era que “se abstrae tanto a la economía como a la ecología de su contexto social”. Para Sweezy, el economicismo y el desestimar los límites ecológicos se traducían en un desastre tanto bajo el capitalismo como bajo el “socialismo realmente existente” del modelo soviético. Sin embargo, su artículo con Harry Magdoff “Veinticinco años azarosos” del número de junio de 1974 de MR, que incluía con su carta, señalaba un “renacimiento del marxismo” mundial que se estaba produciendo en ese momento. Este resurgimiento, sugería, se podía ver tanto en la crítica económica del capitalismo monopolista como en los nuevos desarrollos en la teoría y la práctica marxiana (incluidas las perspectivas ecológicas) surgidas de las revoluciones del Tercer Mundo, especialmente en China. El artículo “Elogio del socialismo” de Samir Amin, publicado el siguiente septiembre, que Sweezy recomendaba a Georgescu-Roegen, era una manifestación directa de este resurgimiento.

Hoy aún menos podemos permitirnos abstraer la ecología de sus condiciones sociales. Más de cuatro décadas después de que Sweezy escribiese estas palabras, la necesidad de una transformación ecológica y social del capitalismo es aún más urgente.

John Bellamy Foster

***

 

Prof. Nicholas Georgescu-Roegen
Economics
Vanderbilt University
Nashville, Tenn.

Querido Nicholas,

¡Tengo que hacerte responsable de haber arruinado mi plan de trabajo del día! La separata que amablemente me enviaste me llegó en el correo de la mañana y no pude evitar sumergirme en “Energía y mitos económicos” (Iré al “Bloqueo por inflación estructural” más tarde). Compré hace dos veranos la Entropía [La ley de la entropía y el proceso económico] en Havard Coop, esperando leerla en el entonces cercano futuro. Pero lo he estado posponiendo bajo la presión de otras tentaciones y compromisos, y gradualmente se fueron desvaneciendo mis buenas intenciones. Me alegré mucho, por tanto, cuando vi la conferencia de Yale, esperando que me diera en un breve resumen el quid de tu pensamiento sobre estos problemas. Espero que lo haga, pero sea así o no, puedo decir al menos que lo encuentro tanto fascinante como provechoso.

Estoy completamente de acuerdo con tus argumentos principales y creo que están expresados de la manera más afortunada. Donde difiero, por supuesto, es en que hayas abstraído tanto la economía como la ecología de su contexto social −y también en su mayor parte, aunque no enteramente, de su trasfondo histórico−. Las dos páginas y media finales del ensayo son admirables, pero ¿qué suponen sino una profunda revolución social? No, secundariamente (o no tan secundariamente), una revolución que simplemente derroque el viejo orden (como es el caso de Rusia y el este de Europa) sino una que vea este derrocamiento como una oportunidad única para crear un nuevo orden −uno que contenga en buena manera los valores y perspectivas [con respecto a la ecología] que tu señalas. Y eso parece ser precisamente lo que están intentando hacer los chinos (no digo por supuesto que “lo han hecho”) y al intentarlo están desencadenando un resurgimiento del marxismo, especialmente en el Tercer Mundo, que deja muy atrás el marxismo “economicista” del periodo de la Segunda y Tercera Internacionales. Me tomo la libertad de enviarte una copia del número de junio de Monthly Review, llamando tu atención sobre el editorial “Veinticinco años azarosos”. También te recomiendo un artículo que aparecerá en el número de septiembre, “Elogio del socialismo” de Samir Amin (un marxista egipcio que es director del Instituto Africano de Desarrollo y Planificación Económica en Dakar patrocinado por la ONU), con el que creo que estarás ampliamente de acuerdo. El marxismo del tipo del de los economistas marxianos que tu citas en tus notas es (creo) tan moribundo e inútil (si no peor) que el de la economía neoclásica.

Yo también tengo buenos recuerdos de aquellos lejanos días en Cambridge y “Energía y mitos económicos” me hace arrepentirme de no haber seguido tu trabajo con más atención en los años transcurridos. Espero que nuestros caminos se crucen uno de estos días.

Como siempre,

Paul

 

[Este texto, traducido del inglés por Carlos Valmaseda, ha sido publicado en el número de febrero de 2017 de Monthly Review: https://monthlyreview.org/2017/02/01/ecology-and-revolution/]

4 /

2017

¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.

John Berger
Doce tesis sobre la economia de los muertos (1994)

+