La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Els ponts trencats
Pòrtic,
Barcelona,
570 págs.
Sobre el catalanismo reaccionario
José Luis Gordillo
En la psique colectiva de una parte significativa de la izquierda catalana opera un maniqueísmo de una simplicidad apabullante. Ese maniqueo se puede expresar así: toda forma de catalanismo es intrínsecamente progresista, toda forma de españolismo es intrínsecamente reaccionaria. Obviamente, eso se interioriza después de haber rechazado la opción antinacionalista, que es tan catalana (esto es, que ha tenido tanto arraigo social en Catalunya) como la nacionalista, y que se podría resumir con la frase «estamos hasta las narices de las patrias y de los deberes para con ellas». Es esta una posición que, en los inicios del siglo XX, comienza su andadura con la Solidaridad Obrera, la cual, como todos sabemos, surgió en oposición a la Solidaritat Catalana de los Prat de la Riba, Cambó, Puig i Cadafalch y compañía.
El catalanismo político, en realidad, ha jugado históricamente a varias bandas y ha tenido efectos políticos diversos: a veces progresistas, a veces reaccionarios y a veces muy reaccionarios, como los que tuvo la apuesta final de los prohombres de la Lliga Catalana de Cambó por la dictadura fascista del general Franco.
Manuel Milián Mestre, un curioso hombre-orquesta de los empresarios catalanes, viene de ahí, de las consecuencias de esa apuesta. Sin embargo, en este libro mal escrito, repetitivo y egocéntrico hasta la náusea, explica un par de cosas que los progres y neoprogres catalanes deberían tener presente cuando se debaten entre proponer la república catalana o la república federal española (o ibérica o como se la quiera llamar, que a los bisniestos políticos de Salvador Seguí nos resulta indiferente). En contra de lo que muchos catalanes de izquierdas creen, el catalanismo en la transición jugó un papel políticamente ambiguo al principio y francamente reaccionario al final. En ese sentido, Manuel Milián, entre otras muchas cosas, expone con detalle la tramoya de dos hechos decisivos que conoce muy bien porque participó en ellos en primera fila y que son claves para entender por qué la transición en Catalunya supuso el declive de la izquierda catalana (por cierto, ¿para cuando una revisión crítica de la transición en Catalunya?). El primero es la Operación Tarradellas y el segundo la Operación Pujol. Las dos se hicieron en nombre de la defensa de los derechos históricos de Catalunya y las dos comportaron sendas derrotas políticas para la izquierda catalana.
Se recuerda ahora que el retorno de Tarradellas supuso el reconocimiento de la legitimidad de una institución, la Generalitat, que procedía directamente de la Segunda República. Es cierto, pero eso fue una cuestión menor frente a los efectos que tuvo ese regreso urdido por Adolfo Suárez, el rey, el CESID y el grueso del empresariado catalán al que Milián Mestre servía con fervor y eficacia. La Operación Tarradellas, como explica sin pelos en la lengua Milián, fue sobre todo una jugada política para impedir que el Gobierno provisional de la Generalitat estuviera hegemonizado por el PSC y el PSUC, las dos fuerzas políticas que habían obtenido una amplia mayoría en las elecciones del 15 de junio de 1977.
Tres cuartos de lo mismo se puede decir del apoyo financiero que Fomento del Trabajo Nacional, la organización de los empresarios catalanes, le prestó a Jordi Pujol para que le cerrara el paso a la izquierda catalana. Tal y como explica Milián, el apoyo de la patronal catalana a Pujol incluyó la financiación de ERC para que ese partido rechazara formar parte de un gobierno tripartito de izquierdas, lo cual era parlamentariamente posible dado que los convergentes no tenían mayoría absoluta en el Parlament, e invistiera al líder de CDC como primer Presidente electo de la Generalitat. Con Pujol en el poder autonómico comenzó el pujolismo, el tronco principal del catalanismo político de los últimos cuarenta años. Y el pujolismo se desdobló a su vez en dos alas: un pujolismo de derechas y un pujolismo de izquierdas que es de donde vienen la actual ERC y buena parte de la CUP. Pero eso ya es otra historia. El libro de Milián es un buen complemento a Una vida entre burgesos de Manuel Ortínez (Edicions 62, Barcelona, 1993), otro correveidile de la burguesía catalana y otro importante muñidor de la Operación Tarradellas.
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2017