La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
En el mismo barco (In the Same Boat)
Josep Torrell
Pere Portabella-Films 59 produjo un conjunto de tres películas a partir de la crisis del consenso de 1978. La primera fue No estamos solos, de Pere Joan Ventura (el entusiasmo de ver la lucha creciendo en muchas partes). La segunda fue Informe general II: El nuevo rapto de Europa, del propio Portabella (los nuevos temas por los que será necesario luchar). Y la tercera ha sido En el mismo barco, del músico Rudy Gnutti.
La tercera se ha estrenado ahora. La fama de los académicos juega a favor de la película, aunque es su punto oscuro. Como observaba Gerardo Pisarello en el estreno/debate en Barcelona, si se hubiese pedido la opinión de los hombres y las mujeres que sufren las consecuencias de la crisis, el panorama sería mucho más negro y desesperado.
No es lo único discutible: el olvido más grave es el de la feminización de la pobreza y las discriminaciones por género en el impacto de la crisis. La mención que se hace a la crisis ecológica es ciertamente grave y pesante, pero hace alusión a uno solo de los factores que originan la imposibilidad del crecimiento económico. Los límites demográficos son obviados, así como tampoco se alude a la sequía y la crisis agroalimentaria (a no ser por un ejemplo que tiene que ver con la muerte por éxito).
Las medidas que promueve la películas son dos: trabajar menos para trabajar todos y la renta básica universal (que no es una medida milagrosa, porque puede ser la definitiva voladura del estado del bienestar). Pero como soluciones hay que constatar que también se quedan cortas. Las intervenciones de Zygmunt Bauman, José Mujica o Serge Latouche se recuerdan porque incitan a pensar al espectador. También, quizás, porque son las menos académicas y, por ello, las más políticas.
Sin embargo, la lista de olvidos lamentables no parece ir en contra de En el mismo barco. Viendo la reacción del público, más bien se diría lo contrario. La película no se juzga como tal, sino más bien como un auténtico cahier de doléances, en el cual simplemente hay que anotar lo que falta. En este sentido, se pasa por alto pudorosamente que estamos ante una película, y En el mismo barco funciona como una excusa ideal para el debate.
Pero, para ello, es preciso escoger dónde exhibirla. Porque está bien que la película se pase en salas comerciales, pero no basta. Es necesario hacerlo allí donde realmente está el público interesado: en los colegios, en las universidades, en los foros que se plantean idénticos problemas y, por supuesto, donde están las víctimas de la crisis que buscan alternativas a ella.
Las tres películas citadas son un buen punto de partida para hacer algo que estaba a punto de desaparecer de la vida pública: el discutir y buscar alternativas en común.
22 /
11 /
2016