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Rosana Alija Fernández

Estado social

La mañana que estalló la

bur-

bu-

ja

rodearon los edificios

con red electrificada.

Nos sacaron

de las casas,

nos quitaron

los negocios,

nos atraparon.

 

Nos bloquearon

la salida

bajo amenaza de

borrarnos del sistema.

Repartieron pintalabios

para firmar los contratos,

disimular el color

del hambre y el cansancio y

contentarnos con las migas

de su generosidad.

 

Nos ataron

con el miedo

a una silla inestable, nos

condenaron a morir

sin tiempo. Prostituyeron

nuestras mentes, nuestros cuerpos

depreciaron.

 

Las pasiones

no rentables se volvieron

maldiciones.

Apilados en un tren

de vida sin visos, sin

cambio de agujas, nos

cicatearon sin recato

los derechos, las ganancias.

Nos expropiaron la voz.

 

Dijeron que era la crisis,

sin que atenuar pudieran

el fulgor que desprendía en

sus cajas fuertes el oro

de nuestras muelas.

8 /

2016

La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.

Manuel Sacristán Luzón
M.A.R.X, p. 59

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