La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Juan-Ramón Capella
Unidos podemos
Ante unas elecciones determinantes
Creo que poco puedo escribir que el lector no sepa o intuya. Las próximas elecciones van a ser muy importantes para la población de este país, sobre todo para los más golpeados por la crisis, la inmensa mayoría.
Cierto que una parte de nuestros conciudadanos, el sector más retardatario de nuestra sociedad, seguirá votando al Partido Popular. Lo hará a sabiendas de que apoyan a un partido de corruptos y de tolerantes con la corrupción. Rajoy, el hombre sin principios, el que dice «hacer las cosas bien», el del «sentido común», ha hecho constantemente el Don Tancredo (si cabe un símil taurino) ante la manifiesta realidad de que a su alrededor todos robaban, si es que su partido no es en sí mismo un ente dedicado al robo al por mayor. Rajoy confía en los votos para lavarse de esos delitos. Como hizo Pujol, como han hecho otros, les pillaran o no, aunque su trampa está muy vista. Para saber el estado de salud de la sociedad española habrá que ver qué resultado electoral obtiene el Partido Popular. Cuántos son los cómplices de la corrupción de la política.
Nada hay que esperar del Psoe. Sus dirigentes han dejado claro, por activa y por pasiva, que no se aliarán con los de abajo, con la izquierda, con Unidos Podemos. El Psoe sueña con una gran coalición para la que Rajoy es un estorbo de descrédito, pero esta vez tragará con ello, con toda probabilidad, aunque eso signifique su suicidio. La única posibilidad de que pacte con los de abajo, con la izquierda, es que sus dirigentes despierten y se dén cuenta de que el camino neoliberal —el de González, el de Zapatero— le lleva al despeñadero.
Nuestra esperanza está en la coalición Unidos Podemos, en que supere los votos del Psoe, y pueda constituirse en una referencia renovada, clara y honesta, de los de abajo, de los siempre relegados a las tinieblas políticas por las instituciones, las leyes desiguales (como la electoral) y los medios de masas al servicio de las grandes empresas del Ibex 35.
Hay que explicar a las personas de nuestro entorno la conveniencia, la necesidad de apoyar a Unidos Podemos, el germen de una nueva institucionalización no comprometida con la corrupción sistémica del régimen de 1978. Porque todavía no ha conseguido nada decisivo, porque la posibilidad de superar al Psoe está pendiente de materializar.
Y no porque sea grande la posibilidad de que Unidos Podemos pueda gobernar, en coalición con otros. Esa posibilidad es pequeña, los poderes fácticos harán cuanto puedan para que no sea así. Pero no es poco pasar a ser un referente necesario en la vida política; no es poca la ejemplaridad de este hecho para los altos y bajos cargos del Estado, esa rueda de inercia conservadora que existe invisiblemente en las instituciones públicas. Y no es poco porque supondrá un reto para las políticas neoliberales, que aún camparán, pero no a sus anchas como hasta ahora.
Se avecina un tiempo inestable, como el de la meterología. La Unión Europea está encontrando la horma de su zapato de la política económica que ha practicado. Un hipotético abandono de la Unión Europea por parte de Gran Bretaña puede generar un terremoto social e institucional que nos afecte directamente. Y el régimen del 78 no puede seguir igual. Todos lo saben. Psoe, Ciudadanos y Partido Popular tratarán de ponerle unas tiritas y darle unas aspirinas. Que no servirán de nada.
Unidos Podemos podría pilotar, más adelante, una adaptación satisfactoria del sistema político. Pero para eso primero hay que ganar ahora.
23 /
5 /
2016