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Miguel Muñiz

Cuando el problema resulta ser un conflicto

Las conclusiones que vemos aflorar en nuestros análisis de los reyes mayas, los jefes de los noruegos de Groenlandia y los jefes de la isla de Pascua es que, a largo plazo, la gente rica no tiene garantizados sus intereses ni los de sus hijos cuando gobiernan una sociedad que está desmoronándose, sino que simplemente compran el privilegio de ser los últimos en pasar hambre o morir.

Jared Diamond, Colapso (2006)

 

 

El diccionario define problema con tres significados que excluyen intervención humana [1]. Los problemas no tienen causantes definidos, provienen de situaciones dictadas por las circunstancias o la lógica (en el caso de las matemáticas).

La palabra conflicto [2] tiene cinco definiciones: tres de ellas implican enfrentamiento y antagonismo, es decir, lucha; las otras dos remiten a situaciones personales de indecisión o zozobra.

Es importante retener el carácter lógico, natural o neutral del problema, y su contraposición con el carácter humano del conflicto.

Si problema y conflicto se aplican a situaciones que se dan en una sociedad con desigualdades, adquieren valor político. Las variables serian: a) un problema puede convertirse en un conflicto, b) un problema puede poner en evidencia un conflicto, c) un problema puede ser la formulación que se usa para enmascarar un conflicto, d) un conflicto puede manifestar la dimensión social de un problema, y e) el problema y el conflicto son reconocidos y aceptados como tales.

Ejemplo sencillo de la variable a): en una sociedad equilibrada (barrio con mayoría de clase acomodada), una avería causada por un fenómeno meteorológico que afecte a los que allí viven puede convertirse en un conflicto si los responsables de solucionar el problema se demoran en abordarlo. El mismo ejemplo se puede aplicar a la variable d) si el caso se da en una sociedad con desequilibrios (ciudad con barrios marginados).

También es fácil ejemplificar la variable b): la avería de un aparato doméstico en una familia puede poner en evidencia un reparto desigual de tareas y responsabilidades, y derivar en un conflicto en que afloren manifestaciones patriarcales.

Pero es en la variable c) donde el uso político del problema o conflicto se manifiesta en toda su crudeza. Veamos las cuestiones sociales y ecológicas (o ambientales) implícitas.

El caso social más claro es la caracterización del paro laboral como problema. La repetición continuada de la expresión «el problema del paro» no tiene nada de inocente. El paro es una de las manifestaciones más evidentes del conflicto de clases. Una realidad que surge del conflicto de intereses entre clases dominantes y clases subalternas está muy alejada de las definiciones gramaticales de problema. Tenemos un uso político del lenguaje muy evidente que se repite en expresiones como «el problema de los precios», «el problema de la vivienda», etc. Es evidente que oculta el conflicto. Vayamos al campo de la ecología.

La degradación del medio ambiente afecta a todos los seres vivos. Es un proceso complejo y muy relacionado a nivel local y global. Consideremos los cinco ejes principales: cambio climático, contaminación química y radiactiva creciente, agotamiento de los recursos minerales, explotación hasta la extinción de especies vivas (plantas y animales) que son la base de nuestra subsistencia, y generación incontrolada de residuos.

A poco que se profundice, los cinco ejes tienen una base común: son manifestaciones de una búsqueda de lucro insaciable, de obtener beneficios privados por encima de cualquier otra consideración; de una economía que considera la Naturaleza como fuente de recursos explotables o vertedero donde deshacerse de productos que no generan ganancias. En el marco financiero neoliberal los recursos naturales sirven sólo para aumentar los beneficios especulativos de una minoría. El poder de esa minoría se basa en la complicidad de unos sectores sociales acomodados, más o menos amplios según cada sociedad concreta; sectores temerosos de que un cambio ponga en peligro su bienestar.

La definición del cambio climático, la contaminación radioactiva o química, la escasez de recursos, o la acumulación de residuos como «problemas» cumple una función política, como en el caso del paro laboral o los precios. Veamos algunas de sus implicaciones.

Aunque los impactos ambientales, a diferencia de las desigualdades sociales, afectan a todas las personas, hay que considerar variables temporales y espaciales. En las primeras, el corto, medio o largo plazo. En las segundas, la residencia en un espacio alejado (aún) de focos de degradación ecológica. Es cierto que, a largo plazo, la degradación ambiental afectará a todos los seres vivos, pero, a corto y medio plazo (que puede ser de años a décadas) existe un margen para eludir la degradación si se dispone de suficiente dinero para pagarlo. Y en la especulación financiera, el dinero es abundante, tan abundante que el despilfarro irracional de las clases dominantes se ha convertido, entre las clases acomodadas, en signo de reconocimiento y admiración social, no de crítica o denuncia.

Definiendo como problema, por ejemplo, el cambio climático o la energía nuclear se está transmitiendo un doble mensaje. Primero, que no hay responsables concretos que deban ser objeto de unas políticas y, segundo, que todas las personas «somos» responsables. Y si todas las personas somos responsables, todas podemos «hacer algo» ante el problema.

Abordar lo que son conflictos ambientales como si fuesen problemas genera empleo, elabora discurso políticamente correcto, fomenta actividad social y política, produce abundantes materiales divulgativos, fomenta la información y la desinformación, desarrolla investigación y experimentación de mecanismos de control social, y aplicaciones basadas en esos mecanismos, etc. Veamos el caso del «hacer algo» y otras implicaciones del «problema».

