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Redacción de «La Nueva España»

El pozo María Luisa cierra tras 158 años

El pozo langreano, que en 1992, al inicio de la reconversión, contaba con más de 1.600 mineros, dejará de sacar carbón el próximo día 30, al finalizar el año 2016.

 

No hace tantos años, en 1992, el pozo María Luisa contaba con una plantilla que excedía de las 1.600 personas: todos los trabajadores que hoy en día tiene Hunosa, juntos en un único pozo. Esta emblemática explotación, una de las más veteranas de Asturias y símbolo de la minería del carbón gracias a la famosa canción «Santa Bárbara bendita», tiene sus días contados. El viernes 30 de diciembre será el último día en el que los mineros saquen carbón de la zona. Será la primera vez que no se extraiga desde 1858, cuando la Unión Hullera Santa Ana, de capital francés, empezase a picar mineral del llamado socavón María Luisa, que acabó dando nombre a todo el complejo minero.

El cierre técnico del pozo llegará a finales de este ejercicio. Es decir, del pozo María Luisa se dejará de sacar carbón definitivamente después de 158 años. Esto no quiere decir que se clausure y nadie más vaya a trabajar en él, al menos de momento: las tareas para cerrar un pozo, y más teniendo en cuenta que se encuentra enclavado en una zona urbana, son complejas. Alrededor de medio centenar de mineros se dedicarán a llevar a cabo estos trabajos. Hay que tener en cuenta que las galerías del pozo María Luisa están conectadas con las del Sotón —que ahora se utiliza como atractivo turístico— y con la zona de Modesta (Sama), ahora convertida en polígono industrial a la busca de empresas. También está unido con el pozo Samuño y el San Luis: todo un entramado subterráneo en Langreo, concejo del que se dejará de sacar carbón definitivamente.

Fuentes sindicales han explicado que, por el momento, en María Luisa aún trabajan 237 personas. Alrededor de 50 tendrán que quedarse para llevar a cabo el desmantelamiento de la instalación, y para desarrollar su mantenimiento. El resto se trasladarán a los tres pozos que seguirán abiertos de momento: Carrio (Laviana), Nicolasa (Mieres) y Santiago (Aller), a la térmica de La Pereda o a las oficinas, si es que desarrollaban este tipo de trabajo en el pozo langreano. Los detalles concretos del traslado empezarán a negociarse en los próximos días. Las tareas para paralizar por completo la actividad e ir desmantelando el interior del pozo «no son nada sencillas». Hay que ir desmontando todos los equipos, las tuberías (muchos kilómetros), sacando la maquinaria que aún sea útil, apuntalar algunas zonas… Por poner un ejemplo, en el pozo Candín que se cerró a finales de 2014, se terminó no hace mucho de desmantelar. Ahora aún le queda el plan de inundación (los pozos se acaban inundando por la entrada de agua, que se achica con bombas de gran potencia), ya que una subida del agua subterránea puede afectar «a las cocheras» de La Felguera. Las galerías de los pozos inutilizados acaban convirtiéndose en embalses bajo tierra.

La historia del María Luisa se remonta a 1858, cuando se empezó a sacar carbón en lo que eran las primeras vetas de la mina. En 1886 la explotación pasó de pertenecer a la Unión Minera Santa Ana a ser usado por la Sociedad Unión Hullera y Metalúrgica de Asturias. La profundización del pozo como tal, y no como mina de montaña, empezó a realizarse en 1918, si bien no fue hasta terminada la Guerra Civil cuando se completó y empezó a funcionar a pleno rendimiento. En 1967, y tras pertenecer a la Sociedad Metalúrgica Duro Felguera, se integró en la empresa estatal Hunosa, junto con la mayor parte de los pozos de las Cuencas.

Visita real y política

En 1976, en una época políticamente muy convulsa y pocos meses después de la muerte de Franco, los Reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía bajaron a la mina en el pozo María Luisa: un gesto que sirvió para intentar poner de su lado a un sector de los trabajadores, los mineros, que fueron punta de lanza en la lucha contra la dictadura. Adolfo Suárez, imitando el gesto, también eligió este pozo para conocer de primera mano la vida del minero.

Pero, sin duda alguna, si hay un día marcado a fuego y sangre en la historia del María Luisa ese es el 14 de julio de 1949. En Ciaño, diecisiete mineros fallecieron abrasados como consecuencia de una explosión de grisú en las capas «Vieja» y «Carbonera de Agapita». Únicamente dos de los trabajadores afectados sobrevivieron. Esta tragedia acabó afianzando al pozo María Luisa como escenario del conocido himno minero, que, eso sí, en su letra habla de cuatro mineros muertos.

Aquel día de hace ya 67 años, los trabajadores se dirigían sobre las diez de la mañana a la capa «Carbonera de Agapita», entre las plantas segunda y tercera. La jornada transcurrió con normalidad hasta que, una hora antes de acabar el turno, la tragedia se desencadenó. El vigilante mandó disparar dos cartuchos de dinamita colocados en una mamposta de la capa «Vieja», próxima al lugar donde estaban los mineros. La explosión y el grisú hicieron el resto. A 200 metros de profundidad, los trabajadores quedaron atrapados entre el fuego.

Los dos únicos supervivientes fueron Rosalino Vallina, que narró su experiencia a LA NUEVA ESPAÑA en varias ocasiones, con motivo de los aniversarios de la tragedia, y José Manuel Montes. Los fallecidos fueron Anselmo García, picador; Amador Campal, picador; José Manuel González, rampero; Amalio Fernández, picador; Manuel Tresguerres, picador; Manuel Suárez, picador; Eugenio Menéndez, posteador; José Adolfo Valles, vigilante, y Fructuoso Aspierez, caballista. Días más tarde fallecieron Francisco Carballo, Graciano Montes, Paulino Suárez, José Santín, José Ovidio Torre y Manuel Iglesias. En épocas recientes, sólo el accidente de Nicolasa, en 1995, con 14 muertos, fue comparable en magnitud a esta tragedia minera.

 

[Fuente: La Nueva España, Langreo (Asturias)]

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2016

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

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