¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Albert Recio Andreu
El retorno del jedi oscuro: de bancos, recortes y Seguridad Social
Cuaderno de incertidumbre: 10
I
La actividad económica se parece cada vez más a las grandes sagas cinematográficas: una trama que se repite una y otra vez con el único objetivo de sacarle el máximo negocio posible. Casi siempre las sucesivas entregas empeoran la inicial. Al final ya nos sabemos el tema de memoria. Pero si la saga nos ha enganchado somos incapaces de pasar de ella. Los grandes argumentos del mes son la enésima versión de una tesis que se puso en marcha en 2008. Vuelve el runrún sobre los problemas bancarios. Vuelven las llamadas a la austeridad, y reaparece con gran brillantez (si es que en algún momento se fue) el vistoso tema de la crisis de la Seguridad Social. Lo de salir de la crisis ya casi no lo dice ni Rajoy, quizás porque piensa que si vuelve a gobernar tendrá que empezar a adoptar un papel trágico para tratar de vendernos la nueva dosis de austerocracia.
II
Nos dijeron que rescatar a los bancos era el paso clave para todo lo demás. No voy a entrar a discutir el fallo radical del razonamiento; a estas alturas sólo los banqueros y los potentados se creen el cuento. Recibieron una enorme inyección de dinero público, el BCE y la Reserva Federal les permitieron salvar sus problemas de solvencia y liquidez con un enorme caudal de recursos, y consiguieron que no se les aplicaran las reformas que cualquier economista sensato propondría (aunque la de economista es una profesión en la que esta virtud no prolifera; tantos años de inmersión en los irreales modelos del equilibrio walrassiano han hecho perder el mundo de vista a mucha gente).
Y ahora los banqueros vuelven a presentar síntomas de desaliento. En algunos casos se trata simplemente del descubrimiento de que había más bancos con problemas que los que habían detectado los “test de resistencia”. Ya se sabe que la contabilidad creativa dificulta saber a ciencia cierta la situación financiera de las empresas, y en esto de la creatividad con los números el sector financiero es el líder. En otros casos porque las relaciones de algunos bancos con sectores (el petrolero) o países (Latinoamérica) que padecen un declive afecta a su cuenta de resultados. Pero la queja más común en este último mes es que la bajada radical de tipos de interés provocada por la política monetarista anticrisis les genera un problema insoportable.
La baja de tipos de interés es el resultado de una política que basa la recuperación económica en la política monetaria expansiva. Una política que ha llegado a su máximo recorrido con tipos de interés negativos para los depósitos que tienen los bancos en el Banco Central (y que por tanto no les resulta rentable mantener). Pero esta bajada de tipos y la sobreoferta de capital financiero en los mercados se expande a todo el sistema. Como el negocio de los bancos se basa en el diferencial de tipos entre lo que pagan por los depósitos de los clientes y lo que cobran por los préstamos, si los tipos pasivos bajan casi a cero el diferencial también se reduce. O sea si un banco no me da nada por mis depósitos y la competencia sólo le permite cobrar un 1,5% de intereses a sus deudores, el margen queda en un 1,5%. Con este margen el banco debe cubrir sus costes operativos y ganar dinero. Es bastante más fácil cuando el interés pasivo es por ejemplo del 1,5% y el activo es el 5%. Es posible que la queja de los bancos no sea sólo por esta cuestión, que tenga mucho de cortina de humo para esconder sus fallos en otros terrenos. O que sea una forma de presión para conseguir manga ancha en otros campos (como aumentar el cobro de comisiones o introducir cláusulas abusivas en nuevos convenios).
Pero si la queja refleja un problema real, solo hay dos salidas igualmente arriesgadas. Una, volver a subir tipos de interés, lo que generaría una nueva oleada de quiebras en economías altamente endeudadas (casi todas las grandes empresas lo están). Otra, promover una nueva burbuja especulativa que aumente el volumen de crédito a familias y empresas. En este caso el problema del margen se reduce. Imaginemos un banco cuyos costes fijos (personal, equipamiento informático, instalaciones etc.) son 25000 millones de euros anuales. Supongamos que el banco no cobra comisiones y que sus ingresos dependen sólo del diferencial de interés. Si el diferencial es del 1,5%, el banco cubrirá costes con un volumen de préstamos de 1,66 millones euros en préstamos (supongo que el banco sólo es un intermediario del dinero, es irreal, sólo para simplificar el argumento). Si el banco dobla la cifra de préstamos manteniendo los mismos costes operativos ganará netos 25000 millones. Por eso la expansión del crédito es crucial cuando el diferencial de tipos de interés es pequeño. Pero desarrollar una nueva burbuja, aparte de indeseable y peligroso, no es tan fácil cuando persisten altas cotas de endeudamiento y las expectativas globales son muy inciertas. Habrá que ver que nuevas concesiones consiguen los bancos con esta amenaza. Y no es descartable que tengamos a la vista una segunda versión, distinta ‒cada versión de una saga aporta alguna novedad‒, de una crisis financiera que a ratos parece una película interminable.