Es importante hacer algo. Así se sustituye aplicar políticas necesarias, basadas análisis rigurosos y científicos de la degradación ambiental, por cualquier actividad que tenga como referencia el «problema». Afrontar un conflicto como la energía nuclear o el cambio climático apagando la luz unos momentos, firmando una petición en internet, o luciendo un símbolo; es decir, mediante acciones puntuales de denuncia que no tienen destinatario concreto, que puede realizar cualquiera, y que producen una satisfacción individual sin mayores consecuencias. Hacer algo es lo que se fomenta desde las clases dominantes.

El concepto de problema va asociado al de solución, otra línea de actuación muy mimada por los que mandan.

La solución implica pedagogía. Si existe el problema es porque no hay aún suficiente gente que se haya dado cuenta de que hay que «hacer algo» para solucionarlo, para que se adopten las alternativas que solucionarían el problema sin conflictos. Se parte de que hay un problema de comprensión. Si se continúan realizando actividades ambientalmente destructivas es porque los que la realizan no están suficientemente informados del problema, las clases dominantes son, en realidad clases ignorantes, con una adecuada pedagogía afrontaran el problema sobre todo si se comprueba que hay soluciones. Todos somos responsables, pero, al parecer, unos son más responsables que otros, aunque basta aplicar la tecnología que se deduce de la pedagogía.

Porque la tecnología es la clave de la pedagogía; proliferan artículos, libros, documentales, simulaciones y modelos con pronósticos de cambios tecnológicos a medio plazo en condiciones sociales abstractas. En un artículo anterior de mientras tanto, Pablo Massachs ha realizado un brillante análisis que muestra la inconsistencia de esos pronósticos [3], pero su inconsistencia científica no disminuye su eficacia social. Se destaca, se prima y se jalea cualquier información que parezca que avanza en la solución del problema sin intentar valorar sus implicaciones, su peso, alcance o importancia en el marco global de la degradación [4].

Por eso cualquier actividad que aborde la degradación ambiental como problema tiene, de entrada, receptividad y buena predisposición por parte de quienes mandan y de quienes gobiernan en su nombre. Las declaraciones ambiguas y positivas tienen difusión garantizadas. Si se hace pedagogía para explicar que el cambio climático tiene solución (sin entrar en detalles), que la energía nuclear será sustituida de manera natural y progresiva por las energías renovables, que se camina hacia la reducción de la contaminación, que se puede generalizar una explotación sostenible de bosques y caladeros, que hay sistemas para reciclar todos los residuos, etc., si se apela a la conciencia de todos, a los pequeños gestos que tienen grandes consecuencias… y a miles de vagas consignas parecidas, todo irá bien. La COP 21 de París como ejemplo insuperable.
 
Pero si se detallan y cuantifican impactos y se denuncian a los causantes, se señalan víctimas concretas y responsables de su situación, si se denuncian intereses con nombres y apellidos, si se fijan plazos, se determinan políticas y objetivos, si se redactan leyes que vayan a las causas de los conflictos, si se intenta movilizar a una parte de la sociedad para abordarlos, si se intentan crear mecanismos informativos y participativos horizontales, tejer alianzas, prescindir de eufemismos y llamar a las cosas por su nombre…, si se muestra el verdadero conflicto que se oculta tras los supuestos problemas…, llegamos a e), el conflicto es asumido como tal por todas las partes, y ya se intuye a lo que podemos atenernos [5].

 

Notas

[1] Sería un problema: 1.- Cuestión que se trata de aclarar; proposición o dificultad de solución dudosa. 2.- conjunto de hechos o circunstancias que dificultan la consecución de un fin 3.- Mat. Proposición dirigida a obtener un resultado cuando ciertos datos son conocidos. Diccionario de la lengua española, vigésima edición. 1984.

[2] Conflicto: Lo más recio de un combate 2. Punto en que aparece incierto el resultado de una pelea 3. fig. Antagonismo, pugna, oposición 4. fig. Combate y angustia del ánimo 5. fig. Apuro, situación desgraciada y de difícil salida. Ref. Ídem anterior.

[3] Mientras tanto, nº 149, Pablo Massachs, «No todos los malos son Darth Vader»: http://www.mientrastanto.org/boletin-149/notas/no-todos-los-malos-son-darth-vader

[4] El último informe Schneider, sintetizado por Xavier Bohigas en «Resurgimiento o declive de la energía nuclear”, boletín nº 150 de mientras tanto http://www.mientrastanto.org/boletin-150/notas/resurgimiento-o-declive-de-la-energia-nuclear , explica como China ha puesto en marcha, entre enero de 2015 y junio de 2016, 11 nuevos reactores nucleares.

Silenciando este dato, en octubre de este año circuló por internet, en clave exultante, la información de que la Longyangxia Hydro-Solar PV Station, inaugurada en septiembre, era la mayor central solar del mundo. Los 850 MW de esta central silenciaban los 11.200 MW en nuevas centrales atómicas.

[5] A diferencia de otros artículos, el uso de conceptos documentados es tan abundante que no he puesto referencias de cada uno de ellos para no alargar la extensión de las notas. El / la lector / lectora mínimamente documentado descubrirá sin dificultad “los que le suenan” de haberlos leído en otros lugares, preferentemente en artículos de mientras tanto.

  

[Miguel Muñiz es miembro de Tanquem les Nuclears–100% Renovables, participa en el GRUP PROMOTOR ILP per un 2020 LLIURE DE NUCLEARS, y mantiene la web www.sirenovablesnuclearno.org]

10 /

2016

¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.

John Berger
Doce tesis sobre la economia de los muertos (1994)

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