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Albert Recio Andreu

Vuelven las turbulencias

Cuaderno de incertidumbre: 9

 

I

 

La realidad está haciendo añicos el relato de la recuperación. Un relato del que el Partido Popular ha tratado de asirse para frenar su hundimiento, pero que basa su fuerza en la enorme aceptación social de las crisis como una especie de bache o de enfermedad pasajera. Algo que posiblemente vale para las recesiones de corto plazo pero que resulta insatisfactorio para entender la crisis actual.

Que la recuperación se estaba gripando hace meses era evidente, al menos en el plano europeo. Incluso hemos atravesado un momento de movimientos bursátiles en los que ha reaparecido la amenaza de una nueva debacle de gran escala (cosa por otra parte que puede volver a ocurrir). Y es algo que también se percibe en los informes de los organismos internacionales, que van corrigiendo a la baja las expectativas de crecimiento.

Los datos de la última EPA son un nuevo indicativo de lo erróneo del discurso oficial. Que el empleo haya caído el primer trimestre del año y el paro haya crecido no es en sí mismo significativo. Ocurre casi todos los años debido al carácter estacional de algunas actividades. Comparado con la situación de hace un año, no se pueden extraer conclusiones definitivas: el descenso de la ocupación fue mayor en el primer trimestre del año anterior (127.000 empleos en 2015 frente a 52.000 en 2016) pero entonces el paro se redujo en 65.000 personas porque muchos de los parados dejaron de buscar empleo mientras que ahora éste ha crecido.

Lo he explicado en múltiples ocasiones: para entender lo que ocurre en el mercado laboral hay que analizar a la vez lo que ocurre con el paro y con la actividad. El volumen de paro puede bajar porque se crea empleo o porque la gente se desanima y deja de buscar. Estadísticamente el efecto sobre el paro es el mismo, pero en la práctica representan dos cosas diferentes. Gran parte de los parados desanimados son mero ejército de reserva expulsado del empleo. Este año las cosas parecen distintas, pues ha salido menos gente del mercado laboral (aproximadamente la mitad que el año anterior) y por eso el paro ha crecido. Es difícil de interpretar este cambio. Puede ser por el efecto de los últimos meses, en los que hubo una senda de crecimiento del empleo que anima a la gente a seguir buscando. O puede ser porque la situación social es tan dramática que la gente sigue buscando (que este año Semana Santa haya caído en el primer trimestre puede haber afectado). 

No hay, por tanto, una explicación clara al mal dato del aumento del paro, aunque refuerza la imagen social de que eso de la recuperación era un relato de corta duración. De hecho, el análisis de los datos de afiliación a la Seguridad Social y de Paro Registrado, que suelen utilizarse para analizar la coyuntura laboral (aunque su calidad es, sobre todo en el segundo caso, muy discutible), refuerzan esta imagen de una economía desacelerada (por decirlo de algún modo). El crecimiento de las afiliaciones ha sido en su conjunto menor este primer trimestre y la evolución del paro registrado ha sido parecida, a pesar que Semana Santa estaba en marzo. La máquina de crear empleo que voceaba el PP parece que se ha encallado.

 

II

 

Más allá de la coyuntura del empleo, la cuestión que resulta crucial es, a mí entender, el recorte del gasto público. De momento el Gobierno ha anunciado ya un recorte de 2.000 millones de euros, pero es posible que la negociación con Bruselas acabe suponiendo un recorte mayor. Para entender qué significa este recorte podemos compararlo con lo ocurrido en años anteriores. El recorte anunciado equivale al gasto público que recortó el Gobierno Zapatero en 2012 y equivale a 2/3 del recorte realizado por el Gobierno Rajoy en 2013. En ambos años, el PIB acabó con caídas del 1 y de 1,1% respectivamente (en 2012, el año del gran recorte, el consumo público cayó en 6.600 millones y el PIB en 2,6%).