III
Del problema de los recortes ya escribí en la entrega del mes pasado. Ahora hemos constatado dos cosas. Que los recortes van a ser la primera prioridad que Europa le va a plantear al nuevo gobierno español, y que el tamaño del ajuste que se exige va en aumento. Aparte del enorme coste social que tales recortes pueden tener, el impacto macroeconómico de un nuevo paquete de austeridad será, si se aplica, enorme sobre el empleo y la actividad. O sea que, tras el fracaso de la crisis griega, la propuesta europea es su repetición.
El déficit galopante de la Seguridad Social es otro efecto colateral de estas políticas. A los especialistas ortodoxos les gusta explicar el problema en clave meramente demográfica. El envejecimiento de la población provocado por la mayor longevidad (lo que debería considerarse un éxito social) se traduce en un aumento del volumen de pensiones a pagar (más gente pensionista y pensiones individuales más elevadas) al tiempo que se estrecha la pirámide poblacional. Esto es sólo parte de la verdad.
Hasta 2007 la Seguridad Social tenía superávit, la salida de activos se compensaba con la llegada de inmigrantes y las rentas salariales en crecimiento (en volumen) incrementaban los ingresos de caja. El déficit ha sido sobre todo provocado por tres factores: la caída del empleo ‒mucha menos gente cotizando‒, la caída de las contribuciones de los que han obtenido empleo tras el crac ‒la precarización, la extensión de los contratos a tiempo parcial y los ajustes salariales reducen lo que cada cotizante medio aporta a la caja única‒ y la política de empleo del Partido Popular.
Esta política se ha basado en subvencionar generosamente a las empresas con desgravaciones en las cuotas de la Seguridad Social. En general, la política de subvenciones al empleo se considera ineficaz, porque hay más “peso muerto” que otra cosa: la mayor parte de subvenciones va a parar a los bolsillos de empresas, que hubieran creado empleo sin las mismas. Pero esto no es todo, anteriores gobiernos también practicaban estas políticas, pero de forma algo más sensata. Cuando a una empresa se le desgravaba, el Gobierno aportaba a la caja de la Seguridad Social el importe de la misma con el objetivo de mantener el equilibrio financiero. El Gobierno de Rajoy acabó con ello, y ahora lo que se descuenta a las empresas se deja de ingresar. Es una más de las acciones socialmente criminales de la política económica del actual gobierno (como el recorte de impuestos), y no parece tener otro objetivo que aumentar los problemas financieros de la Seguridad Social para justificar una nueva etapa de desmantelamiento parcial. El argumento que seguirá a la crisis financiera es previsible: recortes a las pensiones, sobre todo a las altas (sonará progresista) y nuevas medidas de promoción de los planes privados.
Es cierto que los cambios demográficos afectan a cualquier modelo de Seguridad Social, y que la sostenibilidad financiera y social de la misma es una cuestión central. Pero hay que sacar el debate del estrecho espacio del discurso oficial, que simplemente conduce a recortes y ajustes inicuos (que desconocen la complejidad de situaciones que genera el mercado laboral) y debe considerarse no sólo la relación entre Seguridad Social y empleo, sino también cuestionarse que la base de las pensiones sean exclusivamente las rentas salariales. El debate sobre la sostenibilidad conduce al debate central sobre la distribución de la renta y sobre el papel que tiene el sistema impositivo en la misma. La defensa numantina del modelo actual sirve para movilizar a la gente en reclamación de sus derechos. Pero difícilmente podrá sostenerse cuando exista una amenaza creíble de quiebra del sistema. Por eso es más necesario que nunca oponer una perspectiva más amplia y abrir el debate en términos de regulación macroeconómica, fiscalidad y política laboral.
IV
El lado oscuro de la fuerza amenaza. Y, sobre todo, intenta marcar el debate post-electoral. Si en las elecciones se impone la gran coalición en cualquiera de sus variantes debemos prepararnos para generar una enorme respuesta social. Si gana la izquierda recibirá una fuerte presión en esta misma dirección. Por ello es urgente que se avance en tener ideas y propuestas de cómo hacer frente, capear, responder a las demandas austeritarias y a los problemas que pueden plantear tanto el sector financiero como la Seguridad Social. Tener propuestas claras, razonadas y entendibles sobre una reforma fiscal, de financiación de la Seguridad Social, de reorganización productiva y laboral, es una necesidad de primera instancia. Sobre todo una vez se ha comprobado que, hoy por hoy, carecemos de músculo para una batalla frontal con la troika autocrática.
31 /
5 /
2016