La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Joan M. Girona
Ha llegado el circo “PISA”
Cada tres años puntualmente llegan los resultados del informe PISA. Se han hecho públicos los correspondientes a 2015. Ya han aparecido en los medios informaciones y comentarios de todo tipo. “Hemos subido respecto al anterior”, “nos mantenemos, los resultados de mates son mejores que los de lengua”, “hay menos alumnos del sector más bajo”, “nuestro país ha superado a otros”, “Finlandia ha bajado en el ranking”…
Se establecen tablas comparativas entre países y entre comunidades autónomas; se afirma que los resultados se deben a las leyes educativas, incluso alguien dirá que la implantación de la LOMCE (o la promesa de hacerlo) ha influido en la mejora de resultados. Se podrá decir, incluso, que ha mejorado o no la cohesión social del alumnado.
Un auténtico circo mediático que dura varias semanas. También habrá, por suerte, análisis más serios que intentarán extraer consecuencias que ayuden a entender cómo está la situación de la enseñanza y de la educación en nuestro país y compararlo con otros países y con la sucesión de resultados de los años anteriores.
Para valorar si merece la pena emplear tantas energías y tantas tertulias, iría bien preguntarnos con tranquilidad qué mide PISA. Qué no mide y para qué se utilizan sus resultados.
PISA (según el documento publicado por la OCDE) mide las competencias de los chicos y chicas de 15 años; unas competencias que dependen muy poco (es imposible saber cuánto) de los sistemas de enseñanza implantados en cada país. Las competencias que han alcanzado los chicos y chicas dependen de muchos otros factores y se han ido aprendiendo desde el día de su nacimiento.
Las pruebas PISA tienen la misma fiabilidad que todas las pruebas externas e iguales para todos; no permiten sacar conclusiones válidas al cien por ciento, siempre quedará un margen de incertidumbre. Las diferencias de puntuación que se establecen entre países son escasas. Son inapreciables si no llegan a 50 puntos, son poco significativas. Si la escala salarial tuviera semejantes diferencias entre directivos y trabajadores, cobrarían prácticamente lo mismo, por tanto unos puntos del ranking arriba o abajo no avala las consideraciones que se hacen. El alumnado repetidor hace bajar los resultados: en los países donde se repite mucho, como es el caso de España, éste es un elemento que distorsiona los resultados globales.
PISA valora las competencias que tienen rentabilidad, que sirven para hacer avanzar el sistema económico que padecemos, lo que ayuda a adaptarse a la situación que vivimos, a aumentar la producción de beneficios económicos, a ser más competitivos.
No valora las competencias que sirven para transformar la realidad, las habilidades para ser personas con capacidad crítica, cooperativas, capaces de trabajar en equipo con otras, ser competentes emocionalmente, tener empatía, saber ayudar.
¿Para qué se utiliza PISA? Por aquello por lo que no sirve, aunque el mismo informe lo explica. No se miden los sistemas de enseñanza; los cambios de leyes educativas prácticamente no tienen incidencia en los resultados. El informe, avalado por la propia OCDE, lo expone así.
Si se evalúan las competencias adquiridas a lo largo de la vida, éstas pueden cambiar si cambian las condiciones de vida, de trabajo, de vivienda, de redes sociales que ayudan a la educación (centros recreativos, deportivos, centros cívicos, bibliotecas…), si mejoran las situaciones familiares, si disminuye el paro, si aumentan los puestos de trabajo digno… etcétera.
Y para terminar. Si estamos ante un futuro incierto, si no sabemos qué harán el día de mañana los chicos y chicas que han hecho las pruebas, si chicos y chicas de situación socioeconómica baja tienen un futuro más incierto que otros con una situación social mejor a pesar de que saquen los mismos o mejores resultados a nivel individual… PISA sólo servirá para intentar esconder los problemas educativos que tenemos como sociedad, para argumentar políticamente a favor o en contra de las leyes, pero no para mejorar la situación real de los jóvenes que viven en la incertidumbre. Hemos visto que los cambios legislativos afectan poco o nada a los resultados —y lo mismo podríamos pensar de las inversiones— pero los recortes en educación sí afectan al bienestar de la población, al bienestar de la comunidad educativa, al bienestar del alumnado, de sus familias y de su profesorado.
Sería bueno aprovechar el debate sobre los resultados PISA para plantear la situación real del sistema de enseñanza en nuestro país, de las condiciones de trabajo de maestros y profesores, de la participación de las familias y del aprovechamiento del alumnado, del nivel de logro de todas las competencias, sobre todo de las que les harán personas solidarias y capaces de transformar la sociedad del futuro.
Joan M. Girona es maestro y psicopedagogo
[Fuente: Publicado en catalán en diarieducacio.cat]
16 /
1 /
2017