Son datos muy brutos, puesto que he tomado como referencia la reducción de consumo público de la Contabilidad Nacional y los recortes en el gasto pueden realizarse tanto en consumo público (compra de bienes y servicios por parte de la Administración) como en transferencias (pago de pensiones, subsidios etc.). Seguramente el recorte total en aquellos años fue mayor, y el impacto negativo en la demanda posiblemente sea todavía de más calado si los recortes se centran en las transferencias a la gente más pobre. En todo caso, resulta evidente que los recortes de gasto tienden a frenar la economía y a generar más desempleo. Los resultados de las políticas de ajuste realizadas los últimos años muestran que en la mayoría de casos los ajustes del gasto público deprimen la actividad económica. Y no es pensable que en el clima depresivo de la economía mundial el sector exterior pueda suplir la caída del gasto público.

Por todo ello, me parece que la oposición de izquierdas ha perdido una buena oportunidad de hacer pedagogía política con la información del desvío del déficit en el último año. Al centrarse en criticar las mentiras de Rajoy y Montoro, parecen dar por bueno el diktat de la Unión Europea. Lo que ha ocurrido en realidad es que el aumento del déficit ha sido un desvío de las exigencias de austeridad impuestas por la troika. Y gracias en parte a este desvío se explica el crecimiento del empleo en el último año. Criticar a Montoro por mentiroso está bien. Pero también se le debería criticar porque si las cosas han ido en el pasado algo mejor no es por su política, sino precisamente porque la ha incumplido. La cuestión no es baladí. Hace pocos meses mis amigos alemanes me comentaban que España era presentada como ejemplo del buen funcionamiento de la estrategia de la austeridad. Y precisamente lo que ha ocurrido es que todo ha ido mejor cuando se ha producido un desvío de la misma. 

Este último aspecto es algo que conviene tener presente cuando volvamos a padecer la nueva oleada de exigencias de austeridad fiscal (acompañadas por la nueva oleada de recortes). Y señalar esto no impide al mismo tiempo criticar el carácter electoral e inadecuado del gasto público que el PP promovió con fines electorales ni aún menos la criminal reforma fiscal que obligará a que los nuevos recortes se centren más en el gasto.

 

III

 

Si mi análisis es certero, estamos ante el peligro de una recesión provocada tanto por las turbulencias internacionales como por las políticas de ajuste que se están aplicando. La economía real no funciona como pretenden los relatos de la caída y la recuperación. Las grandes crisis experimentan subidas y bajadas de actividad dentro de un período de estancamiento. Esto es lo que pasó en la crisis del 1929 hasta la Segunda Guerra Mundial, y lo que lleva años sucediendo en Japón. El tratamiento de la crisis como una cuestión de coyuntura resulta erróneo. Y aún más si, como ha sucedido en los últimos años, este tratamiento se ha limitado a realizar una política monetaria cada vez menos ortodoxa (pero igual de ineficiente).

La presente crisis forma parte de la acumulación de problemas generados por treinta años de capitalismo neoliberal: globalización desregulada, liberalización extrema del sistema financiero, socavamiento de los recursos públicos en mil y un panamás, marginación real de sindicatos y movimientos sociales, endeudamiento extremo… De todo esto no se sale sin reformas en profundidad del conjunto de instituciones que gobiernan la economía mundial (sin perder de vista los problemas derivados de la crisis ecológica y el reto que para el mundo del trabajo plantea la digitalización tecnológica). Y como ni parece probable, ni mucho menos deseable, una solución del estilo de 1945, no queda otra posibilidad de salida que generar un potente movimiento internacionalista que contenga un relato entendedor y unas propuestas plausibles para quebrar el neoliberalismo y aportar otro modelo de organización social. Y esto, me temo, lleva tiempo.

Volviendo a aterrizar en el futuro inmediato, creo que a corto plazo un nuevo Gobierno del país se va enfrentar a esta posible recesión y a estas nuevas demandas de austeridad. Por ello, no estoy seguro de que lo más urgente desde la izquierda sea entrar en un gobierno sin antes haber generado entre la población una base social suficiente para afrontar de otra forma esta crisis social. Y por esa razón creo que, más que estar o no en el gobierno, es preciso realizar tres movimientos básicos: el de construir un relato entendedor de la crisis y las políticas fallidas, desarrollar una base social organizada capaz de desarrollar múltiples acciones de respuesta –desde la acción política y reivindicativa hasta acciones de solidaridad social– y en tercer lugar promover la elaboración colectiva de alternativas a la actual situación. O sea denuncia, organización, y producción intelectual colectiva.

4 /

2016

La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

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