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Josep Fontana

La amenaza del «Deep State»

Leer estos días la prensa norteamericana te lleva a adentrarte en un mundo de obsesiones cercano a la locura. Sólo se habla de Trump, condenado a derecha e izquierda, y todo son especulaciones acerca de cuánto tiempo puede pasar antes de que le echen de la presidencia, como consecuencia de haberse demostrado que está loco, según unos, o que es un agente de los rusos, según la mayoría. El espectáculo que se ha montado en torno a las conversaciones del general Flynn con el embajador ruso, que eran de la más completa inocuidad, recuerdan los peores momentos de la caza de brujas del maccarthismo.

Lo que hay detrás de esta cacería y de la campaña para destituir a Trump es la acción decidida del deep state, de ese estado oculto que no aparece públicamente pero que tiene una influencia amplia, integrado por la alianza de las llamadas «instituciones de inteligencia» (FBI, CIA, NSA y departamento de seguridad interior), los militares, representados por la Junta de jefes de Estado Mayor (Joint Chiefs of Staff), y la industria armamentista, que cuenta con un número considerable de generales y almirantes retirados entre sus directivos. Estas fuerzas, que han tenido un papel importante, pero generalmente desconocido, en la vida política de los Estados Unidos desde la época de Kennedy, son el resultado de aquella evolución que denunciaba Eisenhower cuando en enero de 1960 advertía del peligro que representaba el crecimiento del «complejo militar-industrial». El triunfo de este complejo se ha cumplido, y se manifiesta hoy en un presupuesto militar de 600.000 millones de dólares anuales, que se invierte en proyectos como el GMD, que se arrastra desde hace mucho tiempo —su origen remoto es el programa Star Wars de Reagan— y que ha consumido miles de millones de dólares sin resultado alguno, lo que ha llevado al profesor Lawrence Wittner a preguntar: «¿Por qué seguimos gastando en un arma que no funciona?».

Justificar estos gastos exige mantener una tensión constante de amenaza de guerra que el deep state aspiraba a aumentar con una intervención directa en Siria. Obama, que gastó sin límites en armamento, se resistió a eso, y el complejo esperaba que Hillary Clinton, a quien daba un apoyo pleno, se implicaría en ello, como había prometido públicamente. Pero la llegada al poder de Trump, a quien parecen preocuparle más otras cosas, les ha exasperado, y les ha llevado a una campaña hostil contra el presidente que ha llegado a extremos hasta ahora desconocidos, que explican que Daniel Lazare se pregunte: «¿Se está preparando un golpe militar?».

No obstante, de momento, según la CNN, el departamento de Defensa se propone contestar a a la pregunta que le ha hecho el nuevo presidente acerca de qué hay que hacer para derrotar al ISIS proponiéndole enviar «tropas convencionales norteamericanas al norte de Siria». Habrá que esperar la respuesta.

Pese a todo este ruido mediático, no conviene vender antes de tiempo la piel de Trump, quien está haciendo la felicidad de Wall Street al prometer liquidar las regulaciones contra la especulación, viendo además que la bolsa sigue en ascenso y que incluso está consiguiendo negociar con los sindicatos, incluyendo a algunos que habían dado su apoyo a Hillary.

Es preciso reconocer que este mundo en que vivimos es muy complicado. Por eso conviene mantenernos vigilantes para evitar que nos engañen.

 

[Fuente: La lamentable] [Publicado en catalán; traducción de J.R.C.]

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2017

La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

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